martes, 26 de julio de 2011

La carrera a la Presidencia I

¿Cuál es el saldo de la transformación del sistema político desde la reforma de 1977? A diferencia de hace casi treinta y cinco años hoy tenemos un estado más débil e ineficiente, pero gozamos los beneficios de una competencia partidista que se traduce en pluralidad. Pese al desencanto que nos puede producir nuestra joven democracia y las instituciones que la sostienen, la distribución del poder en más manos, así como un mayor equilibrio de poderes ha asegurado una mayor circulación de élites además de un ejercicio gubernamental menos arbitrario y una mayor transparencia. No son logros menores como tampoco lo es el que la posibilidad de la alternancia haya servido para controlar a quienes tienen en sus manos responsabilidades públicas y presupuesto para desempeñarlas.

De frente a este saldo observo los movimientos de los partidos políticos hacia la contienda presidencial de 2012, movimientos que en una buena medida van a definir las cifras electorales que tengamos dentro de menos de un año.

Al respecto nadie debería querer resultados tan cerrados como los de 2006 cuando varias irregularidades en las campañas y el ínfimo margen con el que se definió al ganador de la contienda dejó una sociedad dividida y produjo un conflicto que demostró fallas en la legislación por las cuales las instituciones electorales no pudieron responder al reto de tal encuentro.

Nadie debería querer tales resultados porque las reformas han sido imperfectas e insuficientes y hoy las instituciones electorales siguen siendo endebles. Baste mencionar la sobrecarga de trabajo que tendrá el IFE pese a las voces de alerta que a tiempo expresó, aunado ello a un Consejo General incompleto por falta de acuerdos para integrar a tres nuevos miembros.

Por otra parte habiéndose quedado en el tintero, además de pequeños ajustes a la normatividad electoral o la redacción de leyes secundarias necesarias, una verdadera reforma política que ponga acorde nuestra ingeniería constitucional a nuestra nueva realidad, nadie debería querer tales resultados porque generan encono social junto con problemas de legitimidad para el ejecutivo y problemas de gobernabilidad como resultado de la falta de una mayoría afín en el Congreso.

Sin embargo, tampoco son deseables resultados electorales que debiliten nuestro sistema de partidos por márgenes de ganancia demasiado amplios. Requerimos de cámaras suficientemente plurales que representen la diversidad política del país. Requerimos de gobiernos más fuertes pero que necesiten negociar con las minorías que los enriquecen y sepan entablar un diálogo acertado que lo haga posible.

Por eso es que veo con preocupación el que el PRI aparezca tan adelantado en las preferencias electorales para el 2012. Es un PRI que hoy tiene un precandidato muy sólido a la Presidencia en el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, al que Manlio Fabio Beltrones, líder de la bancada de su partido en el Senado y su único contrincante interno, en su exitoso esfuerzo (hay que reconocerlo) por sobresalir como opción propositiva parece más bien proteger mientras éste, luego del éxito que se apuntó en la elección para gobernador en su entidad, pone en marcha su red de movilización ciudadana Expresión Política Nacional compuesta de operadores que buscan primero imponerlo como abanderado del tricolor y luego ganar la elección presidencial.

Esta organización hereda la estrategia de Fuerza Mexiquense que desde épocas del exgobernador Arturo Montiel operaba en el estado y fuera de él supuestamente al margen del PRI. Por eso no se puede señalar que Peña Nieto esté en precampaña pero sí se sabe que varios gobernadores priistas le deben su fuerte apoyo.

Así las cosas, ni quien le crea a la dirigencia nacional de su partido encabezada por Humberto Moreira cuando afirma mantener una posición neutral como tampoco puede creerse el que pretenda evitar una guerra sucia contra el gobierno federal si el fin de semana, en los preparativos para la renovación de su Consejo Político que entrará en funciones el 23 de septiembre próximo y definirá el método de selección de su candidato, se distribuyó un documento crítico a los resultados de 10 años de panismo.

