miércoles, 29 de julio de 2015

Sobre las candidaturas independientes

En los últimos días el tema de las candidaturas independientes, que despertó interés y ofreció sorpresas en los comicios pasados, ha vuelto a aparecer en la opinión pública, por lo que quiero dedicarle mi comentario de hoy.

¿Por qué, cómo y cuándo se introduce en nuestro sistema electoral el que ciudadanos por su cuenta puedan presentarse como candidatos en las competencias políticas? El por qué tiene que ver con el desencanto que produjo en la sociedad la construcción democrática, que tuvo como catalizador distintas reformas electorales a partir fundamentalmente  de la de 1977; tales reformas produjeron varias alternancias a nivel municipal y estatal hasta que en 2000 le ganó el gobierno federal el PAN al PRI otrora hegemónico, a la par que se había logrado construir un poder legislativo más plural como contrapeso del ejecutivo. Ya para  las elecciones intermedias del segundo gobierno panista, en 2009, una importante capa de la población no había sentido ningún beneficio con la alternancia. Para muchos eran evidentes los vicios de los políticos de todos los colores, y su ineficiencia casi similar para conducir a México. La corrupción, los problemas de empleo y de pobreza, aunados a los de la inseguridad no se resolvían y la culpa se la empezaron a atribuir a los partidos políticos, los únicos que aparentemente se habían beneficiado con la apertura del sistema por los recursos crecientes que recibían. La democracia pasó a ser una demanda que rebasaba la construcción de instituciones, y se situó a nivel de la calidad democrática inseparable de la democracia económica y social. De tal suerte, y aquí viene el cómo, se empezó a decir que una partidocracia había secuestrado a la democracia. Los partidos políticos semejaban en efecto carteles que se repartían el poder territorialmente, o por cuotas incluso en los organismos mismos que vigilaban su competencia. Así surgió en 2009 el llamado al voto nulo, como en este 2015 en que el movimiento no prendió como entonces, porque precisamente la reforma de 2011 ya había recogido ciertas demandas ciudadanas como la consulta popular y las candidaturas independientes, las cuales quedaron reglamentadas hasta 2014. He aquí el cuando.

Cabe señalar que a ambas se le pusieron importantes trabas las cuales impidieron que en junio se presentaran varias consultas que se habían propuesto, mas no que se registraran varios candidatos independientes para presidentes municipales, diputados locales y federales y hasta para gobernador. Confieso que fui de aquellas que vi con escepticismo el proceso, por la cantidad de firmas y el escaso tiempo que se les otorgó a los interesados para juntarlas, por los recursos de los que creí carecían y porque la mayoría eran políticos a los que se les había cerrado las puertas a sus aspiraciones en sus propios partidos. Lo cierto es que muchos interesados no pudieron cubrir las exigencias, y que mientras algunos lograron hacer campañas novedosas con poco financiamiento, otros se hicieron de apoyos y recursos a tal grado que se suscitó la discusión compleja del límite de los gastos de campaña al que tenían derecho, discusión que ofreció distintas respuestas y dejó hasta la fecha un problema por resolver. Por lo que se refiere al origen de los candidatos, si observa uno por ejemplo los casos de quienes ganaron las elecciones a las que se presentaron -que ganadores los hubo a todos los niveles-, si bien destaca el caso del Bronco en Nuevo León por ser el primer gobernador que va a llegar a su puesto desde una candidatura independiente y el cual viene del PRI, o también el caso del hijo de Clouthier expanista pues quien será diputado federal, también está el joven de Jalisco apartidista que formará parte del congreso local.

Con todo esto, los políticos desde los partidos están preocupados y no parece ser para menos. Quedó demostrado que una buena candidatura independiente, fresca y abierta a las nuevas tecnologías de la comunicación, y/o con buenas  alianzas, puede prender como pólvora, siendo que desde los gobiernos la sociedad sigue sin recibir respuestas y los partidos sin convencer.

Empecemos con los gobiernos. Peña Nieto parece seguir instalado en el inmovilismo, aunque hay que reconocerle que le dio un acertado espaldarazo a Gabino Cue para darle un golpe en Oaxaca a la sección 22 de la CNTE, pero me ha parecido más una salida de emergencia a la crisis de credibilidad creciente de su administración, que perjudicó aún más la ridícula evasión del Chapo en las narices de todos, que la vuelta de timón de la que el gobierno federal está urgido, pese a lo relativamente bien que le fue en junio pasado. A saber, a mi parecer, para qué les puede servir la mayoría parlamentaria que lograron si lo que pretenden es nada menos que cambiar este país. Mancera en el Distrito Federal, afectado él sí en las elecciones pasadas, tomó por el contrario la decisión de hacer cambios en su gabinete, pero más encaminados a su proyecto personal: se distanció de las tribus del PRD y le hizo contrapeso a Morena a través de un equipo -donde destacan mujeres- que representa una izquierda más moderna correspondiente al perfil que desea tener para el 2018, para lo que venga y para controlar su sucesión si le es posible.

