Las
discusiones que ha habido en el seno del Consejo General del Instituto Federal
Electoral en las semanas pasadas sobre los gastos en la contienda presidencial
de 2012 me generan varias observaciones que quiero compartir con ustedes.
La
primera se refiere a la forma en que se alinearon las votaciones en asuntos tan
trascendentes como las tarjetas MONEX que el Partido Revolucionario
Institucional distribuyó supuestamente para pagarle a ciertos agentes electorales, o bien para
revisar las multas que de ser necesario se tenían que aplicar por rebase de
topes de campaña. En el primer caso de las famosas tarjetas votaron en contra
de multar al PRI el Presidente Leonardo Valdés, Marco Baños, Francisco Guerrero
y Macarita Elizondo y a favor Alfredo Figueroa, Lorenzo Córdova, Benito Nacif y
María Marván. Al darse el empate fue que decidió votar Sergio García Ramírez
quien primero se había excusado de hacerlo por tener amistad con algunos
involucrados en el asunto tratado, figura en quien recayó la culpa de la exoneración
atrayéndole tales críticas que ya ha presentado éste su renuncia al órgano.
Así
ya no votó García Ramírez en el segundo caso de los posibles rebases de topes
de campaña en el que se decidió devolver a la Unidad de Fiscalización el
dictamen enviado, para que en julio sean revisados en conjunto los informes
relativos a los candidatos presidenciales, diputados y senadores, por lo que
por el momento no se aplicó multa alguna. A favor de tal medida que impidió que
se afectara a los partidos que postularon a Andrés Manuel López Obrador, o sea
al PRD, al PT y Movimiento Ciudadano, y que en cambio saliera ileso Enrique
Peña Nieto abanderado por el tricolor y el Partido Verde Ecologista de México votaron
otra vez juntos Alfredo Figueroa, Lorenzo Córdova, Benito Nacif y María Marván
ahora con Macarita Elizondo y en contra de que se pospusiera la discusión del
dictamen propuesto los demás.
Las
alineaciones de las votaciones emitidas no son neutrales y corresponden a la
selección de los mal llamados consejeros ciudadanos por cuotas partidistas y
vetos cruzados, en el falso supuesto que la suma de subjetividades y la
negociación construyen imparcialidad y equidad. Se dice con justa razón que
Benito Nacif y María Marván tienen inclinación panista, que Alfredo Figueroa y
Lorenzo Córdova son de izquierda, que Marco Baños y Francisco Guerrero no
esconden su simpatía priista y que Macarita Elizalde llegó al IFE apoyada por
el PAN aunque es más independiente como Leonardo Valdés, quien sin embargo es
probable que esté buscando su relección a pesar de negarlo.
El
asunto es serio, porque no es un caso único sino que una investigación
exhaustiva de todas las decisiones que se han tomado en el IFE (como algunas
que ya se han hecho sobre ciertos períodos) seguramente reflejaría esta
politización aún en los períodos de mayor legitimidad de la institución, como
fue la de la presidencia de José Woldemberg. Entonces el IFE gustó por los
resultados electorales que produjeron la alternancia y porque se multó al PRI tras
el Pemexwate. Ahora gusta menos porque regresó el PRI al poder y quizás otros partidos
pueden resultar multados. Es tiempo, me digo quizás como muchos, de revisar no
sólo el alcance de esta institución sin embargo ejemplar sino de repensar la
conformación de su Consejo General.
Ahora
bien, otro punto que quiero tratar con mayor profundidad es el de la segunda
medida tomada que se mencionó. Me congratulo que por lo menos aún no se haya
decidido multar a la Coalición Movimiento Progresista, mientras la campaña del
actual Presidente sale ilesa de la revisión de su contabilidad. Todos los
interesados pudimos atestiguar que los candidatos punteros empezaron su campaña
mucho antes de los tiempos oficiales: Peña Nieto desde el 2005 en que llegó a
gobernador del Estado de México, López Obrador desde el 2006 en que se negó a
aceptar su derrota en la elección presidencial de aquel entonces. A saber
cuánto cuesta realmente una campaña presidencial, pero las de ellos dos se
excedieron sin duda de gastos permitidos. Soy de las que creen que ninguno de
los dos ganó o perdió por dinero aunque reconozco que los gastos de ambos se destinaron
a distintas partidas, con distinta modalidad. Sí es cierto AMLO era menos
ostentoso, pero hubieron gobiernos como el del Distrito Federal que por años
trabajó por asegurarle votos a través de programas sociales y eventos
multitudinarios. ¿Cuanto pudo costarle a los suyos el apoyo al movimiento #YoSoy132?
Esta y otras son preguntas que nos quedaron sin respuesta. Por su parte tras su
descomunal presencia en medios durante años, Peña Nieto supo seguirse
imponiendo en tiempos oficiales como mejor e inevitable única opción para
México organizando concentraciones espectaculares y seguramente costosísimas.
En este sentido también nos cabrá siempre la duda de si hubo o no algún
financiamiento suyo que explique lo inflado que resultaron las preferencias prelectorales
a su favor señaladas por casas encuestadoras.
Con
todo ello, lo cierto es que muchos de los gastos comentados no se pueden
contabilizar y con la normatividad vigente al PRI y al PVEM le salió bien la
tirada porque supongo que supieron esconder gastos, disfrazar costos reales y
acomodar bien sus cifras gracias al prorrateo entre campañas federales,
mientras que es posible que el PRD, PT y Movimiento Ciudadano hayan también
hecho ciertos manipuleos con sus cuentas pero no usaron suficientemente a su
favor el recurso disponible para ello de prorratear y las sumas terminaron afectándolos.
El problema que veo es que como este resultado no le gustó a la mayoría, a
pesar de no cambiar el criterio de poder prorratear entre todas las contiendas (en
un momento dado hubieron dos votos que así lo pedían), decide devolver el
dictamen recibido para que la unidad correspondiente (curiosamente a cargo de
alguien llamado Alfredo Cristalinas) precise los criterios para poder
prorratear aclarando lo que debe entenderse por beneficio, en tanto según el
artículo 177 del Reglamento de Fizcalización del IFE el prorrateo que no puede
exceder al 50% del gasto total debe operar en concordancia con las campañas beneficiadas.
¿Qué
esperan aquellos que se oponían al absurdo resultado de multar a la Coalición
Movimiento Progresista y no a la mancuerna de priistas y ecologistas? En
principio observar en conjunto todas las
campañas federales, como debía haber sido si no se hubiera exigido adelantar la
revisión de las presidenciales. Eso está bien, mas apunto dos elementos. Primero
no se puede definir a posteriori criterios que afecten cuentas que se
presentaron cuando no existían, y segundo el concepto de beneficio que toda
campaña presidencial aporta a otras campañas simultáneas del mismo partido me
parece difícil de acotar ya que el análisis político ha demostrado el arrastre
del voto que una campaña de carácter más importante, como la presidencial,
produce en la votación de campañas menos importantes, como la de diputados y
senadores del mismo partido. Luego entonces, a mi juicio, todos los partidos
tenían la prerrogativa de poder prorratear los gastos de sus campañas
presidenciales hasta el tope permitido por la normatividad vigente en el
momento que se desarrollaron.
Los órganos competentes
deben tomar sus decisiones conforme a derecho y no en función de que gusten o
disgusten sus consecuencias. Si no lo hacen así, podemos sospechar de su
parcialidad.
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