miércoles, 27 de junio de 2012

De campañas e imprevistos


Desde que en México se aceleraron los tiempos electorales los analistas políticos hemos estado al acecho de los improvistos que puedan hacer más interesante nuestro trabajo, de frente a la definición de preferencias tan claras que lleven a elecciones en las que ganen con seguridad los que ya todos sabían que lo harían. De aquí el interés que han provocado las manifestaciones anti peñistas que se desarrollaron a partir de la visita del candidato del PRI a la Universidad Iberoamericana. Algunos se alegran de que se ponga color a las campañas, otros de que se obstaculice el regreso del partido que hace doce años fue desplazado del poder después de mantenerlo por más de setenta.

Veo con gusto las manifestaciones políticas que demuestran  interés por los asuntos públicos por parte sobre todo de una juventud que a lo mejor hubiéramos creído más apática, y sin embargo me preocupa que sea presa de posiciones antidemocráticas que descalifican a los punteros de las contiendas -o a quienes los apoyan- sólo cuando no son afines, o bajo argumentos poco convincentes como que representan el antiguo régimen o que son producto de los medios. Son posiciones peligrosas porque esas sí nos regresan al viejo fantasma del fraude electoral y lejos de fortalecer, debilitan a las posiciones críticas a nuestro sistema político.

A mí también me preocupa no que el priismo regrese al poder, porque habrá sabido hacerlo en un contexto de competencia, sino la ventaja con la que pudiera hacerlo de la que deduzco que quizás la derecha se reponga difícilmente de su derrota y caiga en divisionismos que le impidan ser la oposición constructiva que llegó a ser, y que la izquierda sea rebasada por posiciones antiinstitucionales y se vea obligada a arrinconarse en el Distrito Federal como único bastión. Me pregunto cómo entonces vamos a salir de nuestra endeble democracia, si prontamente sorprendida por movimientos que no articulan los partidos políticos, cómo se va a hacer un contrapeso al poder presidencial si llega a ser que el PRI conquista la mayoría absoluta en el Congreso. Recordemos además que puede quedarse hasta con veintitrés gubernaturas, si gana Jalisco, Morelos, no pierde Tabasco y más adelante se hace del gobierno de Chiapas. Es una situación que puede suceder y que los interesados en la pluralismo político, de frente al priismo, deben asumir sin intolerancia y con responsabilidad democrática.

Pero las sorpresas empiezan a darse no sólo a nivel de las elecciones federales, las elecciones estatales tan olvidadas también están ofreciendo interesantes paradojas. Tomemos el caso mencionado de Jalisco.

En 1995 tras el último gobierno del PRI de Guillermo Cosío Vidaurri que sufría de ilegitimidad y era acusado de nepotismo y favoritismo, tras la tragedia de la explosión  en la capital de 1992, la creciente inseguridad en la región y  el asesinato del Cardenal José de Jesús Posadas Ocampo de 1993, en el impulso que cobraba entonces el cambio político en el país, llegó el PAN al poder estatal. Con el desgaste producto de tres gobiernos panistas, el de Alberto Cárdenas Jiménez, el de Francisco Ramírez Acuña y el de Emilio González Márquez quien hace seis años ganó ya  con cierta dificultad dado la reposicionamiento del priismo que siguió recuperando espacios en la entidad, la contienda actual se inició con una comodísima situación para el abanderado del PRI Jorge Aristóteles Sandoval Díaz cuya postulación manejó con habilidad su partido, contrariamente al divisionismo que permeó al PAN cuyo candidato resultó ser  Fernando Guzmán Pérez. De tal forma el PRI se situaba treinta puntos por encima del PRI en preferencias.

Como Enrique Peña Nieto en la contienda presidencial Aristóteles Sandoval se ha mantenido, pero Fernando Guzmán ha venido decreciendo en preferencias a favor aquí no del candidato del PRD sino del candidato del Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano, Enrique Alfaro Ramírez quien tras militar en el PRI rompió con él en 2005, apoyó a Andrés Manuel López Obrador en 2006, fue diputado local y luego presidente municipal de Tlajomulco por el PRD partido con el que tiene conflictos desde el año pasado y con quien no quiso conservar el arreglo para presentarse como candidato por toda la izquierda. Alfaro fue muy hábil al anunciar que rompía con la dirigencia del PRD, no con los perredistas. Al irse sólo como candidato de un  movimiento ciudadano y de la organización de AMLO MORENA ha podido no sólo conservar viejos apoyos, sino también hacerse de la simpatía de algunos grupos políticos que decidieron abandonar al PRI y hoy hace también un llamado a los panistas, no a aquellos que en sus palabras representan la personificación de los males contra los que lucha, sino a aquellos que creyeron que el PAN podría impulsar la transformación de fondo en Jalisco, la cual no se ha logrado mas no puede lograrla a su parecer el PRI. Esta opción antipriista va creciendo y ya hay quienes anuncian si bien no una coalición formal, sí una posible declinación del candidato del PAN, lo cual sí llevaría al PRI a enfrentar un contrincante con posibilidades de ganar.

La fuerza con la que el PRI construyó el escenario de su posible regreso tanto al poder federal, como a ciertos gobiernos estatales, ha llevado a que las contiendas se expliquen otra vez como en 2000 a través del eje PRI- anti PRI de forma tal que pareciera que ni en Jalisco ni a nivel federal fuero otro el partido en el gobierno y el PRI representara cambio, guste o no. Los anti priistas sólo saben lo que no quieren, no lo que quieren ni cómo lograrlo, su opción no obedece ni a principios ni a programas. Nuestra democracia y las mayorías que generan merecen oposiciones menos incendiarias y más serias.

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