El
desencanto con un gobierno de alternancia que haya generado grandes
expectativas, puede llevar a un revés del que no se reponga fácilmente. Lo pienso
cuando reviso los últimos acontecimientos de la política en Francia y recuerdo
con qué entusiasmo en mayo del año pasado, al menos más de la mitad de la
población recibió el arribo a la Presidencia de Francois Hollande quien impidió
la reelección del cuestionado Nicolás Sarkosy, a quien incluso ahora se le
investigan ciertos actos así como sus gastos de campaña. Para este enero la
popularidad del actual Presidente ha bajado a menos del 40%, según un sondaje
que se publicó ayer en el periódico Nouvel
Observateur. Incluso 25% de las opiniones sobre él son muy negativas.
Cabe
señalar que la derrota de Sarkosy sumó a
su partido, la UMP, en la crisis esperada. En noviembre se celebraron elecciones
para renovar a su dirigencia que fueron impugnadas por fraudulentas. Tras una
larga negociación que llevó incluso a la escisión en la Asamblea de un grupo de
diputados en apoyo al exprimer ministro supuestamente perdedor en la contienda,
Francois Fillon, se optó apenas la semana pasada uno por una dirección
colegiada con el grupo de su contrincante, Jean Francois Copé, quien se había
declarado ganador y había asumido ya las riendas del partido y dos por la
realización lo más pronto posible, o sea este año, de nuevas elecciones.
La
importancia de esta disputa no es menor porque la mirada la tienen puesta ya en
la candidatura presidencial de 2017, en el marco de las dificultades que
enfrenta Hollande y la posibilidad de que los socialistas se queden en el gobierno sólo un periodo (que
en Francia es de cinco años). Pero las críticas le emanan a la actual
administración de éste y de varios frentes más. Veamos.
La
crisis económica que atraviesa Europa y toca a los franceses con una escalada
de desempleo incontenible, ha llevado a malabares para a través de cambios
administrativos poder hacer más con menos
y lograr ajustar el presupuesto sin reducir las inversiones sociales. En
esta misma línea se consideró exitoso el acuerdo logrado el viernes pasado para
reformar el mercado de trabajo, acuerdo que ha encabezado la secretaria del
ramo Marisol Touraine (hija del
prestigiado sociólogo Alain Touraine) y han avalado los principales sindicatos
del país, en un intento por conjugar más seguridad para el empleo y más
flexibilidad para las empresas. Mas sin embargo los ecologistas, el Frente de
Izquierda que comprende a la ultraizquierda y aún el ala de izquierda del
Partido Socialista han lanzado un llamado para no avalarlo, es decir no convertirlo
en ley, en tanto juzgan que el acuerdo se inclina a favor del patronato. Asimismo
se han anunciado movilizaciones de importantes organizaciones opuestas a la
conclusión del pacto señalado.
Los
dolores de cabeza no han de dejar al Presidente Hollande y tocan diversos
temas. Por ejemplo está el asunto de la discusión que a finales del mes, el día
29, se va a plantear en la Asamblea sobre la legalización del matrimonio y la
adopción para homosexuales, que fue una promesa ingenua de Hollande en campaña
y hoy ha sublevado a cientos de miles de franceses con el apoyo de las escuelas
católicas privadas. El domingo hubo una manifestación insólita en París de
cerca de medio millón de personas (según los organizadores), y eso que el
Frente Nacional de ultraderecha ha declarado en la voz de Marine Le Pen el que
prefiere no posicionarse ni participar
en esta discusión habiendo otros asuntos mucho más urgentes para el país, lo
cual no ha dejado de producir desconcierto y oposición al interior de ese
partido. Así es la derecha, bajo el principio de la violación a los principios
que fundan la familia, la sociedad y la civilización, la que está abanderando
la oposición a las uniones entre gays y al hecho que puedan adoptar hijos. Ahora
tratan de llevar el tema a un referéndum, instrumento que apoya para tal caso
cerca de 70% de la población mas puede no caber por no tratarse de una reforma
ni económica, ni social, ni ambiental.
A
lo ya mencionado se suman otros asuntos de importancia internacional, que
nublan todavía más el horizonte del gobierno francés. Primero la muerte el
jueves en París de tres militantes kurdos ligados al Partido de los
Trabajadores de Kurdistan, lo cual también llevó a una manifestación el fin de
semana desde luego menor. Piden el que el PKK no sea considerado una
organización terrorista, cuando lo que se busca es que se resuelva el problema
kurdo en Turquía.
Para
el colmo, la alerta terrorista ha subido de nivel (es nivel rojo sin llegar a
escarlata que es cuando un atentado es eminente) por la amenaza del movimiento
fundamentalista de África del Oeste de represalias por la intervención francesa
en Mali. En efecto Hollande decidió el viernes pasado mandar tropas a ese país,
en respuesta a la ayuda que le pidió su presidente Traore Dioncounda cuyo
gobierno lucha desde hace meses, casi un año, contra el grupo rebelde moujahidista
que ha venido avanzando desde el norte del país y se acerca cada vez más a
Bamako la capital, por lo que ha convocado a los ciudadanos a unirse para
reconquistar el territorio perdido aunque de hecho decenas de miles de malis (se
habla de 30 000) huyen de los combates. A este esfuerzo se sumaron Nigeria y
Senegal, además de que varios estados incluyendo Estados Unidos manifestaron su
preocupación (incluso el Reino Unido, Bélgica y Dinamarca mandaron equipo),
como bien lo ha anunciado el Secretario de Asuntos Exteriores Laurent Fabius
quien aseguró también el apoyo de la ONU. Pese a los logros que aparentemente
está teniendo la operación en tanto los bombardeos han llevado a los rebeldes a
replegarse, la baja de soldados franceses ha comenzado y el gobierno socialista
ha tenido además que responder por el fracaso la madrugada del sábado de una
operación de rescate de un rehén francés, Denis Allex, que permanecía desde julio
del 2009 en Somalia en manos de los Chabaab.
Demasiados
problemas son todos estos para el Partido Socialista en el poder en Francia, como para mantener esperanzada a la
población. Y eso que no mencionamos ni los desafortunados cortes eléctricos, ni
la huida de millonarios para evitar iniciativas fiscales que los tienen en la
mira. Al respecto, gran escándalo hizo el caso del actor Gérard Dépardieu.
La
baja de popularidad de Hollande se queda incluso corta en reflejar el
desencanto. Finalmente me digo yo al repasar estas noticias: en nuestro
país un sexenio como el de Enrique Peña
Nieto, que ha comenzado con gran dinamismo y eficiencia política, puede muy
pronto también ver desmoronarse las simpatías que produce y acabarse esta luna
de miel que vive con sus debilitados opositores, panistas como perredistas. Su
contexto político no es menos difícil; sus retos no son menores; algunos
coinciden. Mientras no haya en México resultados, todo prende de alfileres para
los priistas. Lo deben entender los organizadores de su próxima Asamblea.
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