La
rapidez con la que pasa el tiempo puede ser cruel en varios terrenos. Con el pretexto
de su primer año de gobierno, al Presidente Enrique Peña Nieto le están
lloviendo balances de su gestión muchos de los cuales contienen críticas de
parte de los comunicólogos y analistas que contrastan con el espíritu
esperanzador de sus comentarios cuando éste llegó al poder con la promesa de
que los priistas sí sabían gobernar y con un programa de acción transformador
el cual, no habiendo obtenido su partido la fuerte posición que esperaba en el
Congreso, estuvo de entrada dispuesto a echar a andar a través de una política
negociadora con la oposición que le propuso un acuerdo al que le entró.
Hoy
quisiera ordenar lo mejor posible estas críticas, sin posicionarme realmente frente
de ellas salvo señalarles que la que me parece fuera de lugar es aquella que
sugiere que el Presidente no tiene rumbo en su gobierno, porque se puede
disentir si así se quiere con su espíritu reformista, a la derecha y a la
izquierda se puede disentir con el sentido de las medidas que ha tomado, de la
visión del país que tiene, de la velocidad con la que ha optado se saquen
adelante los cambios legislativos necesarios, del contenido preciso de
determinadas propuestas suyas que ha procesado a través del Pacto por México o
lanzado por cuenta propia, del orden en que las ha apuntalado, de su debilidad
frente a que sus aliados le cambien ese orden, pero no decir que no tiene
rumbo.
Para
algunos analistas, tras el éxito que representaron la aprobación de las
reformas educativa y de telecomunicaciones, todo parecía ir bien hasta las
elecciones de julio y ahí fue cuando se le descompuso el tablero a Peña Nieto
porque la oposición leal en torno a él cobró fuerza con los reclamos de uso
clientelar de los priistas en la coyuntura electoral, abriendo pie a un tipo de
acusación que persiste hasta hoy con la exhibición del otorgamiento por parte
de Estado de prebendas a grupos disidentes o afectados por políticas suyas con
el fin de comprar su silencio, una acusación de que los priistas no han
cambiado y son los mismos corruptos de siempre.
Sin
entrar en esta discusión porque considero que nuestra democracia tiene vicios
lamentables que afectan a todos los partidos y gobiernos a varios niveles, creo
que lo que desarregló los pronósticos que la actual administración pudieron
haberse hecho fue más bien el descontento y manifestaciones de los maestros de
la CNTE, aunado al descontento de la población en general con la violencia
persistente en México al grado de armar en algunos rincones afectados por el
narcotráfico grupos de autodefensa, y más con la falta de crecimiento y de
generación de empleo en el país, situación que no se puede adjudicar como se ha
querido a las malas condiciones de la economía norteamericana el primer
semestre del año. Tienen que haber existido errores que produjeron sus graves repercusiones
en México. Menciono dos puntos que señalan los especialistas: el que no se
ejerció el gasto público a tiempo y el que se dañó con grandes efectos la
industria de la construcción.
Lo
cierto es que, pasadas las elecciones que golpearon un tanto al PRI a nivel
municipal pero que fueron un triunfo suyo en la recomposición de los congresos
locales, Peña Nieto tuvo que enfrentar por el lado del PAN a su dirigente Gustavo Madero más
apuntalado para su posible reelección, con mejor control de sus legisladores
incluso en el Senado del que recobró el liderazgo de su bancada, y a un PRD si
bien venido a menos en los comicios con una dirigencia que no se vio aplastada
por la amenaza lopezobradurista. En este contexto las reformas que venían, a
saber la hacendaria y la energética, no podían ser fruto de ningún consenso lo
que implicó por lo que toca a la reforma hacendaria un giro a la izquierda del
gobierno, porque al no poder subir el IVA para hacerse de recursos, se tocaron
intereses empresariales aunque a tientas diría yo como es por ejemplo (por no
mencionar el impuesto sobre la renta) la prohibición de hacer declaraciones
fiscales consolidadas, pero al fin y al cabo cambiando de paradigma que no es
otra cosa el proponer un cierto nivel de endeudamiento. Esta reforma hacendaria
con este carácter y además su contenido social, que a otros pudo parecer
insuficiente, enojó a la derecha y al PAN que hoy Enrique Peña Nieto necesita
para la aprobación de su reforma energética.
En
efecto el PRD representa un electorado que está casado ideológicamente con la
firme oposición a hacer cambios constitucionales a través de los cuales el
Estado pierda el mínimo control del petróleo. López Obrador recogería los
restos de los perredistas en pedazos, si van con Peña Nieto en ello. En este
terreno a los críticos de derecha al Presidente, se les suman los de izquierda.
Los más al centro, como Cuauhtémoc Cárdenas, reconocen la encrucijada de la
producción de petróleo en México que tecnológicamente requiere de grandes
inversiones, pero pretenden que a PEMEX tiene que limpiársele su sindicato y
dársele autonomía para que tome como empresa sus propios riesgos. Frente a
ellos, está la derecha que no le asusta cierta privatización del sector a través de concesiones o contratos de
producción compartida, y el gobierno que plantea la posibilidad de establecer algunos
contratos únicamente de utilidad compartida.
Así
las cosas para la reforma energética el gobierno necesita al PAN, que lastimado
y dividido por el proceso próximo de cambio de su dirigencia, está dispuesto a
vender su apoyo a cambio de la reforma política. De ahí que Peña Nieto no esté
pudiendo zafarse de la presión por cambios como serían la reelección
legislativa, la segunda vuelta electoral o más importante aún la creación del
Instituto Nacional Electoral proyecto, que aunque muchos expertos rechazan y yo
comparto su opinión, avanza para supuestamente frenar la injerencia de los gobernadores en las
contiendas políticas.
A
saber qué pasará con este culebrón. El Presidente ha
demostrado proyecto y flexibilidad. Definitivamente no se ha limitado a ser una
imagen mediática como algunos suponían. También ha demostrado liderazgo, pero
su forma de gestión ya es acusada de concentrar las decisiones en un demasiado
pequeño comité que ignora a varios miembros de su gabinete, y de proponer
mecanismos centralizadores del poder. Veremos cómo estas características van a desenredar
esta madeja y si lo van a lograr. Algunos ya pronostican reveses para el PRI en
2015. De verdad es muy pronto para hablar de ello. Lo cierto es que si logra
sus reformas, tendrá que cuidar que lo más pronto se recuperen las cifras
macroeconómicas y lleguen al bolsillo de los electores.