Los partidos políticos, por su parte, no dan mejor imagen. Morena mantiene nula democracia interna, mientras PRD y PAN enfrentan en su seno disputas por la cereza de quién coordinará sus respectivas bancadas lo que, en el PAN, debe pasar primero por la renovación de su dirigencia. En el PRI no hay duda de que Cesar Camacho tendrá tal coordinación, pero el partido con ninguna independencia de la presidencia –cuando podría tenerla- aún espera humo para iniciar su respectiva renovación.

Total que los ciudadanos siguen sin ver mal esta experiencia de las candidaturas independientes, por lo que se ha venido prioritariamente  criticando que en los estados de frente a las elecciones del año que entra se les ponga mas frenos, a través de aumentar porcentajes de firmas requeridas, disminuir tiempos y contemplar por parte de aspirantes el que tengan varios años sin actividad política a través de los partidos.

En suma, la posición de buena parte de la sociedad es entendible, como la es la de los políticos que desde los partidos le temen a este supuesto avance que puede llevarlos a competir contra colegas chapulines que opten astutamente por esta vía, como quizás Buganza en Veracruz, o contra figuras prestigiosas o simplemente más creíbles que ellos.

Mi opinión es que si bien la vía de acceso al poder a través de este instrumento puede ser enriquecedora, debe igualmente  ser vista con cautela, uno porque todavía no ha pasado la prueba y dos porque puede permitir a los poderes facticos tener un control de los espacios públicos sin mediación de la política.

Elecciones 2015. Tercera parte.

