Siendo
principios de año, se me ocurre compartir con ustedes una reflexión sobre la
importancia que el 2012 ha tenido para nuestro país desde el punto de vista
político y las perspectivas para 2013 en este renglón. México vivió la segunda
alternancia a nivel federal desde la apertura que hace treinta y cinco años nos
hizo transitar de un monopartidismo hegemónico que se instauró tras la
Revolución, a otro sistema de pluralismo limitado el cual caracteriza nuestra actual democracia aún
imperfecta.
Hace
un año se creía que el regreso del Partido Revolucionario sería arrasador; no
lo fue así. Los resultados de la contienda presidencial no fueron tan cerrados
como en el 2006 pero dejaron la prueba de que por más que el Instituto Federal
Electoral funcione óptimamente y cuente bien los votos, no conseguimos la
organización de elecciones plenamente creíbles para todos los ciudadanos. Así
enfrentamos los retos de hoy. La nueva correlación de fuerzas refleja una
sociedad dividida sobre la base de una realidad que puede parecer prometedora,
pero resulta también justificado ver con escepticismo. Me explico.
Entiendo,
sí, que existe un porcentaje importante de mexicanos que se entusiasma con el
gobierno de Enrique Peña Nieto que en un mes ha demostrado tener un empuje y
una capacidad de conducción política que se añoraban en las administraciones
panistas. Su programa recoge la concepción de quien pareciera ser un gran
estadista, en tanto su diseño parte de algunos principios claros, desemboca en ciertas
acciones precisas a emprender y logra concretar un gran acuerdo en torno a un
centenar de políticas. En efecto su capacidad de negociación ha sentado a su
mesa a dirigentes y gobernadores de los principales partidos de oposición.
Además
en el Congreso, en el período de sesiones que acaba de terminar, se ha avanzado
con una intensidad de la que no recuerdo precedentes. El expresidente Calderón
fue quien hizo posible la Reforma Laboral y avances importantes en cuanto a
transparencia gubernamental, objetivo que Peña Nieto también impulsó con la
redefinición del Instituto Federal de Acceso a la Información. A ello se añadió
los cambios a la Ley Orgánica de la Administración Pública, la Reforma
Educativa y la aprobación expedita de la Ley de Ingresos y el Presupuesto de
Egresos.
La
pregunta entonces es por qué, aún con estas pruebas de eficiencia, muchos no confían
en el nuevo gobierno. Creo que esos
mexicanos por una parte descubren que su discurso, basado en un gran
profesionalismo en el manejo de imagen y medios, está diseñado precisamente
para despertar esperanzas que pueden no tener sustento. Igual pueden pensar
como yo que, si bien el diagnóstico de la crisis de gobernabilidad y más aún de
la crisis del Estado en México es correcto, nuestros problemas, retos y
oportunidades se abordan de forma limitada en tanto las soluciones propuestas se
refieren casi exclusivamente a un fortalecimiento institucional en el contexto
de una democracia plural. Sin embargo el hecho es que los partidos políticos
han perdido representatividad y subsiste una parte de la sociedad que se siente
ajena e ignorada, pero también teme una regresión autoritaria con el PRI de
nuevo en los Pinos.
La
coherencia y eficiencia de este primer mes del sexenio no puede ocultarnos las
protestas del primero de diciembre pasado, ni la obscuridad del manejo de los
cuerpos de seguridad que las enfrentaron, ni más recientemente la marcha
silenciosa de los zapatistas del 21 de diciembre, con el anuncio el día 31 por
el subcomandante Marcos de que se darán a conocer varias iniciativas suyas de
carácter civil y pacífico. Así no se puede dejar uno de preguntar si en 2013 este
gobierno tendrá efectivamente un mayor control de la violencia y de la
inseguridad en el país, si los poderes fácticos sobre los que el Presidente se
quiere imponer no tendrán mayor capacidad de respuesta a la disminución de su
poder como demostraron las reacciones recientes a la Reforma Educativa del SNTE
bajo el liderazgo de Elba Esther Gordillo.
La
duda es qué tanto están planchados los pasos de Peña Nieto incluso al interior
de su propio partido, qué tanto cede más allá de su voluntad y si a mediano
plazo ello no se le revertirá. Por ejemplo ¿es todavía viable una reforma
energética en los términos que en su campaña proponía? O será que ahora éste se
concentrará, y ya es mucho, en la reforma hacendaria y en su gran proyecto de
reforma al sistema de salud. Y dos puntos más de la mayor importancia: ¿le
serán favorables las condiciones económicas y qué tanto más puede resistir una
sociedad con una estabilidad que hemos visto endeble?
Si
los retos políticos de México son muchos, los retos económicos y sociales no lo
son menos, de donde pese al espíritu festivo que debemos mantener por las
fechas, considero que el escepticismo sobre el sexenio que empieza es
justificado.
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