miércoles, 27 de junio de 2012

De política y amor


En la soledad de la casilla, el próximo domingo, los ciudadanos emitiremos nuestro voto. Lo haremos más determinados de lo que creemos y quisiéramos por diversos factores, desde nuestras instituciones mismas que nos hacen por ejemplo votar a la vez presidente, legisladores y algunos gobernadores, nuestra concepción que tenemos de la historia política de México, sus necesidades, nuestra opinión sobre sus gobernantes pasados y presentes, la fuerza que tienen los partidos, el impacto que han tenido en nosotros las campañas, nuestra opinión de los candidatos, lo buenos y malos que nos parecen, lo que creemos que representan, hacia donde pensamos que podrían llevar al país.

Cuando se den a conocer los resultados los estudiosos en temas electorales, en lugar de predecir para lo que somos bastante malos, trataremos de explicar lo sucedido. Se avecina más fácil de interpretar la contienda presidencial que las demás, en las que se cruzarán diversos factores. Apartemente la presidencial se jugará en esencia entre el nivel del agotamiento y decepción que puedan haber producido los gobiernos panistas, la inevitabilidad del regreso al poder del candidato priista que llegó a unir a su partido con toda su fuerza regional y contó con el apoyo de indudables poderes fácticos, el sentido que para muchos y sorpresivamente para bastantes jóvenes todavía tiene la aversión a un partido que nos gobernó por décadas en condiciones de hegemonía, y nuestra capacidad de confiar en la existencia y viabilidad de un proyecto realmente alternativo a los márgenes en los que se ha movido la política nacional durante los últimos treinta años.

Por mucho tiempo se creyó que el voto era menos cognitivo de lo que es, que la gente votaba como sus padres, esposos y vecinos, como sus colegas y amigos. En muy buen grado no lo es, sobre todo en la medida en la que el nivel de estudios es mayor. Es decir hay mayor tendencia de la que se creía a decidir conscientemente la orientación partidista, pero ello no quiere decir que no seamos presas de contextos y sobre todo de emociones.

De las múltiples razones que explican el desarrollo de la política y del ejercicio electoral, una de las que me más me fascina es el amor. Las carreras políticas, la constitución de camarillas, las escisiones partidistas están plagadas de historias de familias, parejas y traiciones. Los electores también responden a ellas según sus propias vivencias. Para no interferir para nada en la decisión que tomen sobre nuestro propio destino nacional, voy a referirme a un ejemplo que está en el centro de la actual conducción de la Asamblea Nacional en Francia para cerrar mi ciclo de comentarios de este proceso electoral.

El pasado domingo 17  se llevó a cabo en este país la segunda vuelta de la elección parlamentaria. Fue, como se veía venir, una gran victoria para los socialistas porque ganaron la mayoría absoluta necesaria para sacar adelante su proyecto de menos austeridad y más crecimiento en una economía en recesión. Su bancada contará con al menos 291 diputados, 280 socialistas más once de diversas izquierdas inscritas al grupo. Como previsto, el partido antes gobernante el UMP tendrá alrededor de 217 diputados y enfrentará una gran lucha por su liderazgo.

Las sorpresas fueron otras. Por una parte tanto Marine le Pen como Francois Mélenchon que la desafió, dirigentes del Frente Nacional  y del Frente de Izquierda respectivamente, perdieron su lucha por llegar a la Asamblea. Aquí también se impusieron los socialistas. Sin embargo la extrema derecha tendrá dos asientos en la misma.

Mas el mayor fracaso de los socialistas fue en la región de La Rochelle el de Segolene Royal, excandidata presidencial por su partido en 2007, excompañera del actual presidente y madre de sus cuatro hijos. Habiendo compartido codo a codo con él una carrera paralela, no llegó a su lado al Eliseo porque hace unos siete años la pareja se deshizo y Francois Hollande emprendió una nueva vida con la periodista Valérie Trierweiler. Sin embargo, después de haber apoyado a Hollande con energía, tras no haber obtenido otra vez para ella misma la candidatura presidencial, la esperanza política de Segolene Royal era la presidencia de la Asamblea. Para ello tenía que ganar esa diputación que no pudo, por una parte por la indisciplina del que se suponía su compañero de partido, Olivier Falorni, quien se opuso a su nominación, promovida por el mismo Hollande y supuestamente basada en las cuotas de género, y se postuló también; y por otra parte, por el apoyo que recibió éste a través de un ahora famoso twitter de Valérie Trierweiler.

Habrá ganado Falorni, pero los socialistas no lo quieren con ellos. Habrá ganada Hollande la mayoría absoluta que deseaba en la Asamblea, pero tendrá que poner orden en casa.

Esta historia demuestra que las elecciones y la política están mucho más permeadas de los que se quisiera por los asuntos privados, y que conllevan consecuencias.
         
En suma, el presidente francés podrá legislar sin ayuda ni de los radicales, ni de los verdes. En efecto los socialistas no requieren que se integren a ellos ni los 13 diputados de extrema izquierda  ni los alrededor de 20 ecologistas. No obstante todos se preguntan adonde quedó su pretendida presidencial normal que dejaría atrás los problemas sentimentales que enturbiaron el periodo del expresidente Nicolás Sarkosy.

Entre tanto Bruno Le Roux fue electo presidente de la bancada por aclamación, pues no tuvo contrincante. Para la presidencia de la Asamblea el plan A era Segolene Royal. Con su derrota se desarrolla un plan B. En la misma tónica de la igualdad hombres-mujeres en la distribución de los puestos de responsabilidad, la primera idea de Le Roux fue tratar de convencer a la ministra de la Reforma del Estado, Marylise Lebranchu que se lanzara, mas frente al rechazo de la misma se aceptaron cuatro candidaturas de las cuales sobresalió la de un varón Claude Bartolone por lo que no parece que vaya a tener contrincante en la segunda vuelta del día 26.

La paridad de género se espera lograr a través de otros cargos de responsabilidad. Esperemos que no sean más las mujeres las que ridiculicen el quehacer político con historias de pasiones, celos y odios.

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