Las dos semanas pasadas, queridos radioescuchas, me enfoqué al análisis de las elecciones pasadas. Ordené mis ideas diferenciando dos aspectos a partir de los cuales se pueden explicar las cifras que arrojan estos comicios y sus consecuencias: los elementos coyunturales que afectaron el voto, y lo que deviene de la evolución de nuestro sistema político. ¿Cómo podemos, a partir de ellos, explicar los resultados electorales? Hace siete días les decía que quizás la pregunta más seria que tenemos que hacernos es cómo le fue bien a Peña con la baja popularidad que mantiene, y primero deslindar qué tan bien le fue y el peso que tendrá que cargar por los resultados.
Que ganó Peña Nieto comodidad para su trato con el Congreso, ciertamente lo hizo y no es victoria menor. Pero cómo decir que le fue bien, bien, si perdió dos estados industrializados como Querétaro y Nuevo León, si perdió dos precandidatos a la presidencia en las figuras de sus actuales gobernadores, si en Nuevo león parece que lo engañaron y la candidata priista no era la mejor apuesta, si es Manlio Fabio Beltrones no precisamente su amigo quien ganó Sonora, si casi pierde Colima (fíjense, ganó por 500 votos), si no la hizo en Baja California Sur, si ganar Guerrero fue sacarse la rifa del Tigre, y él parecía previo a los lamentables sucesos de Iguala encantado con que el PRD postulara al Jaguar. No menciono Michoacán porque ahí Peña tenía dos candidatos: Chon Origuela y Silvano Aureoles. Como decir que puede estar muy contento, si pierde el PRI toda la zona metropolitana de Guadalajara y baja su votación en el Estado de México, como decirlo si pierde importantes ciudades. Pero sí en cambio le va bien en Veracruz y Puebla, lo cual es muy bueno por el número de electores que implican, y hasta en Oaxaca con una lista nominal menos relevante.
La del  PRI fue una victoria más modesta de la que se presume, pero al fin victoria, extraña por cierto para muchos dada la situación política y aún la falta de resultados de la administración peñista. ¿Qué sucedió?
La literatura tiende a explicar el voto como voto de premio o castigo a los gobernantes en turno, como producto de la identidad partidaria, del posicionamiento político de frente a los problemas por enfrentar, de los debates, de los candidatos y sus campañas. Sin embargo la explicación de muchos se ha ido más por reconocer en los priistas a través de las encuestas de salida un voto más de gente mayor y con menores estudios. Esta explicación sociodemográfica es insuficiente. Los resultados del PRI se deben, a mi parecer, mucho más a la fuerza territorial del partido, al que ha sabido mantener una identidad, que ha sabido competir, presentar aceptables candidatos y promocionarlos sobre todo bien. Tiene recursos y mueve el voto. Además, como ya lo dijimos, tuvo la ventaja adicional de ser oposición de gobiernos desprestigiados como el del PRD en Guerrero,  o que desprestigió como el de Padrés en Sonora.
Mucho se ha dicho que la gente a nivel estatal votó por el cambio y sí fue así. Alternancias hubieron en cinco entidades, de nueve donde se jugaba el gobierno estatal. En Guerrero y Sonora como ya bien dijimos, en Nuevo León donde ganó el Bronco como candidato independiente quien se impuso al bipartidismo del estado donde ambos PRI y PAN habían gobernado, y los priistas habían regresado con eficiencia pero quedó envuelto el gobernador en un escándalo coyuntural de corrupción mayúscula que se destapó en vísperas de elecciones, en Michoacán donde el PRI no la hizo, y su gobernador a través de su hijo y su secretario general hoy en prisión se les vinculó con el narcotráfico en momentos en donde los electores priorizan en sus demandas la seguridad. El único caso que no encuadra es la alternancia de Querétaro, entidad netamente bipartidista en donde recupera el estado el PAN en condiciones de un bipartidismo viejo y sólido como era el de Nuevo León o es el de San Luis Potosí donde sin embargo sí la hace el PRI en estas elecciones. No se entiende, porque el gobernador tiene al parecer  de las encuestas  buen prestigio no como el de San Luis, al menos que dichas encuestas hayan estado amañadas. Lo cierto es que en Querétaro ambos candidatos hicieron buenas campañas. Quizás pesó el que el del PRI sea hermano de un exgobernador panista. A saber.
El voto del PRI parece ser, luego entonces, más un voto por identidad en el marco de una tendencia de definición del mismo en términos no ideológicos sino a favor o en contra del sistema, que es lo que también parece definir principalmente el voto a favor del PAN el cual crece con buenas candidaturas no como la impuesta en Nuevo León, como crítica a los gobernantes en turno, tal es el caso en Colima aunque no le alcanzó, o en San Luis Potosí.
La identidad partidista es lo mismo que explica lo que queda del voto perredista, que es más bien el voto duro de las actuales dirigencias de ese partido. Nos guste o no, Nueva Alianza o el Partido Verde también tienen sobre todo ese tipo de electorado. Sin embargo muy interesante es hacer notar que el del Verde no ha crecido, aunque el partido obtiene más curules por su acertada negociación con el PRI.
Por otro lado, el voto antisistema es propio de los electores que fortalecieron a algunos partidos minoritarios como Movimiento Ciudadano o lograron el registro de Encuentro Social (irónicamente en beneficio quizás del PRI), o que se inclinaron por candidaturas independientes cuyos logros se explican por las formas novedosas de sus campañas que llaman la atención a bajo costo de los jóvenes en las redes, como la del chico que ganó una diputación local en Jalisco y será al parecer, el fiel del congreso local -ustedes dirán su futuro poder.
Así, según mi apreciación, el único voto que es de carácter ideológico es el voto por Morena, aunque su poder de atracción se debe al carisma de su promotor a saber López Obrador. Morena es el único partido que parece tener un discurso, aunque maniqueo, de oposición a la política nacional que han promovido en México los partidos grandes. Con ello Morena ciertamente se posicionó y su surgimiento fragmenta a la izquierda pero esto no debe leerse como que afectó a la izquierda en su conjunto. De hecho el voto a la izquierda sumado, creció aproximadamente de 30 a 33% de la votación válida en elecciones para diputados federales desde la pasada elección.
Hasta aquí una primera explicación de los resultados de las elecciones pasadas, análisis que profundizaremos los investigadores en los meses siguientes. La próxima vez en el noticiero, me dedicaré a con ustedes a examinar las implicaciones políticas de las mismas. 

Elecciones 2015. Segunda parte.

La semana pasada, queridos radioescuchas, inicié una serie de comentarios sobre las elecciones pasadas. Ordené mis ideas diferenciando dos aspectos a partir de los cuales se pueden explicar las cifras que arrojan estos comicios y sus consecuencias: los elementos coyunturales que afectaron el voto, y lo que deviene de la evolución de nuestro sistema político. Ya abordé el primer punto y hoy me dispongo a tocar el segundo.
Por lo que se refiere al sistema político presente en estas elecciones y construido en nuestro país durante los últimos veintitantos años, casi treinta,  sobre todo a partir de una serie de reformas electorales que hicieron despegar la pluralidad política, se había consolidado un sistema de tres partidos a nivel nacional que en elecciones presidenciales dejaba al final de las contiendas a dos jugadores, y de dos partidos, dos y medio, raramente tres a nivel estatal, a saber el PRI (salvo en el Distrito Federal) contra el PAN o el PRD (en las demás entidades). Para esto, la concentración del voto en las elecciones a este nivel de los dos partidos punteros parecía acentuarse. Además, los gobiernos panistas se habían parecido más a los dos o tres últimos gobiernos priistas que estos a los anteriores, y los movimientos del voto indicaban estarse estabilizando. Mientras algunos insistían en considerar esta etapa una transición más bien fallida, lo cierto es que reflejaba constantes dignas de estudio, constantes que con el regreso del PRI al poder federal se fueron perdiendo. Dos elementos fundamentales de estos cambios que constatamos en el 2012, y fueron todavía más evidentes en el 2013, fueron el debilitamiento de hegemonías como la panista en Guanajuato (donde hoy el PAN se recuperó), y el peso creciente de los partidos minoritarios cuya importancia hasta entonces había sido su rol en elecciones cerradas. Desde entonces podía uno pensar que se avecinaba una fragmentación partidista, lo que se hizo evidente con la escisión de AMLO del PRD la cual afectaría sin duda al PRD al menos en el DF (como resultó). Pero eran todos los partidos minoritarios los que ya podían jugar por su cuenta (así lo fue con mayor evidencia ahora). El Verde se había impuesto en Chiapas, y Alfaro ya desde entonces en 2012 en Jalisco con Movimiento Ciudadano estuvo a cinco puntos de llegar a la gubernatura.
Otro elemento de corte estructural, que influyó en las elecciones pasadas, me quedaba por lo menos a mí claro también desde el 2012, y tiene que ver con la concurrencia de las elecciones cada vez más frecuente en México. Lo hizo no en el sentido que muchos pensaban de que las elecciones más importantes, con más difusión y presupuesto comprometido en las campañas, arrastran el voto de las menos importantes donde se juegan puestos de menor alcance político, sino todo lo contrario a saber que los resultados muestran más bien que la definición del voto parte de intereses más inmediatos del ciudadano quien conoce mejor a los candidatos que se presentan a dicho nivel, y que al decidir su voto por algunos de ellos en otro tipo de elecciones vota en general automáticamente y con uniformidad por el partido que lo postula. Es un efecto que ha resultado perverso para algunos partidos que promovieron la concurrencia electoral. Es un efecto que está detrás de la mayor participación electoral en las entidades que han tenido elecciones estatales. Estas elecciones importan e importan mucho.
