martes, 4 de marzo de 2014

La detención del Chapo

25 de febrero

Me ha resultado imposible evitar el comentario de la aprehensión del Chapo Guzmán a pesar de que el tema de seguridad no es de mi especialidad y que hace quince días me referí a Michoacán. Este arresto refleja una conducción política que reconoce atinadamente que la reconstrucción del Estado de derecho y de la efectividad del Estado son requisitos indispensables para desempantanar al país. En este sentido produce una esperanza que sin embargo fácilmente ahoga la incredulidad y la falta de confianza típicas de nuestra cultura, de tal suerte que injustamente se le restan por principio méritos al gobierno. La verdad de las cosas es que, si bien entiendo este escepticismo, no quiero dejar de señalar que el golpe del equipo de Enrique Peña Nieto no ha sido sólo al narcotráfico sino también a sus críticos, particularmente a los partidos de oposición a los que deja en difícil situación.

Antes de tal aprehensión a casi dos meses  de este 2014 era fácil de señalar que había una lentitud en la política presidencial, comparada con la hiperactividad que se mantuvo en 2013 para la aprobación de las reformas energéticas. La reformulación de la estrategia en Michoacán se vio más bien como respuesta al reclamo de dirigentes extranjeros sobre la situación persistente de violencia en México. Todavía el viernes se discutía también la decisión de relevar la policía estatal y municipal asignada en Chilpancingo y de que, mientras sus miembros eran sometidos a un proceso de evaluación y capacitación, la Policía Federal asumiría el mando con el proyecto de hacer próximamente lo mismo en Acapulco. Igualmente, en el tema de las autodefensas, seguía latente la valoración de la alianza con estos grupos y de su penetración por el crimen.

Por otra parte, la cumbre de mandatarios del Norte en el marco del vigésimo aniversario del TLC realizada la semana pasada en Toluca le pareció a la mayoría de los comentaristas, y al público en general, chiquita y pobre en resultados. Pero lo que sin duda fue más pobre fue la capacidad gubernamental de difundir arreglos que tienen su relevancia como son entre otros el pacto de crear un Plan Norteamericano de Transporte, el que se convino simplificar requisitos aduaneros, la extensión del programa Viajero Seguro, y ojo porque tiene que ver con nuestro tema central, el que se destacó la importancia de la coordinación entre dependencias y del intercambio de información en la lucha contra el narcotráfico y el trafico de armas y personas.

En este contexto crítico, los panistas encontraban la posibilidad de ahuyentar la atención sobre las pruebas de corrupción de sus legisladores y del presupuesto faltante en la administración pasada de su partido, y sobre sus divisionismos internos de frente al cambio de su dirigencia. De igual forma los perredistas, en el mismo proceso, disimulaban el que incluso el ala moderada de los chuchos no termina de ponerse de acuerdo si apoyar a Carlos Navarrete o a Cuauhtemoc Cárdenas y el que Marcelo Ebrard coquetea con Movimiento Ciudadano.
Así las cosas todos nos quedamos mudos el sábado con el arresto limpio del Chapo, sin disparo alguno, que no se puede negar es producto del cambio de política que privilegia la estrategia sobre el enfrentamiento, la coordinación no sólo horizontal y con Estados Unidos (en un mayor respeto de nuestra soberanía que sólo obscureció el que desde  allá se haya filtrado la noticia), sino también vertical con las distintos niveles de poder. Así, me parece simplista creer que al Chapo lo hubieran podido atrapar en cualquier momento y que hasta ahora quisieron hacerlo. Me parece sí que esta vez se buscó su aprehensión cuando hubieron las condiciones, cuando las instituciones están funcionando mejor y que se han dado otros pasos, en otros frentes, en la lucha contra el crimen organizado, cuando pueden controlarse mejor las posibles consecuencias negativas de la aprehensión del líder del cartel de Sinaloa, ya que puede haberlas como vimos en el sexenio pasado con la detención de ciertos capos que desmembraron para mal a las organizaciones con efectos como el de Michoacán.

De paso, a pesar de haber criticado con vehemencia en su momento la lucha incesante de Felipe Calderón en este terreno, quiero reconocer que sentó las bases de la inteligencia que hoy ha mejorado Peña Nieto y que el que entonces la mayoría de los gobiernos estatales estuvieran fuera de su control impedía cualquier coordinación que se buscara.

En suma, se ha informado que detenciones recientes llevaron a un celular del que rastrearon llamadas, lo que junto a la información de los detenidos y la tecnología de los norteamericanos permitieron en las últimas semanas acorralar al Chapo, perderlo y finalmente localizarlo. Algo había cambiado: el personaje que hace trece años compró a quien tuvo que comprar para escapar de la cárcel, en esta ocasión no fue alertado por nadie. La cadena de corrupción que lo salvó esa y quizás muchas veces más, cadena que hoy tiene que estudiarse para castigar a los culpables y llegar a los responsables de su protección, ya no operó.

Sobre la base de los límites con los que la política de seguridad pudo implementarse en el pasado, hoy se tiene que esclarecer lo que haya sucedido cuando el PAN estuvo en el poder federal, como debe esclarecerse lo que pasó durante los dos últimos sexenios priistas en los que también hay pistas de un combate selectivo al narco.

Haría mal el gobierno actual de dormirse sobre los laureles del golpe del sábado. Han tenido la suerte, que algunos no pueden ver como casualidad, de que desvíe la atención sobre la importante discusión que se va a librar en el Senado hoy sobre la ley reglamentaria de la consulta popular si bien todo parece indicar que viene planchada para quitarle carácter vinculatorio y contener el derecho ciudadano de modificar la constitución, asunto complicado y de gran relevancia que desgraciadamente se está discutiendo a través de posiciones partidistas en función de la reforma energética.


A saber si la detención del Chapo y los pasos firmes de la nueva política de seguridad den resultados y tengamos en un plazo razonable un México que haya dejado atrás la violencia generalizada. A saber si las reformas de Peña Nieto nos lleven por buen camino y la situación económica mejore la calidad de vida de la mayoría de la población. En la posición más optimista el futuro sólo puede parecer promisorio. En una posición pesimista, la eficiencia de un mandatario en la persecución de su proyecto puede resultar fatal.

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