El
sábado pasado se llevó a cabo la XVII Asamblea Extraordinaria del Partido Acción
Nacional (PAN) en el que se continuó con el trabajo interrumpido el pasado 16
de abril por falta de quorum, y se aprobaron nuevos estatutos para el partido.
Su dirigente Gustavo Madero apuró una sesión de por sí rápida en la que apenas
se había logrado el quorum indispensable con 4,934 delegados, la cual terminó
en una votación a mano alzada (se requerían dos terceras partes de votos) a
favor de sus intereses, en la que no se pudo controlar el enojo de sus
opositores (hubieron gritos e insultos); en consecuencia algunos de ellos
afirman que buscarán llegar hasta el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación para anular lo aprobado. ¿Qué se
aprobó? ¿Por qué se buscaban estos nuevos estatutos? ¿Qué se espera? ¿Qué
consecuencias tiene ello para el gobierno actual? ¿Qué tan profunda y grave es
la crisis del PAN? Éstas son algunas de las preguntas que quiero intentar
responder en este comentario.
Entre
lo aprobado existen puntos que según entiendo no provocaron críticas como son
la eliminación de la figura de militantes adherentes paralela a las nuevas
facilidades que se ofrecen para la afiliación de ciudadanos, con facultades
pero obligaciones como son el refrendo permanente y la imposición de cuotas, si
bien se da paso a expulsiones expeditas a militantes que incurran en faltas. Otros
aspectos relativos a una mayor federalización del instituto político tampoco generaron
mayor controversia. Así la polémica radica
en lo que la dirigencia destaca como un paso histórico para la
democratización interna del partido, a saber el rompimiento con la estructura
de cuadros del PAN a través de la elección directa por la militancia de su
Presidente Nacional, del Comité Ejecutivo Nacional y del Consejo Nacional el
cual amplía su tamaño, así como el compromiso de que las designaciones de
candidaturas a puestos de elección popular sean sólo excepcionales.
Madero
debe creer que en esta supuesta democratización radica su posibilidad de
relegirse a final de año en la dirigencia panista, mientras que sus adversarios
que buscan retomar las riendas del PAN se oponen a ello con una posición que al
menos yo apoyo, que es que las elecciones directas no son forzosamente más
democráticas que las representativas y pueden producir problemas internos que
debiliten a los partidos. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) nos ha
dado varios ejemplos de ello. Sobre este punto, destacan además dos asuntos.
Madero
no las tiene todas con él, porque según la encuesta publicada el domingo por el
periódico Reforma en una muestra de
más de 500 delegados a la Asamblea del domingo Josefina Vázquez Mota con 34%
supera con 20 puntos las preferencias que tiene Madero como líder ideal, y
también lo superan Margarita Zavala y Ernesto Cordero. Juntos, ambos
calderonistas suman 37% de las preferencias contra 14% de Madero.
Por
otra parte puede dudarse de la sinceridad de la supuesta voluntad
democratizadora del PAN si se observa que, a la par de los cambios que ya
mencionamos, se aprobó también la integración de una Comisión Permanente
compuesta por 60 personas: el presidente nacional, el secretario general, 40
militantes, 27 propuestos por el presidente y 13 electos por el Consejo
Nacional, los coordinadores parlamentarios, expresidentes nacionales, cinco
jefes estatales, los gobernadores panistas y en su caso el Presidente de la
República si fuera del blanquiazul, comisión a la que se piensan trasladar
funciones importantes tales como la definición de la línea política, la agenda
legislativa y la aprobación de alianzas electorales. A la vez, carteras claves
se reservan a ser designadas por el líder del partido. De continuar en el PAN,
es obvio que Madero no querría estar atado de manos por la supuesta
democratización recién aprobada.
En
todo caso, golpeado pero aparentemente airoso sale Madero de este round con sus
oponentes, victoria que le fue en buena parte posible por haber podido sacar en
las pasadas elecciones locales resultados que tienen una lectura positiva para
los intereses panistas, pero tendrá que pasar por la aprobación final (interna
y por las autoridades competentes) de los nuevos estatutos y por los recursos
de apelación si es que son interpuestos.
Al
parecer les viene ganando la partida a los calderonistas con los resultados
electorales mencionados, el desplazamiento de Ernesto Cordero como cabeza de la
bancada en el Senado y estos acuerdos, si bien haya sometido a su partido a
graves tensiones internas y más que vienen por estas disposiciones y sobre todo
por su política de oposición leal al gobierno de Enrique Peña Nieto. De Peña
Nieto ha recibido el apoyo de ser su interlocutor y de tenderle la mano en lo
posible para que siga siéndolo. A pesar de que en materia electoral el discurso
de Madero fue y sigue siendo el que el PRI se aferra a procesos poco
transparentes, los resultados de julio pasado hablan de una pluralidad que
llegó para quedarse y benefició a todos en mayor o menor medida. Es obvio que
en respuesta, el gobierno espera la aprobación de reformas bastante más
difíciles que las que ya se resolvieron, en especial la energética y la
hacendaria, aprobación por la que seguramente contempla pagar un costo que
puede ser la reforma política. En esta nueva etapa, Peña Nieto debe saber que
quizás tenga sólo al PAN de su lado, en tanto se espera una negociación con el
PRD muy delicada y quizás imposible.
El
panorama para los distintos actores de la política nacional resulta incierto.
El gobierno es el que más cartas tiene en la mano y puede hacer varias jugadas.
Las dirigencias de los partidos de oposición están jugando a su lado para lograr su fortalecimiento y
sobrevivencia; con ello le están ganando con tropiezos a sus compañeros de
otros grupos, a pesar de poner en riesgo a sus propios partidos. Así veo al
menos yo lo que sucedió el pasado fin de semana en la Asamblea del PAN la cual
reveló tensiones desbordadas, que con el tiempo pueden escindirlo gravemente y
afectar sus clientelas.