La
semana pasada se aprobó en la Cámara de Diputados la Ley de Ingresos, la cual
deberá pasar todavía por el Senado. Este hecho puede permitir reflexionar sobre
la actual administración, las características del gobierno actual, el qué tanto
está pudiendo éste superar ciertos obstáculos que habían venido deteniendo el
ejercicio de la política en México, y también los límites de su capacidad de
maniobra.
El
triunfo de Enrique Peña Nieto se dio en buena medida como resultado del
desgaste del PAN en el poder y una oferta de experiencia y eficacia muy bien
promocionada, pero en el contexto de una competencia mayor a la esperada por
parte de otra oferta de cambio de rumbo
representada por Andrés Manuel López Obrador. El disgusto legítimo de muchos
por el regreso del PRI a los Pinos, llevó al Presidente a promover en el menor
tiempo posible reformas de gran calado bajo la forma de un acuerdo inusual con
las fuerzas más importantes del país. El paso de la Reforma Hacendaria por el Congreso
puede ser visto en esta perspectiva.
De
entrada, cabe reconocer que el Presidente por un lado ni siquiera pudo mandar
la propuesta que quería porque todos sabemos que su objetivo inicial era el
imponer el IVA en alimentos y medicinas, para lo que ya había logrado los
cambios estatutarios necesarios en su partido. Las condiciones económicas
adversas le hicieron dar marcha atrás, con lo que tuvo por otro lado que incumplir
con su objetivo de promover un crecimiento económico sostenido con cero déficit
para mantener finanzas sanas.
Dicho
lo anterior hay quienes dudan de que la reforma fiscal promovida sea más que una
miscelánea fiscal. Sin embargo yo creo que sí lo es porque con la idea de
promover un mayor gasto social, que no se puede dudar que se quiere, se atreve
a gravar más a los empresarios aunque uno la clase media (a pesar de que se
haya eliminado el IVA en colegiaturas y rentas) sigue pagando un costo
proporcionalmente más elevado de la restructuración alcanzada, y dos la mayor
captación de contribuyentes que pueda lograr está por verse. Creo que sí lo es
porque aunque haya sido de último momento la propuesta oficial se atrevió dejar
atrás el paradigma monetarista, en cuanto a lo que se refiere al financiamiento
del gasto público, generando un riesgo que puede a mi juicio controlar. Así se
autorizó al gobierno a endeudarse aproximadamente 1.8% sin contar Pemex, 3.5 en
total, para 2014. Pese a ello, al
aumento del precio del crudo y a los temidos gasolinazos que se aplicaron, los
ingresos gubernamentales no serán los esperados.
En
suma por sus características la Reforma Hacendaria podrá ser, una vez que haya
pasado por la Cámara de Senadores, suficiente sólo a secas, o sea bastante menos exitosa de lo que inicialmente
hubiera querido Peña Nieto. Ello quiere decir que ha decrecido la capacidad que
demostró durante los primeros meses de gobierno y aún antes de asumir su
puesto, al impulsar y alcanzar reformas estructurales como la laboral, la educativa
y la de telecomunicaciones. Pero también pasó otra cosa. Cambió su capacidad de
lograr acuerdos casi totales, pues esta reforma no la consiguió desde fuera del
Congreso y en el seno del Pacto por México como otras, sino a través de
intensas negociaciones parlamentarias en las que contó con los legisladores del
Partido Verde y de Nueva Alianza, además de los priistas, y también con los
perredistas de Nueva Izquierda y aliados, o sea “los chuchos” quienes hoy
controlan la dirigencia de ese partido y han mantenido esa postura cercana al
Presidente.
Lo
explico más, dado que quizás es difícil entenderlo, porque las votaciones se
dieron por partes y pueden confundir a la opinión pública. En términos
generales, todos los partidos aprobaron los cambios en el código fiscal pero
los panistas no aprobaron ni lo relativo a aduanas ni a impuestos. Los
impuestos pasaron sin el apoyo de los panistas ni el apoyo de parte de otros
perredistas de Izquierda Democrática más cercanos a López Obrador, ni de los
legisladores de Partido del Trabajo y de Movimiento Ciudadano. Sin embargo, al
término, algunos panistas votaron a favor del digamos resumen de la Ley de
Ingresos.
¿Cómo
analizar lo ocurrido? Si bien está por verse la capacidad de cambio estructural
que pueda lograr el Presidente con lo ya acordado más lo que pueda venir, su
manera política de operar sí demuestra ser más negociadora y estar
desempantanando el trabajo del Congreso a diferencia de lo ocurrido en los años
de gobiernos divididos que hemos tenido en México desde 1997. En efecto,
durante años nuestra ingeniería institucional conformó congresos que, si bien trabajaron,
bloquearon en aspectos fundamentales a los gobiernos en turno. De aquí que se
haya debatido por años y todavía se debatan posibles cambios a esta ingeniería.
En el inter, Peña Nieto ha tenido que convivir con lo que tiene. Lo ha conseguido
hacer, lo cual no es un mérito menor, con una política que se demuestra
flexible, que procura jalar a todos y sabe dejar atrás lo que la atora y a
quienes lo atoran. Así dejó atrás en esta ocasión a los panistas como se puede
prever que dejará atrás a los perredistas en la Reforma Energética.
Sin
embargo, es una política que logra aliados a mucho costo y que todavía pierde
mucho en el camino. Además es una política cuyo éxito como ya se dijo no está
asegurado, de frente a los grandes problemas del país y la inconformidad e
inseguridad crecientes, con lo que resulta un importante inconveniente el que
pese a tener todavía una muy buena publicidad, no consiga ofrecer todas las explicaciones
y todos los argumentos necesarios a su
favor, para defenderse de sus críticos cada vez más fortalecidos. A mi juicio
esto se debe en parte a que es una política demasiado centralizada, que no
permite la autonomía necesaria a los miembros del equipo para desenvolverse.
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