Leía
yo un comentario ayer en el periódico en torno a la inevitable próxima muerte
por un cáncer de hígado del famoso neurólogo Oliver Saks quien, pese a sus más
de 80 años, entre otros puntos declara que vive con gran claridad sus últimos
días, por lo que no está dispuesto a perder el tiempo viendo noticieros y
discutiendo política. Inmediatamente pensé en tantos mexicanos que también
están hartos de políticos, partidos y elecciones y que, a pesar de tratar de
evitar dicha temática, están siendo bombardeados por la publicidad y las
encuestas sobre popularidades y preferencias en estos tiempos electorales, y
seguramente se han sorprendido al saber que a penas el domingo pasado empezaron
de facto las campañas (incluso no
todas, sino más bien las federales para renovar la Cámara de Diputados).
Sin
embargo, miren qué necedad la mía, que voy a hablarles del voto y las próximas
contiendas, porque no sólo está en juego en primer lugar el contrapeso que
tendrá en el legislativo el gobierno de Enrique Peña Nieto, visto del otro lado el nivel de dificultad
con que éste tendrá que negociar. El hecho es que con una ingeniería nuestra
proclive a gobiernos divididos, a pesar de que ya pasó sus más importantes
reformas, requiere de cualquier forma de apoyo para que la segunda parte de su
sexenio sea fructífera; piensen ustedes al menos en el reto que será la
aprobación del próximo presupuesto el cual, según las declaraciones de su
equipo, se restructurará totalmente; piensen ustedes que querrá tener la fuerza
suficiente para controlar la nominación del candidato de su partido a sucederle,
y que el PRI se conserve en los Pinos. En esta primera consideración están en
juego las consecuencias de estas elecciones legislativas intermedias que
nuestra normatividad dispone, elecciones que se han convertido en un especie de
referéndum a los gobiernos en turno, prueba que desde la apertura política en
México no han pasado ni Ernesto Zedillo, ni Vicente Fox, ni Felipe Calderón.
En
segundo lugar, el 7 de junio próximo está igualmente en juego la recomposición
del sistema de partidos en el país, debido al desencanto de varios
simpatizantes que hace tres años le apostaron a que el PRI retomara el poder
federal, en tanto su administración no ha demostrado en concreto la eficiencia
prometida -en particular a nivel de lo
económico y del control de la violencia-; debido a la fragmentación de la
izquierda o sea al debilitamiento del PRD por fugas de líderes en especial
hacia el nuevo partido de Andrés Manuel López Obrador, Morena; debido a la
coyuntura adversa tanto a priistas como a perredistas desde hace poco más
de seis meses, a partir de los
acontecimientos de Tlatlaya e Iguala y las evidencias de corrupción e impunidad;
debido a la oportunidad que ello ha significado para el PAN partido que ha
visto subir el porcentaje de aquellos que declaran que votarían por el
blanquiazul; debido a un PVEM que maniobró de suerte que se vislumbra puede
erigirse al igual que PRD y Morena en un
futuro partido mediano; y debido por último a la incógnita de cuáles partidos
chicos conservarán su registro. En este sentido está en juego si le diremos
adiós, como parece, al sistema de tres partidos grandes a nivel federal, dos o
dos y medio a lo sumo a nivel regional, a los que se sumaron con la pluralidad
política unos cuantos partidos chicos cuyo peso contó en las coaliciones que a
menudo conformaron por la competitividad de muchos procesos. En suma, está en
juego qué tanto nuestro multipartidismo dejará de ser moderado, sobre todo si
recordamos que a nivel subnacional comenzaba a decrecer el número de partidos y
los distintos partidos parecían haber logrado mantener un voto más estable.
Estos
puntos me obligan a abordar algunas ideas sobre lo que nos conviene a todos.
Nos conviene un sistema de partidos sólido, representativo de nuestra
ciudadanía y su diversidad. Ciertamente un sistema fundamentalmente
tripartidista como al que habíamos llegado no era suficiente. No estoy diciendo nada nuevo:
¿quién no lo ha dicho? Sin embargo muchos creen, y aquí yo disiento, que PRI,
PAN y PRD se convirtieron en partidos muy similares, con políticos con los
mismos vicios, y programas y políticas no diferenciadas. Yo parto de creer que,
si bien los escándalos que nos indignan no han tenido color, estos partidos ni
son lo mismo, ni hacen lo mismo; no representan a los mismos, ni hacen política
de la misma manera; sus ideologías de fondo difieren, como difieren y son
predecibles sus distintos posicionamientos.
Me
interesa a partir de este reconocimiento llevarlos a la consideración de que a pesar de que la
política pueda disgustar, es una riqueza la mayor gama de opciones que en esta
ocasión tenemos. Me opongo por tanto a aquellos que abogan por el
abstencionismo, o el voto nulo. Este recurso es un voto por aquellos que llevan
ventaja, y en México no tiene la suficiente trascendencia, porque por ejemplo
el voto nulo a conciencia no se diferencia del voto anulado por error, ni
siquiera se puede medir, y menos ser contabilizado como en otros países para
restarles financiamiento público a los partidos políticos, lo que ya tiene
sentido pero en México es una opción que no existe.
Entonces,
me parece más interesante con base en las consecuencias que puede tener la
próxima jornada electoral, sugerirles que consideren mejor su derecho en
función de qué apoyos o contrapesos quieren para quienes gobiernan o han de
gobernar en nuestro Congreso nacional y congresos estatales si es el caso, de
quienes quieren de gobernadores o en sus presidencias municipales, si quieren
que los partidos en el poder sigan gobernando o consideran conveniente una alternancia.
Su decisión puede ser en virtud de los partidos, su desempeño real y el que
consideren pueden obtener, en función también de los propios candidatos, y si
quieren emitir un voto razonado entiendo que ni siquiera tienen que seguir las
campañas que empiezan. Además de lo dicho, caben otras precisiones.
En
las elecciones legislativas conviene el voto por su primera opción, aún lleve ésta
las de perder, porque contará para los asientos plurinaminales. Recuerden que
el voto por las coaliciones, es decir por más de un partido, en caso de no
existir tal coalición se anulará, mientras si existe contará sólo para el
candidato y no para el reparto de curules de representación proporcional. Otro
caso es el de las elecciones donde hay un solo ganador, en las cuales puede
serles convincente el votar por una segunda opción de su preferencia, en el
caso de que su candidato parezca a todas luces que va a perder, pueda ganar
otro que ven muy mal, y la distancia entre su primera opción y la segunda no
sea de tanto peso. Este voto es el que se llama útil, y puede dar pie a votos
suyos diferenciados, hacia los que también pueden inclinarse en la
consideración que van a haber elecciones para cargos muy diferentes, y nuestras
consideraciones para cada una de ellas debiera ser independiente, y nuestros
votos no dejarse arrastrar por alguno de ellos.
¿Les
parece interesante? ¿Lo pensarían aunque estuvieran por morirse si les aseguro
que las próximas elecciones son históricas, porque no sólo se estrenará el INE
y se elegirán más cargos que nunca, sino que además los resultados habrán de
definir una nueva etapa de nuestra realidad política en un momento
especialmente difícil? ¿Los convenzo que
resulta muy importante decidir sobre la mejor distribución del poder entre los
menos peores de nuestros políticos, de los que infaliblemente vamos a depender?
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