jueves, 21 de mayo de 2015

Opciones ciudadanas de frente a la crisis del sistema electoral

¿Qué  opciones tenemos los ciudadanos que estamos conscientes de la crisis del sistema electoral en México, una crisis que incluye  a los árbitros de las contiendas y a los partidos que participan en ellas? ¿Qué podemos hacer: abstenernos, votar nulo, por candidatos independientes, optar por el voto útil o quizá votar diferenciado? En este comentario quisiera explorar, primero, las razones de nuestro desconcierto, y segundo, estudiar las alternativas que tenemos.
No hay duda de que nuestro sistema electoral atraviesa uno de sus peores momentos desde la apertura política que nos hizo salir de un México de partido hegemónico a un multipartidismo bastante limitado y una democracia gris. Este sistema lo hemos venido construyendo en un proceso continuo de reformas que no acaban de dejar conforme sobre todo a los perdedores, quienes ven en las insuficiencias de la normatividad las razones de sus derrotas y promueven nuevas condiciones que creen van a favorecerles. La situación es de una gravedad tal que desde ya en este 2015 se duda de la imparcialidad de los árbitros, y puede preverse que muchos procesos se judicializarán.
Sobre esto último, recuerden ustedes que la ley incluyó la nulidad de las elecciones por rebase de topes de campaña en condiciones muy competitivas y resultados cerrados, como serán por ejemplo los de las elecciones para gobernador en varios estados. En consecuencia, impugnaciones tendremos a pasto, muy probablemente. Por lo que se refiere a los árbitros han tenido que enfrentar múltiples presiones, y han dejado insatisfechos a diestra y siniestra. Para muchos tardíamente el INE ha multado al Partido Verde Ecologista, pero lo ha hecho con tibieza cuando bien podría quitarle el registro. Para otros no mide violaciones que ha cometido Morena con la misma vara, e incluso se ha llegado a acusar al Presidente de su Consejo General de conflicto de intereses con Andrés Manuel López Obrador. Para algunos el Tribunal no debió haberle bajado a Marcela Ebrard su candidatura plurinominal de Movimiento Ciudadano, aduciendo simultaneidad de su participación en un proceso de este partido con llevado a cabo en el PRD, para otros el INE se hizo cómplice del exjefe de gobierno del Distrito Federal aceptando el que pueda ser candidato suplente.
A decir verdad, la ley electoral vigente aprobada en 2014 en un contexto de intercambio político no resulta por un lado totalmente clara y se presta a discrecionalidad (de aquí por ejemplo las contradicciones entre árbitros que están haciendo escándalo esta semana en cuanto al financiamiento de las campañas de los candidatos independientes), y por otro lado, no se superó el que la composición de sus cuerpos tuviera carácter partidista y que en sus decisiones jugaran intereses diversos.
La crisis de los partidos no es menor. Es una crisis que puede ser vista desde dos perspectivas. La de no representar opciones políticas indiscutiblemente distintas, que encuadren a la ciudadanía en la idea de país que quieren de frente a sus problemas y la manera de enfrentarlos. Los chapulines que brincan de un partido a otro no son de gran ayuda a esta crisis de representación. Pero la crisis además es un derivado no sólo de su falta de mensaje, sino de que en el poder todos han sido bastante ineficientes, además de que han caído en vicios semejantes y han incurrido varios de sus gobernantes de forma generalizada en escándalos de corrupción y hasta complicidad con el crimen organizado.
De frente a esta situación no resulta extraño el que el abstencionismo pareciera que va a ser el gran ganador en la próxima jornada electoral, salvo quizá en las entidades en donde se llevarán a cabo elecciones para gobernador reñidas y que están motivando el interés social, elecciones donde parece que se va a jugar algo, cuando a pocos les interesa la composición que pueda tener la Cámara de Diputados en una legislatura que no tendrá la magnitud de tareas que ha tenido la saliente. El camino del abstencionismo es para muchos manifestación de desencanto, e incluso para algunos pretende ser un tache activo a la vida política de este país que poco les convence y desearían que cambie. Estos abstencionistas se sitúan en el extremo opuesto de quienes se quedan en su casa el día de las elecciones porque el tema del poder  les es ajeno, y quien lo detente poco les importa.
Sin embargo, desde el 2009 hemos visto crecer otra reacción a la crisis del sistema electoral en México que es el voto nulo, opción para la cual se ha venido armando como entonces una campaña, cuyo alcance actual es una incógnita. Al voto nulo se ha hecho llamado como un mensaje para los partidos que la ciudadanía está inconforme y que no está de acuerdo en aceptar el conformismo que significa votar por ellos, cuando ninguno se lo merece. Sus promotores creen que este movimiento deslegitima al sistema y puede hacer cambiar las reglas. Incluso hay quienes ya apuntan por donde deben ir esas modificaciones, y han avanzado varias ideas (algunas muy interesantes y otras de verdad criticables).
Mi opinión es que por ahora abstenerse por posición crítica como anular el voto no sirve, si bien desde luego la ciudadanía a mediano plazo tendría que luchar para que sirva, por ejemplo para restarle financiamiento a los partidos o anular incluso elecciones, igual para que haya más injerencia ciudadana en la vida de los partidos por ejemplo a través de listas de candidatos plurinominales abiertas. Pero, por Dios, no se puede asociar el voto nulo a futuras discusiones sobre el financiamiento de los partidos, la relación entre diputados uni y plurinominales, la cláusula de sobrerrepresentación o el umbral para que un partido mantenga el registro. El sistema de partidos no va a ser más representativo si es menos amplio, o si se dificulta la creación de mayorías, ni las elecciones más legítimas si son más baratas. Es más complejo.

Queda entonces con todo y descontento el pensar más el voto, el votar más inteligente entre lo que tenemos midiendo el impacto  de nuestra decisión, según el voto que emitamos. Son varios. Conviene distinguir las elecciones de suma cero con un solo ganador, las de gobernador, las delegacionales en el DF hoy por hoy, pero no así las de las presidencias municipales con cabildos con representación proporcional o las legislativas. En las circunstancias actuales, el voto útil por una asegunda opción puede ser interesante, como lo puede ser el voto por los candidatos independientes cuando verdaderamente lo son (que no siempre es el caso) o el voto diferenciado, en la perspectiva no de  constituirse en voto duro de ningún partido, sino de crear contrapesos para el ejercicio del poder. Por eso estoy de acuerdo con quienes sostienen que distribuir el poder es otra forma de decir que las cosas no están bien, una forma digo yo que no debilita nuestras instituciones, reconoce que los partidos no tienen puro de malo, y que por ahora no podemos prescindir de ellos.

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