El sistema de partidos construido en México
como resultado de la apertura política que como muchos saben se produjo después
de la reforma electoral de 1977, muy rápidamente quedó en tres partidos
grandes: el PRI que vio menguado su poder hasta perder la presidencia, pero la recuperó
en condiciones de una democracia limitada a través de elecciones competitivas
aunque inequitativas y no del todo transparentes; el PAN partido que nació como
reacción al semiautoritarismo del país y fue ganando espacios como oposición
leal hasta que en el 2000 el voto estratégico antisistema le dio la diferencia
que su electorado requería para llegar a los Pinos, donde se mantuvo por dos
sexenios luego de los cuales sufrió el desgaste de gobernar; y el PRD que tras
1988 unificó a la oposición de izquierda en un partido de tribus que hasta
ahora, con la escisión de Manuel López Obrador, venía resolviendo sus
diferencias internas. A estos tres partidos grandes, que tienen a nivel estatal
una presencia aún más diferente en el sentido de que en varias entidades ya sea
el PAN o el PRD no tienen ningún rol relevante, se le sumaron a lo largo de los
años varios partidos chicos algunos de los cuales desaparecieron para quedar
cuatro a nivel federal, a saber el PVEM, el PNA, el PT y MC, hasta el registro este
año de los tres partidos nuevos: el PES, el PH y desde luego Morena.
Estos son los partidos chicos de México que
ya no lo son tanto, si se toma en cuenta por ejemplo que en 2013 en las
elecciones locales aún sin los nuevos junto a los partidos locales casi
alcanzaron la cuarta parte de la votación. Además, cabe considerar que en la
medida en la que las elecciones se hicieron cerradas estos partidos se hicieron
más importantes porque el fenómeno de las coaliciones les permitió definir cada
vez más resultados, y vender su apoyo muy alto cuando la legislación les
permitió hacer convenios con los partidos grandes muy favorecedores para ello,
o bien que los votos se contaran de suerte que su fuerza quedara inflada. En
suma, poco a poco los partidos chicos ganaron poder, un poder para algunos poco
visible en tanto no han estado realmente en el juego nacional (no se sentaron
por ejemplo en la mesa del Pacto por México), pero a nivel subnacional sus
bancadas en los congresos crecieron (piénsese que NA es segunda fuerza en
Hidalgo) y sus gobiernos municipales y aún estatales (por ejemplo el gobernador
actual de Oaxaca Gabino Cue venía de Convergencia) se multiplicaron.
Ahora bien, en tanto la nueva legislación electoral
ya no va a contabilizar para el reparto de las curules plurinominales los votos
emitidos por las coaliciones, lo cual se piensa puede desincentivarlas porque
es más seguro el voto por el partido grande en coalición, y que el umbral de
votación para que un partido conserve su registro se ha subido a 3%, y también en
la medida en la que se cree con bastante razón que Morena va a golpear al PRD
pero sobre todo su golpe va a repercutir más en el PT y en MC por tener la
misma base electoral, hoy se cruzan apuestas sobre la capacidad que los
partidos chicos tengan de sobrevivir y los nuevos que no Morena de conservar su
registro.
De los partidos chicos que ya existían
seguro PT y MC serán los más afectados por la nueva realidad, lo que no quiere
decir que sea de la misma forma. Es cierto que por bastante tiempo parecía que el
PT a pesar de ser tan patrimonialista como MC, es decir a pesar de estar en las manos exclusivas de ciertos
políticos como el PVEM o el PNA, y también a pesar de tener ambos un original regional y un desarrollo por enclaves que fueron
ganando territorialidad, estaba mejor preparado que MC para enfrentar esta
eventual situación. Hoy las primeras encuestas sobre preferencias electorales
hacia el 2015, así como el análisis de sus circunstancias, sus ventajas y
debilidades parecen indicar lo inverso, es decir que el PT resulta estar en una
situación más vulnerable.
¿De qué preferencias hablo? Menciono por su
seriedad la encuesta del periódico Reforma del 6 de agosto pasado que le otorga
al PT 3% y a MC 4% de la intención de
voto. ¿Qué está sucediendo? A mi manera de ver Dante Delgado, exgobernador por
el PRI de Veracruz, fundador en 1999
de Convergencia, hoy MC partido del que
es líder, ha sabido adelantarse mejor al escenario que se le presentaría por tres
motivos principales. Primero montó la reconversión de Convergencia sobre una
demanda que fue penetrando en la sociedad
de frente al disgusto que generaron los pobres alcances de nuestra
democracia y la crítica a sus partidos políticos a saber las candidaturas
ciudadanas, las cuales antes de quedar plasmadas en la penúltima reforma
electoral de 2009-2012 y reglamentadas por la más reciente, ya eran
obligatorias en este partido en una proporción del 50% de sus postulaciones.
Segundo, ha sabido atraer a su partido ciertas figuras políticas importantes como
es en Guerrero el actual alcalde de Acapulco Luis Walton, o Alfaro en Jalisco
que en 2012 estuvo a unos cinco puntos de ganarle al PRI la gubernatura del
estado luego de tres administraciones panistas, o como va a poder ser también
Marcelo Ebrard quien ya fue a su última convención. Tercero, ya pasó la prueba
en 2013 siguiendo la estrategia de ir independiente, sin coaliciones, y le
llegó al electorado con su nueva imagen.
De tal manera que al menos a mí no me
extrañan los resultados de esas preferencias. Pareciera que Dante está sabiendo
posicionarse mejor en esta extraña etapa que será el 2015 en la que Morena en
un tablero totalmente modificado por su aparición también debe ir sin sus
socios naturales, sin que quiera decir ello que a mediano plazo MC no vaya a
acercarse a AMLO con mejores cartas que lo lleven a venderse mejor. Incluso he llegado a considerar que en
algunas contiendas del 2015 le hará a lo mejor el juego, como podría ser el que
Luis Walton se presentara como candidato de Morena para la gubernatura de
Guerrero, poniendo al PRD en serios apuros como serán los que tenga en el DF,
de suerte que creo que habrán grandes novedades en la política del país.
A saber, los
politólogos somos a manudo muy malos predictores.
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