lunes, 29 de noviembre de 2010

A PROPÓSITO DEL TEXTO DE CAVAROSSI Y A MANERA DE CIERRE DEL SEMESTRE

En este curso hemos visto qué son los partidos políticos, hemos hablado de su origen, estudiado los diferentes tipos de partidos que hay y su evolución. Llegamos así al análisis de la crisis de las modalidades de articulación y representación de intereses en las sociedades contemporáneas: la crisis de los partidos políticos y de la política.
Efectivamente los partidos políticos han disminuido su rol de agentes de representación política y de organizadores de la sociedad civil. De ahí el ambiente de descomposición de los sistemas partidistas.
Paradójicamente esto sucede en varios países de América Latina en el doble contexto: uno de una consolidación democrática producto de una evolución institucional y dos de la globalización que ha estrechado el ámbito de las opciones políticas y ha socavado las funciones ideológicas y programáticas de los partidos.
La volatilidad electoral y el desalineamiento son productos de estos fenómenos.
La representación se ha desmasificado, sin embargo subsiste, e incluso ha prosperado en política, el patrón clientelista. La movilización electoral es más profesional. Los partidos compiten por captar el voto de los electores no fieles, sobre la base no de patrones de organización o de programas, sino de relaciones de intercambio más de carácter individual y de la imagen de los candidatos.
La política gira en torno de personalidades dominantes, o camarillas de notables, que guardan independencia de sus partidos. En este sentido se ha reoligarquizado.
En suma ha habido consolidación democrática, pero la política carece de legitimidad. Hoy en día los partidos son muy maleables y débiles.
Los partidos se han convertido en gerentes de la cosa pública: a través de su desempeño electoral se eligen gobernantes que llevan a cabo sus funciones con el sello de sus partidos.
Pese a ello, hay un déficit de consolidación de una verdadera ciudadanía, de una ciudadanía plena.
Para recobrar legitimidad, el quehacer político debe dejar de ser remoto, debe de ser transparente y someterse a la evaluación ciudadana.
Los partidos hoy operan bajo gran tensión. Están atrapados por el mercado y son rebasados por los movimientos sociales y todos los grupos de presión con acceso directo al gobierno, por la introducción en los sistemas de mecanismos de democracia directa y por los candidatos independientes.
Pese a todo, los partidos son necesarios para el funcionamiento de las sociedades democráticas contemporáneas. Hay que defenderlos, alentar en ellos una vida democrática y evitar que caigan en el autoritarismo.
Mi opinión es que estas observaciones aplican perfectamente al estudio del sistema partidista en México, el cual crece con la modificación gradual de una legislación electoral que liberaliza al sistema de partido hegemónico que teníamos, al perder éste capacidad de incluir a capas crecientes de población. Sin embargo el nuevo sistema quedó estacionado en tres partidos grandes más cuatro o cinco pequeños partidos, conformación que se reduce a escala estatal. Si bien los partidos consolidan cada vez más un voto duro, una capa de población importante no encuentra opción que la representa, mientras la ineficiencia gubernamental y las luchas partidistas los desalientan de una política que no los convence, políticos que los decepcionan y una democracia que parece salirles muy costosa y ser poco productiva.
La solución no está por el lado de debilitar a las instituciones, sino por el lado de encontrar nuevas ingenierías democráticas que fomenten mayor representación y reactiven a la ciudadanía, a la vez que permitan gobernar con mejores resultados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario