martes, 21 de abril de 2015

Hacia la consolidación democrática

La semana pasada se dieron dos avances históricos en las reformas que algunos han llamado de segunda generación para la consolidación de nuestra democracia, en el sentido de la creación de algunas bases para que sea de mayor calidad es decir con mayor rendición de cuentas, a la par de que esté sustentada en un verdadero estado de derecho. El primer avance se refiere a la reglamentación en materia de acceso a información gubernamental a través de la recién aprobada Ley General de Transparencia en la Cámara de Diputados. Habiendo tenido su origen en la Cámara de Senadores, le dieron el visto bueno y sólo falta su promulgación por el ejecutivo federal. En el segundo caso,  se trata de la reforma que dará origen al Sistema Nacional Anticorrupción que el día de hoy 21 de abril pasará al pleno del Senado. Su dictamen fue aprobado por las comisiones unidas de Gobernación, Anticorrupción, Puntos Constitucionales y Estudios Legislativos, tal como lo remitieron los diputados.

Con la primera ley, el Instituto Federal de Acceso a la Información y protección de Datos se transformará en el Instituto Nacional de Transparencia. La conquista principal es que se homologarán las leyes necesarias para que se puedan hacer solicitudes a los tres órdenes de poder (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y a los tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal). De igual manera, se tendrá acceso a información de órganos autónomos, partidos políticos, fideicomisos y fondos públicos, así como de cualquier persona física, moral o sindicato que reciba y ejerza recursos públicos. El nuevo instituto tendrá, además, la facultad de sancionar a los servidores públicos que no entreguen la información solicitada. De tal suerte, se ganó que toda la información en posesión de sujetos obligados sea accesible, aunque puede ser clasificada como reservada por razones de interés público y seguridad nacional, pero no más de 12 años.

Después de la publicación de la ley mencionada, el nuevo órgano tendrá un plazo de 60 días para convocar a un Sistema Nacional de Transparencia del cual será la cabeza, en coordinación con la Auditoría Superior de la Federación, el INE y el Archivo General de la Nación, quedando a cargo de evaluar las acciones relativas a la política pública sobre su materia.

El Sistema Nacional de Transparencia es junto al Sistema Nacional Anticorrupción un gran logro ciudadano. El Sistema Nacional Anticorrupción a su vez transforma y fortalece varias dependencias y crea nuevas. Lo coordinará la Secretaría de la Función Pública cuyo titular deberá ser ratificado por parte del Senado, junto con la Auditoría Superior de la Federación (que podrá hacer auditorías del ejercicio de recursos públicos en tiempo real), el Instituto Federal de Acceso a la Información, la Fiscalía Especial para el Combate a la Corrupción, el Consejo de la Judicatura y el Tribunal Federal de Justicia Administrativa.

Este sistema, que se replicará también a nivel regional, aportará independencia e imparcialidad en la materia. De tal forma dejará de ser el gobierno quien investigue y sancione, en su caso, sus propias conductas. A la vez se lograron la prescripción de responsabilidad hasta por quince años, la extinción del dominio por enriquecimiento ilícito, la obligatoriedad de la declaración de intereses por todos los funcionarios públicos, y la sanción de particulares que incurran en actos de corrupción.

Es evidente que estos logros legislativos se dan en el contexto electoral actual, en el que jugaron varios elementos. Por el lado del PAN su gran interés por impulsar este avance, a través de la presentación de una propuesta que en efecto resultó la más completa y sobre la cual se trabajó esencialmente, de frente a los escándalos que salieron a la luz pública recientemente revelando enriquecimientos escandalosos, varios de ellos ligados a la penetración del crimen organizado en las altas esferas de poder, o a privilegios recibidos por funcionarios públicos (incluido el Presidente de la República) en la adquisición de bienes de parte de empresarios contratados por el Estado. Por lo mismo, hoy este partido se otorga el crédito de lo alcanzado.

