Después de unas merecidas vacaciones
de verano durante las cuales me mantuve lejos del acontecer nacional, regreso
esta semana con la lectura pendiente de periódicos y notas en medios que me
hace constatar que la gran noticia de México sigue siendo el proceso de
aprobación de las leyes reglamentarias de la reforma energética. Sin duda es la
mayor transformación que se ha proyectado para el país en lo que va de mi vida,
y miren que acabo de cumplir sesenta años.
Es una transformación de la que se
viene hablando hace doce años como muy necesaria para algunos, peligrosa y
regresiva para otros. En esta semana se discuten los cuatro dictámenes en el
pleno de la Cámara de Diputados. Incluyen trece nuevas leyes y la
transformación de ocho más, que corresponden a un paquete de nueve iniciativas
que envió el Presidente al Congreso a finales de abril, siendo que desde
entonces con algunas interrupciones se discutieron en las comisiones
correspondientes en el Senado que fue la cámara de origen de la mayoría de
ellas y las cuales ya aprobó esta instancia.
Contrariamente a lo que dicen
algunos comentaristas, no se trata de ninguna aprobación “fast track” y digo
aprobación porque, pese a la magnitud del paquete y la trascendencia de su
contenido, como la mayoría considero que las leyes serán promulgadas antes del
informe presidencial del 1° de septiembre. Este proceso pondrá fin a una primera
etapa del proyecto del actual gobierno que puso en esta específica materia todo
su esfuerzo, es decir que subordinó todos sus movimientos -como las otras
reformas y leyes que se han promulgado- a este logro.
Finalmente reviso el debate que ha
generado dicha reforma y sus leyes reglamentarias en estas ultimas semanas y no
veo nada nuevo, lo que en parte era de esperarse. ¿En qué sentido lo digo?
La reforma energética y sus leyes
han pasado por un largo proceso de acuerdos y trueques bien jugados por parte
de casi todos los actores involucrados.
Como vimos desde finales del año
pasado, en relación a dicha reforma la izquierda no ha podido posicionarse mas que
en contra por principios ideológicos inherentes a ella misma, los cuales se
resumen en los puntos que expuso recientemente Jesús Zambrano presidente nacional
del PRD: aniquila a Pemex y a la Comisión Federal de Electricidad y vulnera a
sus trabajadores, tolera negocios opacos y legaliza el despojo de tierras,
protege al capital privado extranjero, perpetua su control sobre el petróleo, y
propone un modelo energético sin un futuro sustentable. En especial de frente a
los reportes de la situación de Pemex y a los testimonios sobre la disminución
de su producción petrolera expresan que es resultado de su régimen fiscal y del
mal manejo de la empresa, y no compran el argumento de que no contamos con el
capital necesario para llevar a cabo exploraciones más profundas.
Ésta ha sido la crítica de las capas
moderadas de la izquierda, mientras en su momento el ala radical
representada por Morena y Andrés Manuel López Obrador declaró que no permitiría
que los mexicanos perdiéramos lo que es nuestro. Se mencionaron grandes
manifestaciones que nunca llegaron, primero por un infarto dudoso de AMLO,
luego porque pareciera que este último se encuentra más ocupado en preparar a
su joven partido para la contienda electoral del año que entra. Al menos yo no
me lo esperaba. Sin embargo fue el primero que habló de una consulta
popular para la que ha recolectado firmas, posición que también es sostenida
por el PRD en voz de su dirigencia actual para no quedarse atrás a sabiendas
que muy probablemente dicha consulta no se avalará legalmente. La controversia
quedará así en manos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
De tal manera, más que con la
reforma de telecomunicaciones y sus leyes que pudo de alguna manera influir, la
izquierda ha quedado marginada del proceso como en su momento quedó marginado
el PAN de la reforma fiscal.
Por el contrario ¿qué le aportó el
PAN? El PAN presionó por una liberalización de la industria energética más allá
de los contratos de utilidad compartida y de servicios por lo que impulsó que
se avalaran también los contratos de producción compartida y las licencias. El
PAN presionó por un mayor rol y una mayor autonomía de los organismos
reguladores de la producción y más injerencia del Congreso en su conformación. El
PAN presionó por un sistema más transparente de concesiones, en contra de la
figura de la expropiación para convertirla en ocupación temporal la cual dará
derecho sobre la tierra donde se extraiga petróleo por un período fijo cuando no
se llegue a algún acuerdo de venta con los propietarios, bajo el esquema de
pago a los dueños de un porcentaje de ganancias y de una compensación por la
afectación de tierras. El PAN presionó porque el estado se quede con los
pasivos laborales de Pemex y la CFE.
Así, casi inevitablemente tendremos
no una apertura gradual como algunos hubiéramos preferido temerosos de
nuestras instituciones burocráticas y corruptas, postura que originalmente era
la de Enrique Peña Nieto quien no dudó sin embargo en apostarle a una reforma
de más calado, no por los beneficios que dicha reforma reporte porque si ha de
producirlos tardarán según los especialistas más de una década en llegar
salvo en el terreno de la producción de gas, sino pudiera ser que por su
posición de ventaja en esta liberalización o al menos por la fuerza política que tal logro le aportará en
el tanto su equipo sabe vender su eficiencia, y porque en adelante podrá distanciarse de una
oposición con la que supo negociar cuando fue posible y con la que logró
mayorías parlamentarias cuando fueron necesarias.
Para conseguirlo se dejó chantajear
por los perredistas y no opuso aparente resistencia al registro de Morena, pero
se dejó chantajear sobre todo por los panistas quienes avanzaron
más en su agenda que durante los años que gobernaron. Sin embargo, finalmente
llegó a precio razonable a su objetivo.
Ahora vendrán otros tiempos
políticos. El gobierno deberá prepararse para administrar sus reformas,
por lo que puede pensarse que habrá cambios en el gabinete, ya que algunas
piezas dejan de ser útiles y se necesitan otras. Los priistas deberán preparase
para el 2015 por lo que deben esperar uno
que la oposición panista haya salido golpeada por su posición colaboracionista,
dos que los perredistas estén en
conflicto por sus eternas pugnas internas, más aún con Morena que los asedia,
que estén en los hechos suficientemente afectados por la posibilidad de
ser rebasados por los críticos a lo que a todas luces dejaron pasar sin un
proyecto alternativo, tres que los
candados en contra de los partidos chicos funcionen y cuatro que las
concesiones en materia político electoral, los pocos resultados que parece van
a ofrecer y aún los errores de su reforma fiscal e insuficiencias de algunos de
sus programas no los afecten.
A saber qué aporte este nuevo
periodo, a saber qué tanto la sociedad acepte y confíe en este gran
impulso transformador que trajeron de regreso los priistas, a saber qué tanto
la oposición llegue a abanderar su inconformidad cuando la haya, a saber si la
sociedad no rebase a los jugadores políticos del momento en las
condiciones de insatisfacción que se han acumulado.