Las
elecciones del pasado 7 de julio en 14 entidades del país, más aquella
extraordinaria celebrada en un distrito de Sonora, primeras de este sexenio en
el cual el Partido Revolucionario Institucional (PRI) ha regresado al poder,
demostraron los alcances y deficiencias de nuestra joven democracia. Fue
evidente el clima de violencia y denuncias en las que fueron envueltas, el
desinterés también que despertaron en donde gobiernos y partidos se jugaban más
que la ciudadanía. Sin embargo pese al abstencionismo que reflejaron, soy de
las que creen que debe éste ponerse en perspectiva, que es de constatarse que
los electores demostraron más capacidad democrática que los propios políticos y
que el panorama que dejaron las contiendas rebasa la capacidad de análisis de
los especialistas.
Las
cifras electorales aún no oficiales ponen de manifiesto una pluralidad política
irreversible en el país. La proporción de quienes acudieron a las urnas fue mayor
en aquellas entidades en las que el voto se dividió más, y demuestra más
interés y conocimiento de la vida pública de la que generalmente se reconoce.
No valió así que los priistas ocuparan los Pinos y gobernaran diez de los
catorce estados para que el PRI fuera por ejemplo cuestionado en Coahuila en
donde se sintió el efecto Moreira, mientras en otros estados con la misma
presencia tricolor hegemónica como Chihuahua e Hidalgo la oposición casi no
pintara, o pintara menos como en Durango. A mi parecer hay igualmente pruebas
de un voto inteligente en el
comportamiento diferenciado de los electores en donde recién el PRI ha
regresado a los gobiernos estatales, y ello habla de menor apoyo a los
mandatarios de Aguascalientes o Tlaxcala que al de Zacatecas. En la lógica de
que la distribución del voto me ha parecido en buena medida una evaluación de
las administraciones regionales, me explico también la mayor capacidad del PRI
de competir de frente al gobierno de coalición de Oaxaca que opera en un
contexto político complicado, a diferencia de lo que sucede en Puebla en donde
los priistas se borraron.
Finalmente
quienes insisten en hacer parecer que la democracia mexicana es menos madura de
lo que lo es, son sobre todo los dirigentes partidistas particularmente del Partido
Acción Nacional (PAN) y del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Si el
PRI envuelto en contradicciones se jugaba en estas elecciones un predominio que
no le fuera contraproducente a su líder de facto Enrique Peña Nieto, las
cabezas de esos dos partidos enfrentaban a sus oposiciones internas con un
serio peligro sobre todo en el PAN de sucumbir si no levantaban a su partido
del tercer lugar en el que cayó en 2012, o demostraban en el caso del PRD que
podían vivir sin Andrés Manuel López Obrador. Así se explica su política de
acusación sin pruebas convincentes de que se habían reciclado los peores vicios
del pasado autoritario de México, política que se desplegó por adelantado a
resultados que pudieran serles adversos los cuales como pudimos constatar no lo
fueron. Lo hicieron según entiendo para protegerse, pese a que con ello dañaban
la legitimidad de nuestras instituciones. Lo que no entiendo es que ahora que
salieron airosos, más los panistas que los perredistas desde luego, insistan
todavía el fin de semana pasado en sus decires y exijan sic al Presidente
investigar y castigar a los delincuentes electorales para permanecer en el
Pacto. Su poder de amenaza puede estar fortaleciéndolos, pero debilita nuestra
democracia de la que no se pueden decir los únicos garantes.
En
este contexto los analistas poco ayudan cuando sostienen falacias como la de un
ambiente de violencia que inhibe la participación, cuando se ha demostrado que
no hay correlación entre el aumento del crimen organizado y el abstencionismo (un
ejemplo sería el mismo caso de Tamaulipas), o bien cuando sobredimensionan la
capacidad de los gobernadores de controlar las elecciones en sus entidades. Si
así fuera: ¿Cómo explicar las derrotas de sus partidos? ¿Como incapacidad,
quizás? ¿De verdad tenemos que creer por
ejemplo que en Quintana Roo y Veracruz
fueron más hábiles, más manipuladores Roberto Borge y Javier Duarte que algunos
otros colegas del mismo partido? ¿Debemos creer en mayor despliegue en dichas
entidades de recursos clientelistas? Los gobernadores tienen capacidad pero
limitada de operar a su favor y a veces, como en Sinaloa lo hizo Malova, no
operan exclusivamente para quienes los llevaron al poder.
Los
analistas caemos en ocasiones en explicaciones demasiado simplistas, como decir
que Baja California fue una concesión del gobierno federal a Gustavo Madero,
que reflejan un desconocimiento de los complicados mecanismos que construyen
las preferencias electorales y su expresión. Sí es cierto que a Peña Nieto le
convino que los priistas perdieran en la entidad, sí es cierto que el candidato
del PRI Fernando Castro Trenti ni era suyo sino del grupo de Manlio Fabio
Beltrones, sí es cierto que a los
priistas norcalifornianos los dejaron solos, pero el hecho es que los priistas
también llegaron divididos a la campaña, que menos desgastados que los panistas
en el gobierno estatal desde 1989 habían reconquistado gobiernos municipales
que no convencieron, que el estado es fuertemente bipartidista, que resultados
similares se vieron hace seis años y que la campaña de Francisco (Kiko) Vega
fue de más a menos, fue más efectiva y su triunfo confirmó la tendencia en el
país de que los resultados se definan por mínimas diferencias de donde las
coaliciones cuentan, como en este caso le favoreció al ganador el que el PAN
fuera con el PRD e incluso Nueva Alianza, mientras representó un serio peligro
la división de la izquierda o sea el que el Partido del Trabajo (PT) se aliara
al PRI e incluso Movimiento Ciudadano fuera independiente.
El hecho es que el estudio
de las pasadas elecciones se vuelve muy complicado por la interrelación de
demasiados factores y de lógicas encontradas, como las de los partidos mal
llamados chicos que se convierten en protagonistas que definen victorias y
derrotas. Al menos no caigamos en errores como seguir defendiendo la
centralización de la organización electoral a través de propuestas tales como
la necesidad urgente de crear un Instituto Nacional Electoral bajo pretextos
que estas elecciones dada la pluralidad que reflejaron echan abajo, como es
atacar de parcialidad a los institutos electorales estatales los cuales si bien
tienen que mejorar sus tecnologías como es la de los PREPs no son menos
controlados por los partidos que el mismo IFE, como vimos en la
larga discusión que culminó ayer en el Consejo General de las multas por
rebase de topes de campañas en el 2012.
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