Hace
poco más de dos semanas se dio a conocer la encuesta trimestral de GEA-ISA
sobre la popularidad del Presidente de México con resultados bastante
encontrados en relación a aquellos que sobre el mismo tema publicó ayer el
periódico Reforma, asunto que merece nuestra atención.
Según
GEA-ISA, la imagen de Enrique Peña Nieto cayó 10 puntos de abril a julio. Las
cifras para la actual administración resultan malas al grado que únicamente son
dos puntos superiores a la aprobación que tenía Felipe Calderón al finalizar su
sexenio, o sea 45% de los mexicanos aprueban su labor frente a 43% que
aprobaban al expresidente en noviembre pasado. Además otros datos hablan de que
no se percibe cambio alguno en la manera de gobernar: sólo 18% cree que el
nuevo gobierno es diferente y más de la mitad piensa que su papel respecto a la
pobreza, la seguridad o la corrupción es igual. En concreto casi 50% también
considera que la situación económica es peor que la del año pasado.
Otras
mediciones interesantes presentadas por esa casa encuestadora traducen: uno, poco
conocimiento de las medidas implementadas por Peña Nieto pese a su nivel de
exposición en los medios, ya sean éstas la Cruzada contra el Hambre e incluso
el Pacto por México del que sabe 40% de la población; dos, aún menos aprobación
del trabajo del gabinete e identificación de acciones de gobierno concretas; y
tres, una disposición de alrededor de 50% por participar en acciones de protesta
sobre los temas que más preocupan o sea el económico y la inseguridad, seguidos
de la corrupción.
La
información anterior se interpreta como que el crédito ciudadano con el que el
Presidente llegó a los Pinos empieza a terminarse. Los analistas de la
encuestadora dicen que los mexicanos tenían muchas expectativas en la
alternancia y no han visto resultados que lleguen a sus bolsillos, a pesar que
el tiempo corre. Por el contario persisten los problemas de empleo y los
precios de los alimentos han aumentado deteriorando a los grupos más
vulnerables, mientras el estancamiento de las clases medias se acentúa. Por
otra parte se mantiene la violencia en el país por lo que se han fortalecido
los grupos de defensa comunitarios. Todo ello explica que las acciones de
gobierno estén siendo poco valoradas en términos de beneficios concretos e
inmediatos.
En
contraste con estos resultados la publicación de ayer refleja una calificación
del trabajo del Presidente por parte de la ciudadanía que del primero de abril
al 29 de julio sigue siendo de 6.3. Por lo que toca a la aprobación de su
labor, ésta es del 52% de la población, incluso dos puntos superior que en la
medición anterior. Ahora bien, las cifras se presentan por rubros e incluyen
los porcentajes de desaprobación que en términos generales sí ha crecido de 30
a 38 puntos porcentuales.
Así
los rubros mejor calificados cuya aprobación mejoró 5% o más y que incluso disminuyeron en desaprobación
fueron narcotráfico, política exterior, seguridad pública y salud. En orden
decreciente salieron bien librados también: educación, combate a la pobreza y
política interna. En suma, en todos los rubros aumenta la opinión favorable
pero en algunos crecen también las críticas como en materia económica y en
lucha contra la corrupción.
¿Qué
hay entonces detrás de la disparidad de los resultados que se percibe en los
dos estudios aludidos? Creo que el asunto radica en el hecho que el periódico
Reforma presenta los resultados obtenidos en las encuestas a ciudadanos,
separados de aquellas opiniones que emiten los que ellos llaman líderes. Éstos
parecen tener un juicio muy distinto en tanto su calificación del trabajo del
Presidente Peña bajó en el mismo período de 7.1 a 6.5. En julio un porcentaje de
67% bastante mayor que el de la población en su conjunto aprueba la forma en
que está haciendo su trabajo, pero ello significa sin embargo un descenso de
once puntos porcentuales, mientras 32% contra 20% en abril desaprobaba su
gestión.
Entrando
en detalle, cabe señalar que no se presentan datos de evaluación del combate al
narcotráfico, pero para los líderes sólo en el rubro de seguridad subieron 7%
las opiniones favorables y casi igualmente disminuyeron aquellas desfavorables.
Ni siquiera la política interna, el combate a la pobreza, la salud o la
política exterior son rubros que no sean castigados, pero son los renglones del
manejo de la economía del país y de educación en los que más se resienten la
pérdida de confianza y el desacuerdo con las políticas del actual gobierno.
Para
mi, a diferencia de lo que expresen los analistas de GEA-ISA, lo que está
sucediendo es que la política de Enrique Peña Nieto sí está teniendo una buena
difusión mediática que se traduce en un apoyo sostenido de la ciudadanía en
general, mas empieza seriamente a recibir las críticas de los especialistas
luego de un comienzo de sexenio bastante espectacular que pudo haber
deslumbrado sobre todo por el Pacto que
no se esperaba, y de los primeros consensos legales que produjo, si bien hoy
pese a elecciones con resultados plurales las dificultades políticas del futuro
inmediato se hacen sentir en un contexto que complica una economía que no
mejora.
La
agenda legislativa es enorme. El Senado, que se ha convertido en un cuerpo muy
complicado más por las pugnas interpartidistas del PAN, no ayudó con su
negativa de trabajar de forma extraordinaria este verano, y en la Cámara de
Diputados este mes ya se evidenció que no se puede avanzar en temas polémicos,
si no se negocian en conjunto. Por ejemplo ni siquiera el PRI prefirió imponer
al consejero faltante del IFE si no podía venderle a mi juicio a los otros
partidos un acuerdo favorable para otros nombramientos, en un reparto una vez
más por cuotas como seguramente desearía hacerlo en octubre cuando postergando
esta selección podrían nombrarse cuatro miembros del Consejo General.
Así las cosas, si está
sintiéndose una lentitud en el avance de la agenda gubernamental, no debería
ella esclavizarse al trabajo parlamentario como parece que se está haciendo.