miércoles, 27 de junio de 2012

Sobre sistemas políticos, competitividad y gobernabilidad


La contienda presidencial se está poniendo más interesante, más competitiva si bien no se sabe bien a quien creer en cuanto a sondeos de preferencias electorales se refiere y tampoco se sabe cuánto cambiarán éstas  después del debate del domingo en el que finalmente no hubo sorpresas  a pesar de que vimos a una Josefina Vásquez Mota más aguerrida en esta última oportunidad para reposicionarse y a un AMLO engrandecido por la innegable tendencia a la baja de EPN en las últimas dos semanas, al cual sin embargo no sacó de su estrategia de moderación.

Dicho esto, no creo que alcance el tiempo para que cambien los resultados esperados en la jornada electoral, si bien estos movimientos de las tendencias son importantes para la calidad democrática del país porque pueden tener varias consecuencias que considero bienvenidas. En un primer plano veo las nuevas consideraciones que se podrían tener al momento de la constitución del próximo equipo de gobierno y la dinámica diferente en que se podría desenvolver la nueva administración. En otro plano considero asimismo que otra consecuencia  podría ser asimismo la composición que pudiera alcanzar el nuevo Congreso.

Con el cuidado necesaria que hay que tener cuando se hacen  predicciones que siempre son aventuradas, a mi parecer la política de movilizaciones recientes contra Peña Nieto y los medios no va a lograr evitar de aquí al primero de julio que el PRI llegue nuevamente a la presidencia; sin embargo, dado el arrastre del voto que produce la elección presidencial en las otras elecciones simultáneas (el cual es un fenómeno bien estudiado en la ciencia política) es posible que el aumento del voto a favor del PRD se traduzca en la mayor fortaleza que vayan a tener sus bancadas en las cámaras a través no tanto de la distribución de las asientos uninominales sino de los plurinominales, ya que la votación perredista se encuentra muy concentrada y en varios estados de la república se puede prever que no produzca triunfos distritales.

Así, me pregunto así si otra vez la izquierda mexicana le deberá un favor a la tenacidad de AMLO, pero asimismo reconozco que es deseable un relevo generacional en el liderazgo de la misma hacia posturas menos radicales e institucionales que rebasen las manifestaciones, tengan pronunciamientos concretos y enriquezcan el debate público.

En fin si la votación por el PRD sigue creciendo, es mucho más  posible que el PRI no gane la mayoría absoluta en el Congreso, la cual ha buscado para según los priistas reconquistar la gobernabilidad en México que según ellos se perdió desde 1997 cuando aparecieron los gobiernos divididos.

Este escenario no parece gustarle a muchos, pero yo discrepo con ellos.

En un sistema político como el francés, la falta de control por parte del Presidente de la mayoría en la Asamblea lleva a las famosas cohabitaciones y a la caída de gabinetes enteros cuestión que hace el ejercicio de gobierno muy complicado y poco eficiente. Esto es lo que por cierto se está jugando en la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias del próximo domingo, en el entendido que la primera vuelta fue el domingo pasado. Los socialistas, después del triunfo de Francois Hollande, buscan los resultados que les permitan implementar su proyecto político y según los pronósticos parece que lo van a lograr.

Pero en México la situación es otra. El tema es complejo. De hecho se remonta a la constitución de 1856 que determinó para el país una presidencia débil frente al legislativo, situación que no se pudo  resolver  ni Juárez ni Lerdo y no fue hasta el porfiriato que el Congreso quedó bajo el control de Díaz no a través de la modificación de los arreglos institucionales, sino de las reglas informales que éste fue adoptando para gobernar por encima de todos, manteniéndolos divididos y a la vez delegando importantes esferas de poder.

La Revolución no produjo tantas transformaciones en este renglón como algunos creen. La independencia del Congreso respecto al poder Ejecutivo fue bien corta y pronto, a través del partido hegemónico, los presidentes en turno lograron el control de diputados y senadores.

Sin embargo, la pluralidad política de las últimas décadas la cual sobrevino sin una verdadera reforma del Estado ha hecho muy difícil sobrevivir en estas condiciones de distribución de funciones y relación entre poderes. De aquí que se piense en la inminente necesidad de construir mayorías parlamentarias.

Es cierto que tenemos de los peores arreglos posibles: un sistema presidencial con pluripartidismo y sistema de representación mixto y que tenemos que revisar urgentemente nuestra ingeniería, pero sin olvidar que la gobernabilidad no se decreta, sino la produce el arte de la política.

México ya ha perdido demasiadas oportunidades. Si se da la doble alternancia en un ambiente de pluralidad, podemos aprovecharla para construir la democracia fuerte que merecemos en la que convivan las distintas posiciones y se generen las negociaciones necesarias para producir los cambios concertados que requerimos.

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