Por el lado del PRI, que representa la posición de la administración de Enrique Peña Nieto, cabe reconocer que demostró flexibilidad en aceptar ser rebasado en su posición original y justo antes de las elecciones, en un cálculo seguramente de que era menor el costo de verse afectado por una imagen de debilidad que el de oponerse a tales medidas tras los escándalos de que era objeto. Así las cosas incluso fue al parecer, a través de sus negociadores en las figuras del Secretario de Hacienda Luis Videgaray  y del Consejero Jurídico de la Presidencia Humberto Castillejos, que se logró convencer a los senadores de izquierda como Armando Ríos Piter y Alejandro Encinas de pasar la discusión del documento al pleno del Senado (como se va a hacer hoy) sin aumentarle nada, mediante la curiosa estrategia de incluir en la exposición de motivos la obligatoriedad a futuro, luego de que la Reforma sea aprobada por 16 legislaturas locales y pueda ser declarada constitucional, de discutir una docena de temas ausentes cuando pasen sus leyes reglamentarias, temas entre los cuales están la eliminación del fuero, el fortalecimiento del sistema de participación ciudadana, el incluir al SAT en la unidad de inteligencia financiera, el concluir el régimen de responsabilidades de los servidores públicos y la publicidad de las declaraciones patrimoniales.

De esta forma es que tanto el PRD como la izquierda esperan, si no beneficiarse también de los acuerdos parlamentarios, al menos no dejar que el PAN se lleve todo el mérito. No creo, sin embargo, que lo vayan a lograr. Priistas y perredistas parecen estar sufriendo, según las encuestas prelectorales, toda la golpiza de la crisis política de los últimos siete meses, de la cual los panistas parecen a la vez estarse  beneficiando.


¿Usted, qué opina?

martes, 7 de abril de 2015

A propósito del inicio de las campañas electorales 2015

Leía yo un comentario ayer en el periódico en torno a la inevitable próxima muerte por un cáncer de hígado del famoso neurólogo Oliver Saks quien, pese a sus más de 80 años, entre otros puntos declara que vive con gran claridad sus últimos días, por lo que no está dispuesto a perder el tiempo viendo noticieros y discutiendo política. Inmediatamente pensé en tantos mexicanos que también están hartos de políticos, partidos y elecciones y que, a pesar de tratar de evitar dicha temática, están siendo bombardeados por la publicidad y las encuestas sobre popularidades y preferencias en estos tiempos electorales, y seguramente se han sorprendido al saber que a penas el domingo pasado empezaron de facto las campañas (incluso no todas, sino más bien las federales para renovar la Cámara de Diputados).

Sin embargo, miren qué necedad la mía, que voy a hablarles del voto y las próximas contiendas, porque no sólo está en juego en primer lugar el contrapeso que tendrá en el legislativo el gobierno de Enrique Peña Nieto,  visto del otro lado el nivel de dificultad con que éste tendrá que negociar. El hecho es que con una ingeniería nuestra proclive a gobiernos divididos, a pesar de que ya pasó sus más importantes reformas, requiere de cualquier forma de apoyo para que la segunda parte de su sexenio sea fructífera; piensen ustedes al menos en el reto que será la aprobación del próximo presupuesto el cual, según las declaraciones de su equipo, se restructurará totalmente; piensen ustedes que querrá tener la fuerza suficiente para controlar la nominación del candidato de su partido a sucederle, y que el PRI se conserve en los Pinos. En esta primera consideración están en juego las consecuencias de estas elecciones legislativas intermedias que nuestra normatividad dispone, elecciones que se han convertido en un especie de referéndum a los gobiernos en turno, prueba que desde la apertura política en México no han pasado ni Ernesto Zedillo, ni Vicente Fox, ni Felipe Calderón.

En segundo lugar, el 7 de junio próximo está igualmente en juego la recomposición del sistema de partidos en el país, debido al desencanto de varios simpatizantes que hace tres años le apostaron a que el PRI retomara el poder federal, en tanto su administración no ha demostrado en concreto la eficiencia prometida  -en particular a nivel de lo económico y del control de la violencia-; debido a la fragmentación de la izquierda o sea al debilitamiento del PRD por fugas de líderes en especial hacia el nuevo partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena; debido a la coyuntura adversa tanto a priistas como a perredistas desde hace poco más de  seis meses, a partir de los acontecimientos de Tlatlaya e Iguala y las evidencias de corrupción e impunidad; debido a la oportunidad que ello ha significado para el PAN partido que ha visto subir el porcentaje de aquellos que declaran que votarían por el blanquiazul; debido a un PVEM que maniobró de suerte que se vislumbra puede erigirse al igual que  PRD y Morena en un futuro partido mediano; y debido por último a la incógnita de cuáles partidos chicos conservarán su registro. En este sentido está en juego si le diremos adiós, como parece, al sistema de tres partidos grandes a nivel federal, dos o dos y medio a lo sumo a nivel regional, a los que se sumaron con la pluralidad política unos cuantos partidos chicos cuyo peso contó en las coaliciones que a menudo conformaron por la competitividad de muchos procesos. En suma, está en juego qué tanto nuestro multipartidismo dejará de ser moderado, sobre todo si recordamos que a nivel subnacional comenzaba a decrecer el número de partidos y los distintos partidos parecían haber logrado mantener un voto más estable.

