El
debate sobre la reforma laboral aún inconcluso ha puesto a la orden del día
posicionamientos diferenciados en las dos partes que la iniciativa del Presidente
Calderón comprende: la parte económica y la parte política. Por un lado el PAN,
el PRI y el PV apoyan las medidas que
supuestamente despegarían el desarrollo de nuestra economía mientras la
izquierda insiste en que con ellas son violentados conquistas que los
trabajadores no pueden sacrificar. Por otro lado el PAN y la izquierda están a
favor de modificaciones que apuntan a una mayor democracia sindical, mientras
el PV y sobre todo el PRI sostienen que
algunas de ellas atentan contra la autonomía de los sindicatos. NA, por su lado,
ha jugado contradictoria pero pragmáticamente.
Regresada
la minuta a la Cámara de Diputados con modificaciones a aquella que ésta le
mandó al Senado, el PAN entró en la encrucijada de ser el responsable ante los
empresarios de quedarse sin reforma, y el PRI parece haber perdido frente al
desafío que le lanzó Felipe Calderón con el deseo probablemente de exhibir su
falta de compromiso democrático y también parece estar perdiendo el que sea él
quien absorba los costos de aprobar la reforma. Pero si la reforma no se
congela y pasan tan sólo sus apartados económicos, la izquierda habrá caído en
una trampa distractora. El qué hay detrás de todo esto y el qué vaya a pasar
nos escapa en buena medida a los analistas; sin embargo, a mi me ha llevado a
una reflexión sobre el cambio político en el país y en particular sobre el
corporativismo en México. Les comento.
Si
lo vemos a través del parámetro de la transición democrática, pareciera que
hemos logrado una democracia política relativa, por desgracia con aún una insuficiente
transparencia y rendición de cuentas. Además dados los niveles de participación
política, hemos hecho pocos avances en democracia social; y por los índices de
pobreza y distribución del ingreso, aún menos avances en materia de democracia económica.
Si
lo vemos en la perspectiva de lo que se ha dado por llamar el realineamiento
electoral, estamos viviendo los estertores de una era que redefinió
preferencias electorales con base en nuevas instituciones que promovieron la
pluralidad política y reconfiguraron la distribución del poder. El acceso al
poder fue modificado y también la relación entre poderes mas no la manera en
que se ejerce el poder, salvo en el hecho que la democracia debilitó al
ejecutivo y el crimen organizado junto con
el narcotráfico al Estado, generando una crisis de gobernabilidad.
En
este sentido, y en ambas visiones, se entiende la sobrevivencia en el país del
corporativismo como pieza central del sistema político. Un corporativismo que
ya no es la base de la obtención del voto pero si a través del cual se logran
acuerdos que hacen posible la implementación de pactos y políticas públicas.
Por
eso ningún partido en el gobierno (no debemos olvidar que en algún nivel todos
son gobierno)- y menos en el gobierno federal- ha logrado romper con líderes
sindicales, porque representan una fuerza útil. Claro, ahora el PAN que va de salida curiosamente se vuelca contra
aquellos con los que negoció porque lo hizo tanto con Carlos Romero Deschamps y
más con Elba Esther Gordillo, mientras hoy puede oponerse al que se acaben de
reelegir en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y
en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación respectivamente.
Podemos
conceder que Enrique Peña Nieto tenga quizás un deseo firme de transformación
democrática del sistema político, pero que pese a las presiones de las cámaras
empresariales hasta ahora haya preferido detener la reforma laboral para no
romper de tajo con los aliados históricos de los priistas. Sin embargo esta
coyuntura ha demostrado que está latente el riesgo de regresión política,
además de que ha puesto de manifiesto -aún antes de que comience el nuevo
sexenio- las dificultades políticas que enfrentará el próximo gobierno en el
camino de reconquistar gobernabilidad en el país, de frente a la capacidad de
maniobra de sus adversarios.
¿Qué
hará entonces el Presidente Electo cuando el PAN insta a los diputados priistas
a aprobar la reforma laboral, tal como se las regresaron los senadores? No lo
sé pero sí creo que gana, desde luego sosteniendo la que ha sido la posición
del PRI, pero también dejándose perder porque aumentaría su poder ante los
poderes fácticos que aloja su partido.
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