viernes, 4 de noviembre de 2011

Una democracia vacía

Más allá de los procedimientos que aseguran la competencia política con base en ciertas reglas básicas y la fundación de determinadas instituciones, la consolidación democrática de cualquier país descansa en varios elementos. Entre ellos destaca un sistema de partidos sólido, una sociedad civil activa y autónoma no sujeta a manipulaciones, y un Estado confiable, fuerte, eficiente y responsable o sea que rinda cuentas. La democracia requiere de un sistema de justicia que se respete, en primer lugar que sea respetado por el gobierno y que éste además, a todos los niveles, mantenga distancia con los partidos que los llevaron al poder para que los procesos electorales tengan absoluta credibilidad. Sin estos elementos, la democracia carece de calidad o simplemente está vacía.

Precisamente de vacía califica a nuestra democracia un estudio hecho en Francia por un grupo de investigadores. Es triste y en buena parte también es verdad. Así lo creo y tomo algunos ejemplos de la actualidad política para sostenerlo.

En los últimos años el avance democrático se ha traducido en debilidad estatal, una debilidad basada en la ineficiencia y la pérdida de legitimidad. Se dice cierto que el Estado no sería ineficiente sino hubiera caído en un problema de gobernabilidad derivado de la incapacidad de generar acuerdos en condiciones de pluralidad política, lo que viene sucediendo en México desde poco antes de la alternancia a nivel federal con la pérdida de mayorías en el Congreso situación que ha dificultado la actividad gubernamental. Por eso hoy se discute al cansancio sobre las soluciones normativas a este problema pensando equivocadamente que el asunto radica en un orden constitucional inadecuado para nuestro tiempo, que sí lo es.

Pero la negociación y la eficiencia no se decretan, ni dependen de mayoría legislativas. ¿Por qué pensar que los gobiernos divididos llevan forzosamente a la ingobernabilidad, por que pensar qué nuevos sistemas electorales, segundas vueltas, cláusulas de gobernabilidad o gobiernos de coalición van a ser soluciones para la gobernabilidad, por ser arreglos más modernos, más democráticos? En principio no hay normatividad perfecta y toda propuesta tiene intencionalidad política. Desde distintas trincheras se propone y se defienden los cambios que convienen a los distintos actores y se llega a pocos acuerdos, como lo ejemplificó el proceso reciente de reforma política, porque el problema es la incapacidad de llegar a ellos.

Por lo que se refiere a los partidos políticos, es tal en México su falta de representatividad y su crisis de legitimidad que para conquistar la causa ciudadana se atreven a dar luz verde, y aquí sí hay coincidencias, a iniciativas como la de las candidaturas independientes las cuales lejos de fortalecerlos y fortalecer nuestra democracia los puede debilitar aún más. Mi punto es que las democracias requieren de un control institucional del acceso al poder para impedir la emergencia de líderes populistas que se apoyen en una relación sin intermediarios con la gente, de forma tal que las instituciones mismas peligren. Por eso considero riesgosas las candidaturas independientes, si bien hoy la mayoría se congratula que al menos éstas fueron aprobadas.

Por otra parte, para no ser una democracia vacía México requiere de un sistema de partidos enraizados y con reconocimiento, partidos con estructuras y reglas bien establecidas. Ahora bien, la apertura democrática condujo en nuestro país a contiendas políticas fundamentalmente entre tres partidos grandes a nivel nacional con unos cuantos partidos chicos a menudo hacen alianzas, y a nivel regional de dos partidos grandes, raramente tres y partidos chicos que se les unen o compiten por su cuenta según sus conveniencias. De los tres partidos grandes sólo el PAN y el PRI pueden calificarse de institucionalizados. El PRD se encuentra, desde su origen mismo a partir de la fusión de varios partidos y de su conformación en corrientes en pugna, marcado por la fragilidad de su unidad.

Al respecto es triste el espectáculo que acaba de dar este partido en la elección de los nuevos integrantes de su Consejo General que nada menos es su máximo órgano facultado para definir los métodos de selección de sus candidaturas. Esta renovación no fue una decisión interna pues se había decidido posponer para después del proceso electoral del 2012, sino que fue impuesta por el Tribunal Electoral Federal a raíz de una queja de una minoría que se resolvió con apego a los estatutos y desconocimiento del conflicto y el daño que se generaría. En efecto los perredistas no pudieron sacar dichas elecciones sin una serie de atropellos que llevaron a que fueran suspendidas en cinco entidades, incluido el D. F., si bien se puede prever que los resultados sean impugnados en varias más.

Pero el daño no es nada más para los perredistas, sino para el sistema de partidos en conjunto del país; es dañino para sociedad que requiere de opciones políticos diversas, es decir que no cabe en el PRI y en el PAN, sin mencionar a los partidos chicos que son instrumentos de ciertos personajes que los dominan cuyo poder ha podido crecer por el financiamiento que reciben, las curules que ganan y las alianzas que establecen.

Este ejemplo además habla también de una sociedad manipulada, de gobiernos que interfieren en la vida de los partidos y de la difícil aplicación de la justicia.

Por eso insisto que nuestra democracia sí puede calificarse de vacía y más bien yo diría de gris.

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