Empezando
este año decidí dedicar algunos comentarios a analizar la coyuntura de los
distintos partidos políticos de frente a los retos que significan para algunos de ellos el
próximo cambio de su dirigencia, el arduo trabajo que se avecina para sus
fracciones parlamentarias y el preparar el terreno para su mejor desempeño en
las elecciones intermedias del 2015. Particularmente en el PRD y en el PAN se
ha desatado una importante lucha abierta entre sus grupos internos en la que
destacaron en un principio
posicionamientos diferenciados sobre el rol de oposición leal al
proyecto de gobierno del actual Presidente, que a fin de cuentas jugaron
durante 2013 ambos partidos. Con el desacuerdo de toda la izquierda a la
reforma energética, la crítica en el partido del sol azteca al apoyo a Peña
Nieto ha menguado, si bien persisten unas visiones más moderadas y otras más
radicales del camino a seguir para no verse afectados por una fragmentación.
Con ello curiosamente es en el PAN en donde los líderes se están dando con todo,
creando una situación de la que hoy doy cuenta.
No
es la primera vez que las disputas entre panistas se complican. Recordemos que
en 1976 incluso fueron incapaces de ponerse de acuerdo para nombrar un
candidato para la contienda presidencial. Entonces fue José López Portillo
quien no tuvo contrincantes exacerbando la crisis de legitimidad que el sistema
político venía expresando, lo que abrió paso a la liberalización cristalizada
en la reforma electoral de 1977. Sin embargo en aquel entonces, como en otras
ocasiones, se enfrentaban a diferencia de ahora líneas ideológicas distintas.
Corderistas y maderistas hoy sólo representan dos camarillas igual de
pragmáticas.
En
efecto suponiendo que el interlocutor panista del gobierno hubiera sido Ernesto
Cordero, en vez de Gustavo Madero, igual le hubiera entrado al Pacto por México
y de haber tenido el control de la maquinaria del partido igual hubiera
manipulado las asambleas del blanquiazul
para cambiar a su conveniencia sus estatutos o quizás en su caso no
cambiarlos, e igual hubiera manejado el Consejo Nacional del fin de semana
antepasado para conformar una Comisión Nacional Organizadora de la elección muy
probablemente en mayo de la nueva
dirigencia, aunque de haber sido el caso ni tal Consejo ni tal elección se
hubieran tenido que posponer.
Hay,
por otra parte, otras diferencias en los pleitos actuales en el seno del PAN en
comparación con los que se han dado en el pasado. Hoy sus líderes saben que si
bien perdieron el poder federal, en la nueva realidad política la oposición que
representan tiene un gran precio que se traduce no sólo en una capacidad
considerable de influir en el desarrollo de la política y en el destino de la
nación (en estos meses los panistas han logrado sacar con más eficiencia su
agenda, que durante los dos sexenios en los que estuvieron en los Pinos).
Además de ello se traduce en el control de los grandes recursos del partido y
de sus gobiernos estatales y municipales, por lo que el control de la selección
de candidatos a esos puestos es vital.
Por
lo mismo, quizás otro punto más a señalar en cuanto a las novedades de las
disputas actuales entre sus líderes es el que han llegado a criticarse al punto
de afectar seriamente la imagen del partido, de por sí ya deteriorada por el
desgaste de sus años en el gobierno. Las acusaciones han ido de un lado a otro
sin tregua y hacia la opinión pública; lo más trascendente ha sido la
corrupción que ello transparentó, la
cual permeó a un partido que durante años criticó por lo mismo al PRI. El poder
al parecer los hizo caer en los mismos vicios, que resultan luego entonces inherentes
al sistema. Aquí, cabe señalar que el señalamiento del uso discrecional por
parte de Cordero del dinero destinado a la bancada del PAN en el Senado es
infinitamente menos grave que las comisiones que diputados panistas
aparentemente han pedido para bajarles recursos a sus alcaldes. Tal acusación
se hizo contra Luis Alberto Villarreal al frente de los diputados del partido
quien es conocidamente cercano a Madero, por lo que este último trató de
bajarle al escándalo, a la par que se hizo de lado.
En
suma, en su lucha por la dirigencia del partido Cordero ha disparado todos los
cartuchos en su mano y ha tenido que enfrentar asimismo el desprestigio de
haber sido grabado urdiendo su plan. Como el acceso a tales grabaciones
requiere de una complicidad gubernamental, todo demuestra que la permanencia de
Madero es mejor vista en todo caso por el equipo cercano del Presidente, porque
su lealtad en miras a la aprobación de las leyes reglamentarias pendientes de
las reformas estructurales es asunto probado.
Basada
en ello y en el hecho que Madero tiene de su parte a los gobernadores panistas
de Sonora y Puebla (las malas lenguas dicen que cambiaron de bando de Cordero a
Madero, porque los peñistas los amenazan con expedientes que les han armado), y
de su parte también a los dirigentes del partido en otras entidades donde se
concentran los votos que van a definir la renovación de su Comité Ejecutivo
Nacional como son el Distrito Federal, el Estado de México y Veracruz, algunos
especialistas dicen que será la crónica de una relección anunciada. No obstante,
aún están aquellos que quieren creer lo contrario con base a encuestas que se
han realizado que miden que Josefina Vásquez Mota que aún no se ha descartado
de la contienda tiene más popularidad que Madero, como la tiene Cordero.
Igualmente creen que a este último ha regresado a México a apoyarlo Felipe
Calderón.
A
saber qué pasará, pero Calderón también puede haber ya pactado con Madero,
sobre la base de obtener a cambio apoyo para una futura candidatura a la
presidencia de su mujer Margarita Zavala quien de siempre ha sido distante de
Cordero.
En fin es un pleito de
camarillas que a mi parecer despierta las críticas de los antipanistas, pero
que a diferencia de lo que sucede en el PRD no corre el riesgo de minar al
electorado del PAN. Me baso en sus resultados de las elecciones del año pasado,
que no se vieron determinadas por este lavadero. Querámoslo o no, seguirá
siendo el partido del electorado conservador en México que es persistente y
fiel, aunque en ocasiones no salga a votar. O sea, goza de buena salud y
enriquece al espectro político del país.
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