martes, 18 de junio de 2013

La Reforma Política II

La aprobación de la reforma política, promulgada a mediados del año pasado, tomó una discusión que llevó poco más de dos años. En contraste se ha vuelto a poner en la mesa de debates, tanto en el seno del Pacto por México como en el Senado, una nueva reforma en la materia que forma parte del trabajo que se ha anunciado para los periodos extraordinarios de sesiones del Congreso de este verano. Los distintos actores políticos que intervendrán en estas discusiones ya se han expresado públicamente, sacando a la luz una diferencia de opiniones de la que no se espera un panorama de negociación fácil. Ello ha llevado a algunos comentaristas a expresar, con justa razón, que una discusión de fondo debe ser pospuesta y que en esta ocasión sólo deben abordarse los aspectos relativos a la legislación secundaria de la pasada reforma constitucional a saber la regulación de las candidaturas independientes, la consulta popular y las iniciativas ciudadanas y preferentes.
Me uno a ellos e incluso me pronuncio porque no se toquen por ahora como algunos quieren ni siquiera los temas de financiamiento electoral y fiscalización, pues a este paquete se le ha añadido la voluntad equivocada como ya lo expresé en este espacio de conformar un Instituto Nacional Electoral. Todos estos son asuntos demasiado serios para abordarse con premura, como lo son aún más los temas relativos al régimen de gobierno.
No se trata, como algunos han dicho, de que la reforma política sea un tema menos importante, que tenga menos potencial transformador por ejemplo que la reforma financiera o que la de las aportaciones al IMSS. Tiene la misma o más importancia aún que las reformas estructurales, porque de ella podrían derivarse cambios posibles en la distribución del poder en el país. Por eso los ciudadanos sí se interesan en ella, en tanto le ven efectos más inmediatos que a las reformas estructurales. Sin embargo, la discusión de la reforma política a fondo debe ser pospuesta para que haya la oportunidad de una discusión más transparente e inclusiva de ella, en la que puedan expresarse al menos ampliamente los especialistas del área.
Considero que la discusión sobre la reforma política ha caído presa de varias falacias y de intereses partidistas y de gobierno que vician el debate. Desde el poder federal parece que se privilegia a tal punto la supervivencia del Pacto, que se ha prometido abordar temas en contra de los cuales Enrique Peña Nieto se pronunciaba hace poco tiempo como es el de la relección legislativa y de alcaldes, si bien no se deja de advertir sobre desventajas en tal disposición. Igualmente se da entrada a cuestiones como la del Instituto Nacional Electoral en una posición muy confusa, cuando se reconoce que no se debe caer en un centralismo que poco ayuda a la democracia. De esta manera parece avalarse el que existe de forma generalizada menos equidad en las elecciones estatales y locales y que el viejo régimen se esconde a nivel subnacional, cuando es discutible. Además, se desestima el pronunciamiento que ya se ha hecho sobre la dificultad de conformar un instituto de esa envergadura sin homogeneidad en legislación electoral y con distintas distritaciones. Al menos ya han quedado claras la oposición gubernamental a la segunda vuelta y su inclinación al régimen presidencialista, aunque se puedan aceptar algunos elementos de los gobiernos de coalición.
Por su parte las dirigencias del PAN y del PRD, hoy oposiciones colaboradoras del gobierno priista, exageran maliciosamente las insuficiencias en transparencia y equidad electoral, a mi parecer para justificar derrotas en las contiendas del mes próximo. No niego que debe repensarse el financiamiento a los partidos y su fiscalización, pero el problema que genera el clientelismo en nuestro sistema es de orden político no legal. No tendremos elecciones totalmente creíbles hasta que todos los partidos, los ganadores y los perdedores también, dejen de beneficiarse de que así sea.
La posición del grupo de senadores panistas y perredistas en el Senado que han presentado su iniciativa de reforma política me parece la más engañosa de todas. Así lo considero si bien concuerdo con ellos en que existe un peligro real en que la estrategia del Pacto por México contiene elementos antidemocráticos. Ahora bien, su pronunciamiento parte de  posiciones equivocadas tales como el que en ingeniería institucional el arreglo presidencialista es en principio malo, menos democrático que el arreglo parlamentarista, y de que se debe acotar el poder presidencial cuando precisamente el Pacto fue ideado para responder a una condición de debilidad del ejecutivo que marcó nuestro pasado inmediato, y no el autoritarismo como se pretende.
La necesidad de una reforma política de fondo en México es principalmente lograr sí equilibrio de poderes y gobernabilidad. Las fórmulas posibles son varias, como múltiples sus efectos para todos los involucrados. Por ello es mucho lo que hay que discutir sin engaños y sin apostar por los mecanismos que dañen más al adversario como la iniciativa aludida pretende al PRI. Por eso debe ser pospuesta una discusión de tal trascendencia.

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