Estando
de vacaciones de semana santa se me ocurrió que sería más oportuno comentarles
un tema ligero o al menos religioso. No he podido lograrlo mas al menos quiero de
entrada hacerles mención de una caricatura que me hizo gracia hace algunos días
sobre la designación del papa Francisco que se había resuelto de forma expedita,
pues tardó tan sólo dos días e implicó únicamente cinco votaciones. La explicación
que se daba a la facilidad del proceso es que estaba incluido en el Pacto por
México. Así, abordo un tema como siempre político que no
tiene nada de simple y más bien es grave.
A
todos nos ha sorprendido la rapidez con la que el gobierno de Enrique Peña
Nieto ha logrado hasta ahora no caer, como fue el caso durante las
administraciones panistas e incluso un poco antes de la alternancia del 2000
desde que la pluralidad en México desembocó en gobiernos divididos sin mayorías
en el Congreso del partido del presidente en turno, en una parálisis producto
de la falta de incentivos para la mayor parte
de los legisladores de apoyar al
ejecutivo.
Así
las cosas: ¿Qué es el Pacto por México? ¿Cuáles son sus bondades y sus límites?
¿No tiene también efectos contraproducentes para nuestra joven democracia? ¿A
qué debemos atribuir esta capacidad de concretar acuerdos que Peña Nieto
demuestra? ¿Es realmente, como algunos creen, un político más capaz que los
presidentes recientes?
El
Pacto por México se firmó recién comenzó el sexenio entre las fuerzas más
importantes del país para llevar a cabo un centenar de políticas inscritas en
las líneas programáticas enunciadas en la toma de posesión presidencial pasada.
El Pacto tiene un Consejo en el que participan funcionarios, dirigentes de
partidos y líderes de bancadas. Del Pacto están emanando de prisa propuestas de
reformas. Los resultados más vistosos son la promulgación de la reforma
educativa y la aprobación la madrugada del pasado viernes de la reforma al
sector de telecomunicaciones, la cual todavía tendrá que ser revisada por el
Senado y recibir el visto bueno por los suficientes congresos estatales para
entrar en vigor.
La
eficiencia en la aprobación de leyes es una bondad del Pacto por México que no
se puede negar. Precisamente por ello ha producido más alabanzas que críticas.
De repente, como por arte de magia, se han vencido los obstáculos que impedían
la transformación del país. Sin embargo, en esta transformación precipitada también
se pueden ver problemas que no son menores. El primero es que de la parálisis se
ha pasado precisamente a un andar a galope que puede ser riesgoso, porque si
bien ahora sí se logran consensos hay una discusión muy disminuida de los
grandes cambios que se proponen.
Tomemos
el ejemplo de la nueva legislación en materia de telecomunicaciones que es la
que está en curso. El lunes 11 de marzo presentó el Presidente la
iniciativa como producto del trabajo del
Pacto. Al día siguiente entró a la Cámara de Diputados, y se turnó a la
Comisión de Asuntos Constitucionales en donde la discusión sólo tomó dos días. En
efecto la negociación venía tan avanzada que inmediatamente 287 diputados
firmaron su compromiso por avalar la iniciativa. Por esta razón ni siquiera se había
considerado necesario que participaran las comisiones de Comunicaciones y
Transportes y la de Radio y Televisión. A la semana siguiente, como ya indiqué,
en una sesión maratónica pero en una única sesión el pleno aprobó la reforma.
En
suma el Pacto por México ha fortalecido el rol de los dirigentes y líderes de
los partidos aliados del gobierno actual en detrimento del propio poder
legislativo que está dejando de ser la plataforma en la que se expresan y
procesan disidencias, y consecuentemente de fungir como contrapeso al poder
ejecutivo, pero también en detrimento de los mismos priistas cuyos jefes de
bancada en el Congreso están perdiendo también el rol de ser quienes le construyen
los acuerdos al Presidente.
Esta
opinión general que acabo de exponer, no me impide sin embargo apreciar que en
menos de quince días los diputados sí lograron mejorar la iniciativa a través
del procesamiento de las reservas que la iniciativa produjo. En efecto se
incorporaron algunos principios como el considerar el acceso al internet como
un derecho que debe tutelar el Estado, o la equidad de género como valor a
promover. Además se tocaron algunos aspectos puntuales como la cláusula de
reciprocidad en lo que toca a inversión extranjera, la ampliación de plazos en
las convocatorias para licitaciones o la percepción máxima de los comisionados
del IFETEL.
Dentro
de estos sobresalió la solución que se encontró para un asunto de la mayor
importancia derivado de la obligación de retransmitir sin costo las señales
completas de la televisión abierta, retransmisión en la que sólo operará la
gratuidad para los agentes económicos que no sean preponderantes en el mercado
ni por sí mismos ni por un tercero ni que tengan vínculos comerciales o de
negocio con dichos agentes. En efecto no restringir la gratuidad de dicha
transmisión, o sí hacerlo como la manera de hacerlo beneficiaba o perjudicaba a
los grandes empresarios del medio de distinta manera.
Sin
embargo pese a la contribución de la Cámara de Diputados en la solución de
estas controversias de la que fuimos testigos porque fue pública, el
legislativo se vio disminuido frente a un órgano derivado del Pacto por México
en el que en lo obscuro con anterioridad se desarrolló seguramente una compleja
negociación política que encabezaron los representantes del gobierno con los
partidos políticos de oposición hoy leales, en la que estuvieron en juego sus
relaciones con los grupos de intereses económicos afectados y que deben de
haber llevado a acuerdos con ellos y entre ellos.
Ahora
bien, el ejercicio de la política es siempre cupular pero es más democrático
aquel que implica división de poderes y mayor transparencia. Creo que esta
perspectiva ofrece una visión crítica del Pacto por México, por encima de los
aplausos que ha producido. Además, sostengo que a pesar de permitirle a Enrique
Peña Nieto recobrar gobernabilidad, de ello no se desprende que sea mejor
político que sus antecesores. De hecho hay otros elementos que explican el “éxito”
de su estrategia. Uno las condiciones son mejores par él y dos son más los
bienes políticos que puede intercambiar con sus opositores aliados, en tanto ha
logrado imponer su control al PRI y dispone de la enorme fuerza que representa.
El
límite del Pacto por México estará marcado por las ganancias que vayan
obteniendo las dirigencias partidistas con las que negocia el gobierno, la
capacidad de satisfacerlas del Presidente Peña Nieto que será decreciente, los
costos para los partidos de oposición de su política aliancista que serán cada
vez mayores y las contradicciones en su seno que son muchas y pueden aumentar.
El Pacto por México ha sido una entrada espectacular de este sexenio pero es
frágil y de efectos contradictorios pero quizás pasajeros para nuestra
democracia. Por lo pronto están cambiando las reglas informales del ejercicio
del poder de nuestro sistema, sin que se hayan resuelto sus problemas
estructurales.