Expresión Política Nacional compite ahora con el Movimiento Regeneración Nacional puesto en marcha por Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo sobre las actividades de MORENA caben dos señalamientos. Uno, no demostraron los resultados esperados en la pasada elección del Estado de México y dos, conllevan el riesgo de dividir a la izquierda porque todos leemos que López Obrador irá en las boletas con o sin el PRD si éste se inclina por la candidatura de Marcelo Ebrard y desde luego lo haría con el PT y Convergencia. Frente a un PRI unido como no pudo estarlo en el 2006, el PRD pese a contar con importantes liderazgos -ya en campaña desde hace un buen tiempo- sufre de una estructura interna que desde su origen enfrenta a distintas tribus que hoy lo pueden llevar a su minimización.

Pero los problemas de unidad afectan también al panismo, que avanza contradictoriamente en varias pistas: la de la dirigencia del PAN, la de los interesados en la candidatura del mismo y la del Presidente Calderón.

Hace ocho días el dirigente Gustavo Madero les pedía a los siete presidenciables de su partido comprometerse a cuidar el proceso interno y también que buscaran reducir su número a dos o tres para apuntalarlos mejor. La resistencia de ellos fue notoria si bien días después sólo declinaron Javier Lozano y Heriberto Félix, secretarios del Trabajo y de Desarrollo Social respectivamente. Ni siquiera Alonso Lujambio, secretario de Educación y hombre cercano al Presidente, ha decidido renunciar a sus aspiraciones pese a que los dados se ven cargados a Ernesto Cordero, secretario de Hacienda. Sin embargo se entiende el que personajes más independientes como Santiago Creel se haya retirado de su curul en el Senado para luchar por la nominación, o que Josefina Sánchez Mota siga en la contienda.

Nada aboga por una solución sencilla y que los vaya a mantener unidos (pese a los métodos que ayer mismo sugería Madero para bajar el número de aspirantes), menos aún la inexplicable actitud de Calderón de seguir insistiendo en la alternativa de un candidatura ciudadana. Esta situación ciertamente agrava las perspectivas del partido, dado el mal desempeño electoral que ha tenido como producto del desgaste derivado de gobernar.

En este contexto lo que más conviene para la contienda del 2012 es que no sólo el PRI sino todos los partidos, particularmente el PRD y el PAN, resuelvan bien los procesos de selección de sus candidatos presidenciales para que se cumplan los requisitos democráticos de que los electores tengamos opciones, de que las elecciones interesen y de que sean competitivas.

martes, 12 de julio de 2011

Elecciones estatales 2011

Los comicios que se celebraron el pasado 3 de julio en el Estado de México, en Coahuila y en Nayarit para elegir gobernador, en las dos últimas entidades para renovar los Congresos locales e igualmente en Nayarit las presidencias municipales, como sucedió en Hidalgo, han producido varias impresiones equivocadas o que al menos vale la pena matizar.

La elección más sonada fue la del Estado de México principalmente por la importancia en tamaño de su lista nominal de electores de frente a la contienda federal de 2012 en la que además el gobernador del lugar Enrique Peña Nieto se dibuja como el precandidato más fuerte del Partido Revolucionario Institucional. Es cierto: el que este partido ganara con una amplia ventaja, como de hecho lo hizo, era un importante requisito para lograr su nominación. Sin embargo ello no quiere decir ni que ya sea inevitable que Peña Nieto se presente por el PRI a la próxima elección presidencial, ni menos que el PRI vaya a regresar inexorablemente a los Pinos.

Los resultados que logró el priismo mexiquense rebasan la habilidad política del gobernador del estado. Otra historia hubiera sido si el PAN y el PRD se hubieran puesto de acuerdo para ir en coalición. Como dice Cuauhtémoc Cárdenas, aún así no es seguro que hubiera ganado la oposición pero al menos la jornada hubiera sido más competitiva: el PRI no hubiera ganado con más de cuarenta puntos de ventaja y el PAN no se hubiera desplomado a menos del 13 por ciento de la votación. Las negociaciones para una coalición abortaron por la oposición vehemente a tal política de Andrés Manuel López Obrador quien amenazó de ir con Alejandro Encinas sólo con el PT y Convergencia, lo cual según ciertos analistas le hubiera quitado al PRD un 40% de su votación. So peligro de escindirse, la fracción moderada y aliancista tuvo que ceder, lo cual a todas luces no significó que realmente operara su maquinaria a favor de su candidato. El PAN por su parte no contaba con un plan B ni con un candidato más idóneo que Luis Felipe Bravo Mena. Es de suponerse que su votación se sintió de tan mala candidatura; parte de sus simpatizantes votaron PRI o contribuyeron a aumentar a casi 4% el voto nulo y el abstencionismo a más del 56%.