Es así como un elemento adicional, importantísimo para entender estos comicios, propio de nuestro sistema político y el cual circunscribe al anterior, es que se debe entender que la política en México transcurre a varios niveles, nacional, estatal y local, niveles que se entrecruzan y no evolucionan en los mismos tiempos y en los mismos sentidos. Es así como votar PRI en Sonora, pese al desprestigio de Peña Nieto, es votar por la oposición, o en Guerrero donde pese a los esfuerzos por culpar al gobierno federal de lo sucedido en el marco del crecimiento del crimen organizado en la región no prosperó, y la responsabilidad cayó en el perredismo local.
Finalmente, me quiero referir a otros dos aspectos del mismo orden que marcaron igualmente las elecciones pasadas. Primero el descrédito que la política ha venido sufriendo frente a la ciudadanía. No se cree mayormente en los políticos de todos los colores, los escándalos de corrupción los han afectado todos. No se cree en las políticas que emprenden, porque sus resultados han sido pobres. No se cree en los procesos, antes porque se dudaba que los votos contaran y se contaran bien, ahora porque se gasta -y es cierto- de más y todos parecen disfrazar sus gastos, siendo la capacidad de fiscalización de los partidos muy deficiente. Esto parece ser que seguirá siendo así, mientras los partidos perdedores sean los primeros en sembrar la desconfianza cuando les conviene, como va a suceder ahora en muchos lugares. Impugnaciones las hay a pasto. Al respecto, vislumbro que se van a destacar en Colima y el Estado de México. A saber.
Por otra parte, cabe señalar que puede llegar a tener importantes consecuencias en los resultados electorales (y así fue el caso) la capacidad que tienen los partidos de resolver bien su selección de candidatos sin contratiempos y fracturas, sin escisiones comprometedoras. Con la competitividad creciente los partidos han estado al acecho de estas fugas, para abanderar candidaturas ganadoras porque los líderes se llevan con ellos sus votos. Además con la nueva normatividad la experiencia muestra que con éxito pueden convertirse en candidatos independientes, como el Bronco o el futuro presidente municipal de Morelia, un expanista, o como el hijo de Clouthier quien ganó como diputado federal.
En mi próximo comentario afrontaré el reto de explicar las elecciones pasadas, a partir de los elementos que hemos señalado. Pero no quiero dejarlos estimados radioescuchas, sin señalar aquí quizás la pregunta más seria es el cómo le fue bien a Peña con la baja popularidad que mantiene, y primero deslindar qué tan bien le fue y el peso que tendrá que cargar por los resultados.
Que ganó Peña Nieto comodidad para su trato con el Congreso, ciertamente lo hizo y no es victoria menor. Pero cómo decir que le fue bien, bien, si perdió dos estados industrializados como Querétaro y Nuevo León, si perdió dos precandidatos a la presidencia en las figuras de sus actuales gobernadores, si en Nuevo León parece que lo engañaron y la candidata priista no era la mejor apuesta, si es Manlio Favio Beltrones no precisamente su amigo quien ganó Sonora, si casi pierde Colima, a saber qué pase, si no la hizo en Baja, si ganar Guerrero fue sacarse la rifa del Tigre, y él parecía previo a lo de Iguala encantado con que el PRD postulara al Jaguar y ganara. No menciono Michoacán porque ahí Peña tenía dos candidatos: Chon Origuela y Silvano Aureoles. Como decir que puede estar muy contento si pierde el PRI toda la zona metropolitana de Guadalajara y baja en el Estado de México, como decirlo si pierde importantes ciudades. Pero sí en cambio le va bien en Veracruz y Puebla lo cual es muy bueno por el número de electores que implican, y hasta en Oaxaca con una lista nominal menos relevante.