Estos puntos me obligan a abordar algunas ideas sobre lo que nos conviene a todos. Nos conviene un sistema de partidos sólido, representativo de nuestra ciudadanía y su diversidad. Ciertamente un sistema fundamentalmente tripartidista como al que habíamos llegado no era  suficiente. No estoy diciendo nada nuevo: ¿quién no lo ha dicho? Sin embargo muchos creen, y aquí yo disiento, que PRI, PAN y PRD se convirtieron en partidos muy similares, con políticos con los mismos vicios, y programas y políticas no diferenciadas. Yo parto de creer que, si bien los escándalos que nos indignan no han tenido color, estos partidos ni son lo mismo, ni hacen lo mismo; no representan a los mismos, ni hacen política de la misma manera; sus ideologías de fondo difieren, como difieren y son predecibles sus distintos posicionamientos.

Me interesa a partir de este reconocimiento llevarlos  a la consideración de que a pesar de que la política pueda disgustar, es una riqueza la mayor gama de opciones que en esta ocasión tenemos. Me opongo por tanto a aquellos que abogan por el abstencionismo, o el voto nulo. Este recurso es un voto por aquellos que llevan ventaja, y en México no tiene la suficiente trascendencia, porque por ejemplo el voto nulo a conciencia no se diferencia del voto anulado por error, ni siquiera se puede medir, y menos ser contabilizado como en otros países para restarles financiamiento público a los partidos políticos, lo que ya tiene sentido pero en México es una opción que no existe.

Entonces, me parece más interesante con base en las consecuencias que puede tener la próxima jornada electoral, sugerirles que consideren mejor su derecho en función de qué apoyos o contrapesos quieren para quienes gobiernan o han de gobernar en nuestro Congreso nacional y congresos estatales si es el caso, de quienes quieren de gobernadores o en sus presidencias municipales, si quieren que los partidos en el poder sigan gobernando o consideran conveniente una alternancia. Su decisión puede ser en virtud de los partidos, su desempeño real y el que consideren pueden obtener, en función también de los propios candidatos, y si quieren emitir un voto razonado entiendo que ni siquiera tienen que seguir las campañas que empiezan. Además de lo dicho, caben otras precisiones.

En las elecciones legislativas conviene el voto por su primera opción, aún lleve ésta las de perder, porque contará para los asientos plurinaminales. Recuerden que el voto por las coaliciones, es decir por más de un partido, en caso de no existir tal coalición se anulará, mientras si existe contará sólo para el candidato y no para el reparto de curules de representación proporcional. Otro caso es el de las elecciones donde hay un solo ganador, en las cuales puede serles convincente el votar por una segunda opción de su preferencia, en el caso de que su candidato parezca a todas luces que va a perder, pueda ganar otro que ven muy mal, y la distancia entre su primera opción y la segunda no sea de tanto peso. Este voto es el que se llama útil, y puede dar pie a votos suyos diferenciados, hacia los que también pueden inclinarse en la consideración que van a haber elecciones para cargos muy diferentes, y nuestras consideraciones para cada una de ellas debiera ser independiente, y nuestros votos no dejarse arrastrar por alguno de ellos.


¿Les parece interesante? ¿Lo pensarían aunque estuvieran por morirse si les aseguro que las próximas elecciones son históricas, porque no sólo se estrenará el INE y se elegirán más cargos que nunca, sino que además los resultados habrán de definir una nueva etapa de nuestra realidad política en un momento especialmente difícil?  ¿Los convenzo que resulta muy importante decidir sobre la mejor distribución del poder entre los menos peores de nuestros políticos, de los que infaliblemente vamos a depender?