viernes, 2 de noviembre de 2012

Sobre la reforma laboral y el cambio político en México


El debate sobre la reforma laboral aún inconcluso ha puesto a la orden del día posicionamientos diferenciados en las dos partes que la iniciativa del Presidente Calderón comprende: la parte económica y la parte política. Por un lado el PAN, el  PRI y el PV apoyan las medidas que supuestamente despegarían el desarrollo de nuestra economía mientras la izquierda insiste en que con ellas son violentados conquistas que los trabajadores no pueden sacrificar. Por otro lado el PAN y la izquierda están a favor de modificaciones que apuntan a una mayor democracia sindical, mientras el  PV y sobre todo el PRI sostienen que algunas de ellas atentan contra la autonomía de los sindicatos. NA, por su lado, ha jugado contradictoria pero pragmáticamente.

Regresada la minuta a la Cámara de Diputados con modificaciones a aquella que ésta le mandó al Senado, el PAN entró en la encrucijada de ser el responsable ante los empresarios de quedarse sin reforma, y el PRI parece haber perdido frente al desafío que le lanzó Felipe Calderón con el deseo probablemente de exhibir su falta de compromiso democrático y también parece estar perdiendo el que sea él quien absorba los costos de aprobar la reforma. Pero si la reforma no se congela y pasan tan sólo sus apartados económicos, la izquierda habrá caído en una trampa distractora. El qué hay detrás de todo esto y el qué vaya a pasar nos escapa en buena medida a los analistas; sin embargo, a mi me ha llevado a una reflexión sobre el cambio político en el país y en particular sobre el corporativismo en México. Les comento.

Si lo vemos a través del parámetro de la transición democrática, pareciera que hemos logrado una democracia política relativa, por desgracia con aún una insuficiente transparencia y rendición de cuentas. Además dados los niveles de participación política, hemos hecho pocos avances en democracia social; y por los índices de pobreza y distribución del ingreso, aún menos avances en materia de democracia económica.

Si lo vemos en la perspectiva de lo que se ha dado por llamar el realineamiento electoral, estamos viviendo los estertores de una era que redefinió preferencias electorales con base en nuevas instituciones que promovieron la pluralidad política y reconfiguraron la distribución del poder. El acceso al poder fue modificado y también la relación entre poderes mas no la manera en que se ejerce el poder, salvo en el hecho que la democracia debilitó al ejecutivo y el crimen organizado junto con  el narcotráfico al Estado, generando una crisis de gobernabilidad.

En este sentido, y en ambas visiones, se entiende la sobrevivencia en el país del corporativismo como pieza central del sistema político. Un corporativismo que ya no es la base de la obtención del voto pero si a través del cual se logran acuerdos que hacen posible la implementación de pactos y políticas públicas.

Por eso ningún partido en el gobierno (no debemos olvidar que en algún nivel todos son gobierno)- y menos en el gobierno federal- ha logrado romper con líderes sindicales, porque representan una fuerza útil. Claro, ahora el PAN  que va de salida curiosamente se vuelca contra aquellos con los que negoció porque lo hizo tanto con Carlos Romero Deschamps y más con Elba Esther Gordillo, mientras hoy puede oponerse al que se acaben de reelegir en el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana y en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación respectivamente.

Podemos conceder que Enrique Peña Nieto tenga quizás un deseo firme de transformación democrática del sistema político, pero que pese a las presiones de las cámaras empresariales hasta ahora haya preferido detener la reforma laboral para no romper de tajo con los aliados históricos de los priistas. Sin embargo esta coyuntura ha demostrado que está latente el riesgo de regresión política, además de que ha puesto de manifiesto -aún antes de que comience el nuevo sexenio- las dificultades políticas que enfrentará el próximo gobierno en el camino de reconquistar gobernabilidad en el país, de frente a la capacidad de maniobra de sus adversarios.

¿Qué hará entonces el Presidente Electo cuando el PAN insta a los diputados priistas a aprobar la reforma laboral, tal como se las regresaron los senadores? No lo sé pero sí creo que gana, desde luego sosteniendo la que ha sido la posición del PRI, pero también dejándose perder porque aumentaría su poder ante los poderes fácticos que aloja su partido. 

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