Por eso Peña Nieto no la tiene fácil, si es que quiere terminar bien su sexenio. Ni siquiera en su relación con el PRI. No hay tiempo para festejar. Debe aprovechar estos resultados para salir de la parálisis que se había apoderado de su equipo.

Elecciones 2015. Primera parte.

El análisis de las elecciones del 7 de junio resulta más interesante del que hubiéramos creído hace algunos meses, incluso hace algunas semanas.
Primero está el que se hubieran efectuado con “normalidad# digamos, si se puede considerar normal un proceso con más de veinte muertos de personas involucradas en los comicios, candidatos y miembros de su equipo, normal un proceso al que se llamó a boicotear al grado de que se asocia   -no sin razón- la decisión de suspender la evaluación de los maestros derivada de la Reforma Educativa a la realización de estos comicios, normal un proceso en que hubieron incidentes sí aislados en Guerrero, no tanto en Oaxaca que dejaron a varios ciudadanos sin derecho a expresión. Los datos los ha dado el Presidente del consejo general del INE y son elocuentes del esfuerzo de la institución la cual sin embargo nos ha dejado pasmados con errores en la comunicación de los resultados que al fin y al cabo son provisionales, porque como todos sabemos habrá muchas impugnaciones, por lo que en esta intervención me limitaré a dar más opiniones sobre los hechos relevantes y las tendencias, que a analizar las cifras con detenimiento como suelo hacerlo. La interpretación de estas elecciones, como leí por allí, va más allá de los números que arroja.
En estos días se han realizado muchos comentarios sobre los resultados del domingo antepasado. Sobre todo se ha hablado de lo relativamente sorpresivo que fue el nivel de participación y que el llamado al voto nulo no prendió, se ha hablado de ganadores y perdedores, destacándose el punto del crecimiento de los partidos otrora chicos, del alcance de Morena en su primera elección, del devenir del tripartidismo que ya se nos había hecho clásico desde que se liberalizó el sistema, de lo que arrojaron las candidaturas independientes destacándose el caso del Bronco en Nuevo León, de cómo queda el sistema de partidos en México, del balance de la legislación que normó los comicios.
Yo quisiera ordenar los míos diferenciando dos aspectos a partir de los cuales se pueden explicar las cifras que arrojan estos comicios y sus consecuencias:
·         los elementos coyunturales que afectaron el voto
·         lo que deviene de la evolución de nuestro sistema político
El día de hoy abordaré el primero
Las elecciones intermedias son una especie de referendos de los gobiernos federales en turno. En este caso las enfrentaba una administración que durante dos años lució una habilidad negociadora en favor de  un proyecto reformador para lo que tuvo el apoyo de los dos partidos políticos opositores entonces más grandes, PAN y PRI, a través de sus dirigencias a las que el Presidente Enrique Peña Nieto a cambio ayudó a consolidarse. Todos sabemos que Emilio Madero se pudo relegir en el PAN y también “Los Chuchos” en el PRD. Sin embargo, unos diez meses antes de esta jornada, de frente a sucesos como el de la desaparición de los normalistas en Iguala y la evidencia del comportamiento del Ejército en Tlatlaya al que le siguieron eventos como el de Apatzingán en enero pasado, y de frente en segundo lugar a una serie de acusaciones que apuntan hacia la existencia de relaciones privilegiadas de las altas esferas del gobierno federal con inmobiliarias que les rinden favores, el panorama político cambió drásticamente para todos, porque Peña Nieto se mostró incapaz de responder adecuadamente a lo inesperado, y dar un giro de timón. Ni a nivel discursivo ni a nivel de proyecto, el cual además no había rendido frutos aún, si es que los va a dar algún día, se mostró eficacia en diseñar un plan B, lo que más bien se leyó como obstinación. Por el lado de sus aliados, la consecuencia de su política negociadora fue la intensificación de las críticas que recibidas por haber sido cómplices del Presidente.
Las elecciones se presentaron, entonces, en el peor momento para estos tres partidos más importantes, PRI, PAN y PRD.
El PRI tenía un objetivo bien difícil que era lograr la mayoría en el Congreso para que no se repitieran los ya conocidos gobiernos divididos tras las elecciones legislativas de mitad de sexenio, típicos en el país desde 1997. Esta necesidad se mostraba mayúscula para facilitar la aprobación del próximo ejercicio presupuestal, en que se esperan importantes modificaciones y recortes. Por el lado de los retos a nivel estatal y local, se jugaban más puestos que nunca: 9 gubernaturas, la composición de 17 congresos, cientos de presidencias municipales. El PRI tenía que defender Campeche, Colima, Michoacán, Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí, y ciertamente tenía posibilidades de reconquistar Baja California Sur y más aún Sonora en manos del PAN, y Guerrero entidad en plena crisis en manos del PRD. De primordial importancia resultaba la zona metropolitana de Jalisco y la conurbada con el DF en el Estado de México, como mantenerse por ejemplo en Guanajuato, en Tabasco y empezar a crecer en el Distrito Federal.
El PAN en preparación para el 2018 necesitaba reponerse de los malos resultados del 2012. El reto de la dirigencia, de este grupo era lograr los resultados que acallaran a sus críticos internos, recobrando plazas en el Congreso y manteniendo sus gobiernos estatales, con cohesión y unidad.  A nivel de las luchas estatales salvo en Guerrero tenía presencia, aunque se había venido a menos en Campeche. Finalmente había gobernado durante dos periodos sexenales Querétaro y San Luis y  Nuevo León por uno.
El PRD tenía y así resultó las peores condiciones para hacer un buen papel. Con el surgimiento de Morena se avecinaba muy probablemente una fragmentación de la izquierda que amenazaba con golpearlo. A nivel de las contiendas estatales y locales su situación se hacía complicada, porque si bien concentraba su  voto en el Distrito Federal hasta el punto de haber sido hegemónico en 2012, era ahí donde Andrés Manuel López Obrador tenía su bastión.  Igual, si bien gobernaba la entidad conflictiva de Guerrero, los recientes acontecimientos ya referidos habían hecho renunciar hasta a su gobernador. En Michoacán, cuna del perredismo que había perdido, tenía el problema de tener dos frentes porque la hermana de Felipe Calderón “La Cocoa” estaría también en la pelea.
Por el contario, el escenario de los partidos chicos era o bien ir con todo hacia adelante, o con la subida del umbral correr el riesgo de desaparecer. El Partido Verde jugó su juego tan criticable y redituable, y Movimiento Ciudadano como desde el 2013 se aferró a su nueva política y perfil. El PANAL jugaría su primera contienda importante sin Elba Esther Gordillo. Los candidatos independientes tenían todo por ganar, sin pagar demasiados costos. A saber si los tenga que pagar el Bronco en Nuevo León que de independiente no lo tiene todo, con el apoyo que recibió de empresarios norteños y de medios de com