miércoles, 30 de julio de 2014

Leyes reglamentarias en materia energética y nuevo período político

Después de unas merecidas vacaciones de verano durante las cuales me mantuve lejos del acontecer nacional, regreso esta semana con la lectura pendiente de periódicos y notas en medios que me hace constatar que la gran noticia de México sigue siendo el proceso de aprobación de las leyes reglamentarias de la reforma energética. Sin duda es la mayor transformación que se ha proyectado para el país en lo que va de mi vida, y miren que acabo de cumplir sesenta años. 

Es una transformación de la que se viene hablando hace doce años como muy necesaria para algunos, peligrosa y regresiva para otros. En esta semana se discuten los cuatro dictámenes en el pleno de la Cámara de Diputados. Incluyen trece nuevas leyes y la transformación de ocho más, que corresponden a un paquete de nueve iniciativas que envió el Presidente al Congreso a finales de abril, siendo que desde entonces con algunas interrupciones se discutieron en las comisiones correspondientes en el Senado que fue la cámara de origen de la mayoría de ellas y las cuales ya aprobó esta instancia.

Contrariamente a lo que dicen algunos comentaristas, no se trata de ninguna aprobación “fast track” y digo aprobación porque, pese a la magnitud del paquete y la trascendencia de su contenido, como la mayoría considero que las leyes serán promulgadas antes del informe presidencial del 1° de septiembre. Este proceso pondrá fin a una primera etapa del proyecto del actual gobierno que puso en esta específica materia todo su esfuerzo, es decir que subordinó todos sus movimientos -como las otras reformas y leyes que se han promulgado- a este logro.

Finalmente reviso el debate que ha generado dicha reforma y sus leyes reglamentarias en estas ultimas semanas y no veo nada nuevo, lo que en parte era de esperarse. ¿En qué sentido lo digo?

La reforma energética y sus leyes han pasado por un largo proceso de acuerdos y trueques bien jugados por parte de casi todos los actores involucrados.

Como vimos desde finales del año pasado, en relación a dicha reforma la izquierda no ha podido posicionarse mas que en contra por principios ideológicos inherentes a ella misma, los cuales se resumen en los puntos que expuso recientemente Jesús Zambrano presidente nacional del PRD: aniquila a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad y vulnera a sus trabajadores, tolera negocios opacos y legaliza el despojo de tierras, protege al capital privado extranjero, perpetua su control sobre el petróleo, y propone un modelo energético sin un futuro sustentable. En especial de frente a los reportes de la situación de Pemex y a los testimonios sobre la disminución de su producción petrolera expresan que es resultado de su régimen fiscal y del mal manejo de la empresa, y no compran el argumento de que no contamos con el capital necesario para llevar a cabo exploraciones más profundas.

Ésta ha sido la crítica de las capas  moderadas de la izquierda, mientras en su momento el ala radical representada por Morena y Andrés Manuel López Obrador declaró que no permitiría que los mexicanos perdiéramos lo que es nuestro. Se mencionaron grandes manifestaciones que nunca llegaron, primero por un infarto dudoso de AMLO, luego porque pareciera que este último se encuentra más ocupado en preparar a su joven partido para la contienda electoral del año que entra. Al menos yo no me lo esperaba. Sin  embargo fue el primero que habló de una consulta popular para la que ha recolectado firmas, posición que también es sostenida por el PRD en voz de su dirigencia actual para no quedarse atrás a sabiendas que muy probablemente dicha consulta no se avalará legalmente. La controversia quedará así en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

De tal manera, más que con la reforma de telecomunicaciones y sus leyes que pudo de alguna manera influir, la izquierda ha quedado marginada del proceso como en su momento quedó marginado el PAN de la reforma fiscal.

Por el contrario ¿qué le aportó el PAN? El PAN presionó por una liberalización de la industria energética más allá de los contratos de utilidad compartida y de servicios por lo que impulsó que se avalaran también los contratos de producción compartida y las licencias. El PAN presionó por un mayor rol y una mayor autonomía de los organismos reguladores de la producción y más injerencia del Congreso en su conformación. El PAN presionó por un sistema más transparente de concesiones, en contra de la figura de la expropiación para convertirla en ocupación temporal la cual dará derecho sobre la tierra donde se extraiga petróleo por un período fijo cuando no se llegue a algún acuerdo de venta con los propietarios, bajo el esquema de pago a los dueños de un porcentaje de ganancias y de una compensación por la afectación de tierras. El PAN presionó porque el estado se quede con los pasivos laborales de Pemex y la CFE.  

Así, casi inevitablemente tendremos  no una apertura gradual como algunos hubiéramos preferido temerosos de nuestras instituciones burocráticas y corruptas, postura que originalmente era la de Enrique Peña Nieto quien no dudó sin embargo en apostarle a una reforma de más calado, no por los beneficios que dicha reforma reporte porque si ha de producirlos  tardarán según los especialistas más de una década en llegar salvo en el terreno de la producción de gas, sino pudiera ser que por su posición de ventaja en esta liberalización o al menos por la  fuerza política que tal logro le aportará en el tanto su equipo sabe vender su eficiencia,  y  porque en adelante podrá distanciarse de una oposición con la que supo negociar cuando fue posible y con la que logró mayorías parlamentarias cuando fueron necesarias.

Para conseguirlo se dejó chantajear por los perredistas y no opuso aparente resistencia al registro de Morena, pero se dejó chantajear  sobre todo por los panistas  quienes avanzaron más en su agenda que durante los años que gobernaron. Sin embargo, finalmente llegó a precio razonable a su objetivo. 

Ahora vendrán otros tiempos políticos. El gobierno deberá prepararse  para administrar sus reformas, por lo que puede pensarse que habrá cambios en el gabinete, ya que algunas piezas dejan de ser útiles y se necesitan otras. Los priistas deberán preparase para el 2015 por lo que deben esperar uno que la oposición panista haya salido golpeada por su posición colaboracionista, dos que los perredistas estén en conflicto por sus eternas pugnas internas, más aún con Morena que los asedia, que estén en los hechos  suficientemente afectados por la posibilidad de ser rebasados por los críticos a lo que a todas luces dejaron pasar sin un proyecto alternativo, tres que los candados en contra de los partidos chicos funcionen y cuatro que las concesiones en materia político electoral, los pocos resultados que parece van a ofrecer y aún los errores de su reforma fiscal e insuficiencias de algunos de sus programas  no los afecten.


A saber qué aporte este nuevo periodo, a saber  qué tanto la sociedad acepte y confíe en este gran impulso transformador que trajeron de regreso los priistas, a saber qué tanto la oposición llegue a abanderar su inconformidad cuando la haya, a saber si la sociedad  no rebase a los jugadores políticos del momento en las condiciones de insatisfacción que se han acumulado.

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