En
los últimos años los analistas políticos hemos mostrado interés en la polémica
sobre si los debates que se llevan a cabo entre candidatos a puestos de
elección popular afectan, o no, las preferencias electorales. Hasta hace unos
días yo era de aquellas que sostenía, con base en estudios empíricos, que los
espectadores de los mismos no definen en ellos su voto y juzgan el desempeño de
los participantes según ideas preconcebidas. Sin embargo, el primer debate que
tuvieron el demócrata Barack Obama
actual Presidente de Estados Unidos y su contrincante republicano Mitt Romney
el pasado 3 de octubre en la Universidad de Denver me ha hecho dudar sobre mi
planteamiento.
Previo
a este debate, de acuerdo a las encuestas, Romney tenía las elecciones
perdidas. Los sondeos entonces situaban a Obama con alrededor de 51% de los
potenciales electores contra 45% para Romney; algunos incluso le daban a
principios de septiembre once puntos de ventaja al Presidente. Entonces Romney
hacía esfuerzos desesperados por alcanzarlo. Por ejemplo aseguró que respetaría
los permisos de trabajo temporales de los jóvenes indocumentados, según una
política implementada por su contendiente Obama.
Una
vez concluido ese primer debate, no faltó quien viera que ambos candidatos se
habían esforzado por igual por presentar la diferencia de sus planes para
enfrentar los principales problemas económicos de su país: la creación de
empleos y la reducción del déficit fiscal. Incluso se afirmó que Obama había
acusado reiteradamente a Romney sobre querer recortar impuestos a quienes
tienen ingresos altos, con lo que le dificultó el enfocarse en sus propuestas.
El candidato republicano, decían, sólo describió su programa en términos
generales sin entrar en detalles más allá de mencionar sus cinco pilares
fundamentales. Pero lo cierto es que fueron más quienes consideraron más sólido
el desempeño de Romney y lo percibieron como un candidato moderado que tiene
nuevas ideas y más capacidad.
Así,
pese a que Obama sí especificó sus propuestas las cuales incluyen dar mayor
impulso a la educación, manteniendo bajo el costo de los préstamos educativos,
incentivar a las empresas para que mantengan sus operaciones y reducir la
dependencia energética a través de la promoción del desarrollo de fuentes
alternas, apareció para la mayoría como poco asertivo y directo (incluso le
reprocharon no ser suficientemente agresivo o sea mantenerse pasivo de frente a
un Romney que demostró más energía), de tal suerte que pasado este primer
enfrentamiento ambos candidatos según varios estudios aparecieron como
empatados. Más adelante, o sea la semana
pasada, Romney superó al fin al Presidente. En un sondeo 49% de los votantes respondieron
que sufragarían a su favor, contra 45% que lo harían por Obama.
Es
por ello que el jueves 11 de octubre, en el primero y único debate
vicepresidencial celebrado en Kentucky con un carácter menos rígido, el
vicepresidente Joe Biden arremetió contra el proyecto del aspirante a su cargo
republicano -el conservador Paul Ryan- y su pareja Romney acusándolos de
sostener ideas viejas y erróneas a favor de los ricos, mientras buscó presentar
a Obama como defensor de la clase media.
La respuesta de Ryan fue acusar a Obama y Biden de buscar atemorizar a
los votantes en la medida que no tienen a su parecer un récord que defender.
En
estas circunstancias, aunque ayer se decía que la fuga de votos de los demócratas
parecía estarse deteniendo al diluirse el efecto del primer debate presidencial,
va a ser muy importante el segundo de ellos que se celebrará precisamente hoy
en la Universidad de Hofstra en Hempstead, Nueva York. Hay fuentes que aseguran
que Barack Obama ha hecho una autocrítica (alguien comentó que sabe que durante
el primer debate Romney tuvo una mejor noche). Así piensa cambiar de táctica,
en suma ser más desafiante, y se ha preparando para ello con sus asesores. El
punto será el explicar el por qué él es una mejor opción para la clase media y
la importancia que tiene que ésta sea próspera en función de su visión respecto
adónde deberían ir como país.
Los
republicanos por su parte responden que, aún con una mejor estrategia, Obama no
puede cambiar su historial y que esta elección se trata precisamente de evaluar
su administración y su falta de resultados.
Con
estos comentarios, la pregunta que me hago es el por qué las preferencias
electorales sí se han visto en este caso
modificadas por esta práctica de los debates. Considero que se debe a lo
cerrado de una contienda que se está definiendo poco en función de identidades
partidistas y más en función de una álgida discusión de los temas nacionales
que rondan en el ambiente político, con proyectos muy contrastivos en los que
tanto está en riesgo. Todo apunta a que los electores se interesan de forma
creciente en las discusiones públicas y que acumulan información que les
permite evaluar y posicionarse.
Veamos
que depara esta segundo puesta en escena de los contendientes de la elección
presidencial de nuestros vecinos, y recuerden que la tercera y última será en
Florida el 22 de octubre.