martes, 4 de septiembre de 2012

El fallo del TEPJF sobre la elección presidencial



El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró Presidente Electo a Enrique Peña Nieto el viernes pasado, tras haber rechazado los nueve puntos de inconformidad presentados por la Coalición Movimiento Progresista. El argumento principal del fallo destacó la falta de pruebas para fundamentar irregularidades en la contienda. Es ésta una posición legalista con la que se puede estar de acuerdo, pero también se entiende que deje inconformes e incluso molestos a muchos mexicanos.

No creo que alguien  dudara de que se llegara a este momento. Por mi parte, mis dudas radicaban en la forma que tendría la resolución y la respuesta que produciría en Andrés Manuel López Obrador, en su grupo más cercano y en general en los perredistas. Me sorprendió la unanimidad de votos con la que en el Tribunal tiraron el caso, el sentido de la sentencia en la que sólo discrepó el magistrado Flavio Galván y finalmente, sí, el que no difiere mucho hasta ahora la reacción de AMLO frente a la que tuvo en 2006. Con ello pareciera pintarse de gris el futuro político inmediato, en el que todos los actores pierden.

Por más legal que sea la llegada de Peña Nieto al poder, por más que a diferencia de hace seis años el Tribunal no haya criticado el desarrollo mismo del proceso electoral, no se puede desconocer el déficit de legitimidad con el que asumirá su cargo. No pareciera que las manifestaciones en su contra vayan a parar fácilmente, con lo que puede complicarse el inicio del ejercicio de su gobierno. Tan es así que los grupos parlamentarios del PRI han desplazado ya su agenda a ciertas iniciativas de carácter político, siendo que durante la campaña al menos estaba puesta en la necesidad de aprobar las reformas fiscal, energética y laboral para catapultar el desarrollo de México.

Hoy por hoy los priistas mencionan tres iniciativas que promoverán  de entrada: contra la corrupción una, a favor de la extención del ámbito federal al estatal y municipal de la ley de  transparencia y acceso a la información otra, y finalmente de control también del gasto del gobierno en medios de comunicación. Sin dejar de reconocer que se trata de medidas que pudieran promover una verdadera transformación del sistema político, su negociación se avecina a un costo que peligra atrasar el verdadero proyecto que traía el tricolor. En efecto, el PRI enfrentará en este terreno la presión del PAN y del PRD sobre asuntos pendientes en torno a la transformación profunda de nuestras instituciones y en particular de la normatividad electoral cuyas deficiencias se reflejaron en esta ocasión.

El PRD por su parte está en un dilema complicado al que el partido está acostumbrado desde su origen pero que no deja de producir encuentros entre los líderes de sus distintas tribus, a saber el como convivir entre el radicalismo y las posiciones más modernas que representa. La experiencia del conflicto postelectoral de 2006 le atrajo un serio desgaste ocasionado por López Obrador mismo. Prueba de ello es que durante el sexenio perdió los gobiernos de Zacatecas y de Baja California Sur. Además en 2009 redujo sus diputados federales de 127 a 71. Pero lo que AMLO y sus disputas internas se llevó, AMLO y su unidad se lo regresaron. Lograron la mejor campaña presidencial, ser de nuevo la segunda fuerza en el Congreso (tendrá 100 diputados), triunfos indiscutibles en Tabasco y Morelos, hegemonía abrumadora en el Distrito Federal y además la solidaridad de dos gobernadores producto de discutibles coaliciones con el PAN: los de Oaxaca y Sinaloa. Sin embargo, la coyuntura actual puede volver a poner el peligro sus avances.  

Por lo que se refiere a los panistas no pierden con el fallo del Tribunal más de lo que perdieron con los resultados de las elecciones, pero dicho fallo les complicó su posicionamiento como oposición que va a ser, en su tradición conservadora y leal que ha sido. Me parece que incluso puede considerarse contradictoria su declaración de acatamiento de la resolución, sin dejar de marcar inconformidad en ciertos renglones. Esta declaración deriva también de sus enfrentamientos internos.

En suma es un panorama que puede considerarse gris, pero que mi optimismo me permite ver más fácil que el de hace seis años. Enrique Peña Nieto parece tener mucho más en las manos que Felipe Calderón entonces, la negociación con el PRD. Su frente de gobernadores ha dado señales de institucionalidad. Asimismo, Silvano Aureoles (quien es el líder perredista en la Cámara de Diputados) ya declaró que no se quedarán sólo en el reclamo, que aprovecharán su posición y están dispuestos a construir acuerdos. De hecho esta designación fue altamente beneficiosa para el PRI, por ser Aureoles amigo de Manlio Fabio Beltrones, el líder de la bancada del PRI. Queda demostrado el beneficio para sus intereses derivado de que Peña Nieto haya tenido la habilidad de saber ceder al eficiente grupo de Beltrones y Emilio Gamboa la responsabilidad de su partido en el Congreso.

Los perredistas parecen haber encontrado la receta de la manera de emprender esta política negociadora, a la par de aceptar que AMLO siga encabezando  movilizaciones. Con ello el PRD  no sepulta a su marca que más vende, ni pierde  a su electorado más molesto con el regreso del PRI. Al mismo tiempo, consolida una izquierda más democrática y moderna.

Por último la construcción de puentes con el PAN no me suena que se vaya a complicar, una vez que en este partido terminen por hacer el balance de su derrota, repartan las culpas y resuelvan la lucha por su liderazgo. En el pasado, a los panistas se les vio abonar por la transformación del país con mucho más inteligencia y eficiencia que la que mostró su tecnocracia. Me parece que los priistas van a saber aprovechar su tradición de diálogo, sin dejar que se les monten como ellos mismos hicieron durante los gobiernos del blanquiazul.

Estimados radioescuchas: ¿Creen ustedes que mi esfuerzo optimista tenga fundamentos? ¿Creen que el conflicto postelectoral se irá desinflando?

      
                      

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