El
próximo domingo 7 de octubre serán llamados a las urnas cerca de 19 millones de
venezolanos en una elección que interesa por la fuerza creciente que ha ido
ganando Henrique Capriles, de la llamada Mesa de la Unidad Democrática,
candidato opositor a Hugo Chávez quien conseguirá casi seguro su tercera
reelección. En efecto los sondeos no muestran una tendencia única, pero el
panorama está dominado por estudios que le otorgan la victoria al Presidente
con una ventaja de entre 2 y casi 20 puntos. Por cierto ya han dejado de
poderse publicar. En este escenario centenares de miles de seguidores de
Capriles tomaron anteayer las principales calles de Caracas para marchar hasta
la principal avenida de la ciudad, la avenida Bolívar emblemática por sus seis
carriles de ancho y dos kilómetros de longitud.
Este
cierre de campaña tras doce años del gobierno popular de Chavez hace
reflexionar sobre la fragilidad de la democracia de la cual era ejemplo
Venezuela, cuyas instituciones cayeron en un proyecto de nobles objetivos
sociales quizás pero que se ha desarrollado sin frenos y contrapesos, por lo
que a decir de los críticos ha generado contradicciones y está agotado. También
recuerda esta creciente oposición, la cual se ha abierto difícilmente camino en
un país dominado por el oficialismo hegemónico, el que no puede considerarse
democrático ningún poder que se anquilosa aún si ha producido buenos resultados.
La
democracia es un sistema en el que caben diferentes ingenierías, por ejemplo
diferentes formas de gobierno, composición del Congreso, diferentes números de
cámaras o sistemas electorales siempre bajo el mismo principio de la mayoría a
través de elecciones libres y competitivas. En este sentido, a diferencia de lo
que muchos piensan todavía en México la reelección no es incompatible con el juego democrático, bajo condiciones que
lejos de impedir la concentración del poder busquen por el contrario un mejor
rendimiento ante la perspectiva de volver a competir, e igualmente aseguren
mayor calidad democrática derivada de la rendición de cuentas. Mas si se abusa de la norma de la
reelección, y más aún si se vuelve indefinida, pierde su efecto positivo.
Así
resulta patético que Hugo Chavez se presente el domingo próximo a elecciones
con una fuerza que hace pensar que se quedará al menos cerca de veinte años en
el poder, si su salud se lo permite ya que este hombre de 58 años enfrentó en
febrero pasado una recaída del cáncer pélvico contra el que viene luchando
desde hace más de un año. Cabe aclarar que, tras varios meses de radioterapia,
en julio anunció que estaba recuperado pero ante multitudes fervientes le pide
a Dios vida porque –dice- está en juego la Patria.
En
suma bajo principios democráticos no se puede defender por ningún motivo la
permanencia exagerada en un cargo, a pesar del alcance de los logros que en
este caso pueden para algunos ser muchos sobre todo en materia de salud y en
materia educativa. La larga permanencia en el poder siempre permite el abuso y
se vuelve un obstáculo para la persecución de las políticas públicas. En este
caso los analistas han señalado la corrupción y el dispendio de los recursos
petroleros, la inflación, la polarización social y la alta criminalidad. Por
eso el llamado de Capriles ha tenido eco, porque es un llamado a la paz, a la
moderación y a la tolerancia. El mismo no se considera un redentor como el
Presidente, pero su figura ha venido ganando respeto.
El
duelo del domingo que entra será pues un duelo entre dos personajes carismáticos,
Capriles en ascenso y sin nada que perder. Mal haríamos sin embargo en hacernos
alguna ilusión del regreso de la democracia en ese país. Los resultados del
domingo próximo son predecibles. Al menos llamemos las cosas por su nombre.
Chavez ha logrado consolidar un autoritarismo excéntrico en Venezuela, del que
no se saldrá tan fácilmente. Se requeriría un milagro que al menos yo
interpretaría como la respuesta divina al fervor -que lo tienen- de ambos
contendientes principales (no olvidemos que hay otros cuatro candidatos
independientes). Chavez ganaría el descanso que su cuerpo demanda y que él pese
a no aceptarlo requiere, y Venezuela con
Capriles tendría la oportunidad de cambio que se merece.
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