La relección de Gustavo Madero en la
dirigencia del Partido Acción Nacional, tras el proceso interno que culminó el
domingo pasado, no le sorprendió a nadie pese a que en los últimos tiempos del
cuarto de guerra de su competidor, el senador Ernesto Cordero, se presumieron
encuestas que aseguraban una pelea más cerrada entre ambos candidatos, o que de
plano le daban el triunfo a Cordero. No fue así: Madero ganó por más de trece
puntos, dos puntos más de lo que estimaban casas encuestadoras serias como la
del periódico Reforma.
Esta relección no le sorprende hoy a nadie
pero pocos podíamos sin embargo imaginarla a principios del actual sexenio,
luego de que el expresidente Felipe Calderón ante la fuerza abrumadora del PRI
para su regreso al poder presidencial uno dejó sola a Josefina Vásquez Mota en
su campaña del 2012, dos se dedicó a
colocar a su gente de candidatos al Congreso para de ganar su fuerza quedara
asegurada, y tres le facilitó a Enrique Peña Nieto la transición política que
implicó la segunda alternancia al país. Los analistas casi todos pensábamos
entonces que los calderonistas serían los interlocutores del nuevo Presidente,
particularmente Ernesto Cordero que había quedado de líder de su fracción en la
Cámara de Senadores, más no fue así. La política de Peña Nieto se encaminó a
negociar fuertemente en miras a desarrollar una gestión transformadora del país,
más para ello optó con pactar con las dirigencias de los partidos de oposición,
o sea en el caso del PAN con Gustavo Madero quien precisamente había llegado al
frente del partido sin el apoyo de Calderón cuyo candidato había sido Roberto
Gil.
De entonces a la fecha Gustavo Madero
cosechó el haber hecho avanzar, gracias a su capacidad negociadora, la agenda
panista más de lo que avanzó durante los dos sexenios en que el PAN ocupó la
presidencia de México. Cosechó más que las críticas que atrajo por haberse
vendido, como algunos sostuvieron, al gobierno actual. Ernesto Cordero no pudo
con esto como no pudo conservar su papel de líder de los senadores panistas.
Tampoco pudo con el hecho que Madero logró imponer un tipo de elección directa
en la que su posición en el partido le favorecía, ni con el apoyo que recibió
de gobernadores panistas como Moreno Valle de Puebla y Guillermo Padrés de
Sonora y de las estructuras claves del PAN como son las del Distrito Federal,
el Estado de México, Jalisco (pese a las escisiones que ahí se sucedieron),
Nuevo León y Veracruz.
En vano Ernesto Cordero pretendió ubicarse
como doctrinario para descalificar de pragmático a Madero y su gente. Este
truco le había servido a Felipe Calderón cuando le impuso su candidatura a la Presidencia
a Vicente Fox, pero no le sirvió a Cordero. ¿Cómo creerle al protegido político
de quien impulsara como Calderón las coaliciones PAN-PRD que era doctrinario, cómo
creérselo al más perredista de los panistas? Como en 2012 su imagen probó no
funcionar, no convencer. Así no pudo quitarse de encima las críticas a los
fracasos del sexenio de Calderón, que se acentuaron con información
privilegiada que seguramente soltó el gobierno de Peña Nieto como es el
escándalo de Oceanografía que implica a calderonistas destacados en tráfico de
influencias y negocios turbios, en la medida en la que la relección de Madero
le es conveniente. La negociación con él ha probado ser posible, cara pero
posible y provechosa. A tal grado quedó atrapado Cordero en estas críticas (flaco
favor le hizo por cierto el apoyo tardío de Margarita Zavala) que evidencias
tan serias de corrupción, como son el asunto de los moches a los legisladores
para bajarle recursos a los municipios y los otorgamientos obscuros de permisos
para casinos y centros de apuestas de cercanos de Madero, no afectaron los
resultados de la elección.
Quedaron de manifiesto varias cosas. El PAN
se parece cada día más al PRI, partido que tanto criticó. La elección directa
desató una guerra sucia que muchos creen que puede afectarlo, pero que se
resolverá bien pronto. Fue esta una disputa entre camarillas bien parecidas. El
voto panista seguirá estando ahí; se seguirá sintiendo ahí donde el partido
está enraizado y crecerá donde juegue bien. Con la derrota de Cordero queda
sepultada el poder de Felipe Caderón en su partido, el cual sí había controlado
varios años: piénsese en las dirigencias de Germán Martínez y César Nava. Quedó
sepultado un grupo político que tuvo su
oportunidad histórica y que le hizo perder al PAN el poder presidencial. No era
perdonable para la mayoría de los panistas. Con el triunfo de Madero gana él y
su equipo, gana Peña Nieto, mas no es tampoco seguro que ganen los panistas
quienes en todo caso para recuperar lo que perdieron tendrán que encontrar
algún liderazgo más convincente, y hacer del PAN una alternativa de oposición
interesante para el electorado pues con su voto no le alcanza.
Lo que sucedió el domingo fue una victoria
anunciada, evidente desde hace varios meses, pero no así en enero del año
pasado. Confieso que en mi cálculo, al menos, falló dimensionar la pérdida de
poder en este caso de Calderón al dejar los Pinos. Su capital se agotó, a la
vez que su rival, Madero, resultó ser más hábil de lo que esperaba y de lo que
los analistas veíamos. Lo reconozco, así como les comento, que también fallé en
creer que Ernesto Cordero cuestionaría el proceso y declararía que había habido
fraude. No fue así.