Lo que sí se le debe reconocer a Peña Nieto fue la habilidad que demostró al favorecer la candidatura del PRI de Eruviel Ávila, el más independiente de los precandidatos que había, y que hubiera sido pieza fácil para construir una coalición opositora viable a la que podría haberse sumado un priisimo del Valle de México descontento por el predominio del grupo Atlacomulco en el caso de que la balanza se hubiera inclinado, como muchos suponíamos, por su pariente Alfredo del Mazo Maza.

Enrique Peña Nieto queda fortalecido por los resultados obtenidos y ya se apresta a la carrera presidencial. En su partido, sin embargo, se siguen oyendo voces de otros precandidatos como Manlio Fabio Beltrones quien ha logrado dejar atrás los rumores de ciertos vínculos con el crimen organizado que injustificadamente le señalaban, para representar una opción menos carismática pero también ganadora según los sondeos de opinión y caracterizada por propuestas concretas. Peña Nieto se encuentra en mejor posición, pero en un peligroso primer lugar.

Ahora bien, por lo que se refiere a si los triunfos del PRI anuncian la victoria que va a tener en el 2012 cabe señalar que el comportamiento electoral difiere según el tipo de elección y que los resultados de las elecciones estatales son producto de las relaciones regionales de los grupos de poder, los cuales se recomponen en elecciones federales.

Además, si observamos en detalle los resultados electorales de este julio el PRI ganó con menos contundencia en Coahuila y sobre todo en Nayarit en donde con su candidato Roberto Sandoval tan sólo aventajó a la candidata del PAN, Martha Elena García, por siete puntos porcentuales y además perdió contra ese partido cuatro de 18 distritos en la elección de diputados y ocho de 20 ayuntamientos. Pero aún en Coahuila, en donde con Rubén Moreira casi duplicó la votación del panismo, lo dejó alcanzar un poco más del tercio de los votos en un avance histórico que ha sido sistemático en la entidad. Por otra parte, en Hidalgo también se produjo una fragmentación partidista tal que el PRI únicamente ganó la mitad de las presidencias municipales (42 de 84).

O sea el PRI sigue perdiendo elecciones como puede perder la presidencial de 2012. Para no ir muy lejos a comienzo de este mismo año no pudo reconquistar ni el gobierno de Guerrero, ni el de Baja California Sur. En Guerrero sufrió una escisión en la figura del exgobernador del PRI Ángel Aguirre con el cual el PRD pudo conservar el poder, y en Baja California Sur no aprovechó el divisionismo al interior del PRD como lo hizo el PAN, partido que ganó la elección con un perredista inconforme, Marcos Alberto Covarrubias, porque no obtuvo la candidatura de su partido.

Mejores pruebas son aún los resultados de las contiendas de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, de 2010, en donde las coaliciones PAN y PRD demostraron la eficiencia suficiente como para dejar atrás los gobiernos priistas.

En suma los resultados electorales recientes no presagian el regreso del PRI, ni tampoco significan una involución de la democracia. Las democracias no se debilitan porque un partido gane con amplio margen. Sin embargo sí se debilitan, y ese es el verdadero problema que tenemos en el país, por carecer de autoridades electorales verdaderamente imparciales, por elecciones inequitativas y por la compra del voto.

Nuestras autoridades electorales nunca han estado totalmente ciudadanizadas. Todas y siempre, con menor y mayor recato, han obedecido a intereses. Sin embargo los votos hoy se cuentan, se cuentan bien y eso es por lo menos un avance. En este sentido es inadmisible regresar a la vieja cultura de reclamar fraude cuando los resultados no gustan.

Por último lo que más hay que combatir, a mi juicio, es que los gobiernos todos de todos los colores partidistas siguen interviniendo en los procesos electorales, todos hacen guerras sucias en la medida de sus posibilidades, todos recurren al clientelismo. Son prácticas que no han desaparecido y no que hoy regresan.

En esta realidad gris en la que nos encontramos, se ha construido una nueva realidad. Ello no quiere decir que el avance democrático no pueda refundar hegemonías.