martes, 19 de noviembre de 2013

A un año de gobierno de Peña Nieto

La rapidez con la que pasa el tiempo puede ser cruel en varios terrenos. Con el pretexto de su primer año de gobierno, al Presidente Enrique Peña Nieto le están lloviendo balances de su gestión muchos de los cuales contienen críticas de parte de los comunicólogos y analistas que contrastan con el espíritu esperanzador de sus comentarios cuando éste llegó al poder con la promesa de que los priistas sí sabían gobernar y con un programa de acción transformador el cual, no habiendo obtenido su partido la fuerte posición que esperaba en el Congreso, estuvo de entrada dispuesto a echar a andar a través de una política negociadora con la oposición que le propuso un acuerdo al que le entró.

Hoy quisiera ordenar lo mejor posible estas críticas, sin posicionarme realmente frente de ellas salvo señalarles que la que me parece fuera de lugar es aquella que sugiere que el Presidente no tiene rumbo en su gobierno, porque se puede disentir si así se quiere con su espíritu reformista, a la derecha y a la izquierda se puede disentir con el sentido de las medidas que ha tomado, de la visión del país que tiene, de la velocidad con la que ha optado se saquen adelante los cambios legislativos necesarios, del contenido preciso de determinadas propuestas suyas que ha procesado a través del Pacto por México o lanzado por cuenta propia, del orden en que las ha apuntalado, de su debilidad frente a que sus aliados le cambien ese orden, pero no decir que no tiene rumbo.

Para algunos analistas, tras el éxito que representaron la aprobación de las reformas educativa y de telecomunicaciones, todo parecía ir bien hasta las elecciones de julio y ahí fue cuando se le descompuso el tablero a Peña Nieto porque la oposición leal en torno a él cobró fuerza con los reclamos de uso clientelar de los priistas en la coyuntura electoral, abriendo pie a un tipo de acusación que persiste hasta hoy con la exhibición del otorgamiento por parte de Estado de prebendas a grupos disidentes o afectados por políticas suyas con el fin de comprar su silencio, una acusación de que los priistas no han cambiado y son los mismos corruptos de siempre.

Sin entrar en esta discusión porque considero que nuestra democracia tiene vicios lamentables que afectan a todos los partidos y gobiernos a varios niveles, creo que lo que desarregló los pronósticos que la actual administración pudieron haberse hecho fue más bien el descontento y manifestaciones de los maestros de la CNTE, aunado al descontento de la población en general con la violencia persistente en México al grado de armar en algunos rincones afectados por el narcotráfico grupos de autodefensa, y más con la falta de crecimiento y de generación de empleo en el país, situación que no se puede adjudicar como se ha querido a las malas condiciones de la economía norteamericana el primer semestre del año. Tienen que haber existido errores que produjeron sus graves repercusiones en México. Menciono dos puntos que señalan los especialistas: el que no se ejerció el gasto público a tiempo y el que se dañó con grandes efectos la industria de la construcción.

Lo cierto es que, pasadas las elecciones que golpearon un tanto al PRI a nivel municipal pero que fueron un triunfo suyo en la recomposición de los congresos locales, Peña Nieto tuvo que enfrentar por el lado del  PAN a su dirigente Gustavo Madero más apuntalado para su posible reelección, con mejor control de sus legisladores incluso en el Senado del que recobró el liderazgo de su bancada, y a un PRD si bien venido a menos en los comicios con una dirigencia que no se vio aplastada por la amenaza lopezobradurista. En este contexto las reformas que venían, a saber la hacendaria y la energética, no podían ser fruto de ningún consenso lo que implicó por lo que toca a la reforma hacendaria un giro a la izquierda del gobierno, porque al no poder subir el IVA para hacerse de recursos, se tocaron intereses empresariales aunque a tientas diría yo como es por ejemplo (por no mencionar el impuesto sobre la renta) la prohibición de hacer declaraciones fiscales consolidadas, pero al fin y al cabo cambiando de paradigma que no es otra cosa el proponer un cierto nivel de endeudamiento. Esta reforma hacendaria con este carácter y además su contenido social, que a otros pudo parecer insuficiente, enojó a la derecha y al PAN que hoy Enrique Peña Nieto necesita para la aprobación de su reforma energética.

En efecto el PRD representa un electorado que está casado ideológicamente con la firme oposición a hacer cambios constitucionales a través de los cuales el Estado pierda el mínimo control del petróleo. López Obrador recogería los restos de los perredistas en pedazos, si van con Peña Nieto en ello. En este terreno a los críticos de derecha al Presidente, se les suman los de izquierda. Los más al centro, como Cuauhtémoc Cárdenas, reconocen la encrucijada de la producción de petróleo en México que tecnológicamente requiere de grandes inversiones, pero pretenden que a PEMEX tiene que limpiársele su sindicato y dársele autonomía para que tome como empresa sus propios riesgos. Frente a ellos, está la derecha que no le asusta cierta privatización del sector  a través de concesiones o contratos de producción compartida, y el gobierno que plantea la posibilidad de establecer algunos contratos únicamente de utilidad compartida.

Así las cosas para la reforma energética el gobierno necesita al PAN, que lastimado y dividido por el proceso próximo de cambio de su dirigencia, está dispuesto a vender su apoyo a cambio de la reforma política. De ahí que Peña Nieto no esté pudiendo zafarse de la presión por cambios como serían la reelección legislativa, la segunda vuelta electoral o más importante aún la creación del Instituto Nacional Electoral proyecto, que aunque muchos expertos rechazan y yo comparto su opinión, avanza para supuestamente frenar  la injerencia de los gobernadores en las contiendas políticas.


A saber qué pasará con este culebrón. El Presidente ha demostrado proyecto y flexibilidad. Definitivamente no se ha limitado a ser una imagen mediática como algunos suponían. También ha demostrado liderazgo, pero su forma de gestión ya es acusada de concentrar las decisiones en un demasiado pequeño comité que ignora a varios miembros de su gabinete, y de proponer mecanismos centralizadores del poder. Veremos cómo estas características van a desenredar esta madeja y si lo van a lograr. Algunos ya pronostican reveses para el PRI en 2015. De verdad es muy pronto para hablar de ello. Lo cierto es que si logra sus reformas, tendrá que cuidar que lo más pronto se recuperen las cifras macroeconómicas y lleguen al bolsillo de los electores.