martes, 17 de junio de 2014

Transformación del sistema político mexicano

Con el regreso del Partido Revolucionario Institucional a los Pinos se movió el escenario en el que participan los actores principales del sistema político mexicano, produciendo algunas modificaciones del mismo que quisiera evaluar.

La Presidencia de la República ganó poder en la medida de las expectativas que generó la segunda alternancia, siendo que el PRI  reconquistó el poder federal en condiciones muy diferentes a aquellas de carácter semiautoritario que lo habían anteriormente mantenido hegemónico. Lo hizo porque nunca perdió fuerza a nivel regional, porque supo mantenerse unido en torno a la atinada candidatura de Enrique Peña Nieto, porque el Partido Acción Nacional se había desgastado en dos sexenios de gobierno y porque a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no le alcanzó para derrotarlo.

Sin embargo a la vez la Presidencia de la República perdió legitimidad porque  a pesar de que el partido tricolor obtuvo la mayoría de votos en las elecciones de 2012, muchísimos mexicanos desconfiaban de su eminente retorno frente al cual no encontraron alternativa. Ellos, más los críticos de oposición, más todos aquellos que han ido perdiendo los priistas por la falta de resultados del actual sexenio son quienes mantienen baja la popularidad de Peña Nieto, comparada con la que para este tiempo tenían los mandatarios panistas.

A mi manera de ver, a dicha realidad respondió de entrada de forma bastante acertada este gobierno el cual echó a andar un proyecto modernizador, a través de las reformas estructurales que se aprobaron el año pasado por la vía de una política de negociación que le permitió hacer un mínimo de sacrificios, es decir pocas modificaciones a sus proyectos iniciales.

Por el contario, durante este año la situación política se le ha complicado: prueba de ello es la lentitud para la aprobación de las leyes secundarias correspondientes a las mismas reformas. Ahora se hace sentir más la fragilidad que genera el haber aceptado el chantaje del PAN de la aprobación de la reforma energética, a cambio de la política. Así los panistas, con mayor capacidad de resolver sus conflictos internos una vez resuelto el cambio de su dirigencia, repiten dicho chantaje posponiendo la aprobación de las leyes reglamentarias de la reforma energética hasta que los congresos locales necesarios aprueben las nuevas reglamentaciones políticas y electorales que deberán regir para los comicios del 2015.

Ahora también hace más crisis el terror, diría yo, que con justa razón sienten los perredistas de ser rebasados por la izquierda por los críticos a la reforma energética resultando en más pérdida de electorado que la prevista de frente al surgimiento de Morena, el partido de AMLO. Por ello es que se han negado a seguir discutiendo sus leyes reglamentarias.

La Presidencia de la República ha ganado pues en este contexto poder frente al legislativo, cuyas inciertas mayorías desde que se inauguraron los gobiernos divididos en México ya no tenían incentivos para colaborar en el desarrollo de las políticas gubernamentales. En efecto, todos saben que las negociaciones de las reformas estructurales se llevaron a cabo con las dirigencias del PAN y del PRD desde los Pinos, primero en el Pacto por México y luego sin el Pacto. Lo mismo da.

La Presidencia de la República ha ganado poder en medio de la desconfianza que producen sus políticas centralizadoras, la justificación insuficiente con la que se han emprendido, la falta de transparencia en su negociación y la innecesaria velocidad con la que se quieren llevar a cabo cambios tan profundos para México. No obstante tal poder es frágil en la medida en la economía no va bien, que los cambios propuestos no producen efectos rápidos, que muy pronto vendrán las elecciones intermedias que en nuestro sistema son un especie de referéndum al gobierno, que los propios priistas en los estados están a la expectativa de los costos que para ellos vayan a tener las concesiones que Peña Nieto ha aceptado para el desarrollo de su programa, mientras su Comité Ejecutivo Nacional se ha desdibujado cuando más bien se fortalecen los negociadores de Peña Nieto.

En este sentido sorprende el protagonismo del Jefe de la Oficina de los Pinos, Aurelio Nuño, en la entrevista que dio hace algunos días en el que reluce como pieza central de la actual administración; mi interpretación es que representa, además, un puente entre los dos grandes hombres de Peña Nieto a saber por un lado el secretario de Hacienda Luis Videgaray quien sigue firme en el gabinete pese a los descalabros que ha dado la economía y fue precisamente quien lo acercó al entonces gobernador del Estado de México, y por el otro lado el supersecretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong con quien incluso parece estar tramando la restructuración del PRI del DF luego del escándalo provocado por las corrupciones de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. En efecto todo indica que hacia allá se moverá el jefe de asesores de Chong, Mauricio López.

El Presidente es de aquellos políticos que sí comparte el poder pero con muy pocos hombres; son precisamente ellos, pero ellos también ya están jugando hacia el 2018 pudiendo mermar al propio poder presidencial. Lo mismo sucede con los dirigentes y los legisladores claves de los principales partidos de oposición, PAN y PRD, al grado de que hasta han podido chantajearlo tal como vimos. Finalmente todos están haciendo su juego en las nuevas condiciones.

Por el lado de los panistas el poder a futuro de Gustavo Madero dependerá de su capacidad de control de los legisladores de su partido que no le son afines, de seguirle siendo útil a Peña Nieto y que todo ello repercuta en buenos resultados electorales el año que entra para ubicarlo bien para el 2018. Los perredistas la tienen más difícil. Incluso ha sucede algo bastante insólito. Sus conflictos internos inmersos en el riesgo de la posible fragmentación de la izquierda han revivido a Cuauhtémoc Cárdenas, como símbolo de unidad. ¿A saber si se impondrá sobre la actual dirigencia del PRD de nueva izquierda en su renovación, a saber qué tanto lo afectará Morena?


El regreso del PRI al poder federal ha fortalecido a la Presidencia pero de forma endeble, ha afectado la relación ejecutivo-legislativo, ha cambiado la vida interna del Congreso, ha hecho más tersa la relación del ejecutivo con los gobernadores de todos los colores si bien se ha ido limitando su poder en menor o mayor escala, y sobre todo le ha dado más lugar a los principales partidos de oposición. Sin embargo ni la suma de estos elementos, ni la reforma político electoral, implican una transformación de fondo de nuestro sistema ni la superación de sus contradicciones básicas, como algunos analistas han sostenido de forma equivocada.

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