Las
elecciones de 2012 han consolidado la sobrevivencia del Partido de la
Revolución Democrática de la cual se podía dudar con base en sus pugnas
internas de origen, sobre todo después de las elecciones del 2000 cuando se
quedó con sólo 47 diputados y a tropiezos pudo conservar el Distrito Federal. Más adelante no sólo perdió
en 2010 Zacatecas sino también Baja California
Sur en 2011 año en que al menos conservó Guerrero. Por lo que se refiere al
Congreso, si bien su fuerza se había repuesto en el 2006 cuando llegó a tener
127 diputados, el número de éstos ya había vuelto a caer en 2009 a 71. En un
momento dado, incluso se podía dudar del beneficio que pudiera haber obtenido
de las alianzas que hizo con el PAN durante la segunda parte de este sexenio, y
parecía que su único bastión sería el de la capital. Su situación es hoy otra. Nuevamente
la apuesta que hizo el ala moderada y mayoritaria del partido por la segunda postulación
a la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador, a pesar de su radicalismo, le
ha vuelto a traer grandes beneficios. En esta coyuntura deben entenderse las
oportunidades y retos del PRD.
¿Qué
le trajeron al PRD las recientes elecciones? No el ganar la contienda
presidencial, ni el haber quedado a tan poquito margen del primer lugar como en
el 2006, pero sí tras hacer una excelente campaña en la que remontó mucho los
negativos que la ciudadanía le veía a AMLO y logró plantar en el debate un
antipriismo que movilizó más de lo que se esperaba, el impedirle a Enrique Peña
Nieto un triunfo fácil en tanto la izquierda unida se despegó del PAN e incitó
al voto útil.
Con
estos resultados y con la persistencia de López Obrador y sus cercanos, se ha
desarrollado el conflicto sobre la elección presidencial. Por el momento se
espera la respuesta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación
sobre la pretensión del PRD de anular este único proceso, porque de manera contradictoria no se están cuestionando ni las elecciones para renovar el
Congreso ni las elecciones estatales ganadas por los perredistas, a saber el
Distrito Federal en el que se mostraron hegemónicos con la candidatura
ciudadana de Miguel Ángel Mancera, ni Tabasco adonde triunfó Arturo Núñez, ni
Morelos donde lo hizo Graco Ramírez. ¿Cómo van a cuestionar con ello estas
otras elecciones y más si van a registrar a 100 diputados y a 22 senadores?
Así, no se puede entender el que sostengan que se compraron votos en un caso y
no en los otros.
En
fin, muchos se preguntaban hasta hace algunos días si la necedad de cuestionar
la legitimidad del triunfo del PRI en la carrera por la Presidencia haría
peligrar los logros de los perredistas el 1° de julio pasado. La semana
anterior quedó claro en la Reunión Cumbre de la Izquierda Mexicana que se llevó
a cabo en Acapulco que la línea más moderada e institucional es la que está
ganando terreno y que si bien la mayoría no quiere dejar solo a AMLO (éste lo
perdería todo y todos saben lo bien que vende) tampoco quiere ser rebasada por
los acuerdos que el PAN parece decidido a hacer con el PRI, en el sentido que lo
único que enfrenta ahora a los panistas es si son los calderonistas o los
maderistas los que llevarán adelante las negociaciones pertinentes.
Habiendo
PRI y PAN ya elegido a sus nuevos coordinadores de bancada en la Cámara de
Diputados y en el Senado, en las figuras de Manlio Fabio Beltrones y Emilio
Gamboa respectivamente por parte de los priistas en un gesto de Peña Nieto de otorgarle
a una misma camarilla las responsabilidades parlamentarias, y por parte del PAN
mediante la salomónica decisión de designar a Luis Alberto Villareal y a
Ernesto Cordero vinculados uno al dirigente del partido y otro al actual
Presidente de la República, en el seno del PRD se lograron acuerdos que pueden
llevar a sus grupos internos a encontrar formas de trabajar unidos.
Según
sus propias palabras, con los nuevos nombramientos están dispuestos a diseñar
las propuestas para resolver los problemas del país y defender la democracia
dentro de los cauces de la ley y por vías pacíficas. En el reparto Nueva
Izquierda (los chuchos por Jesús Zambrana actual dirigente del partido y su
antecesor Jesús Ortega) e Izquierda Unida (los bejaranos por el controvertido
René Bejarano), se impusieron en mancuerna con el pequeño grupo Foro Nuevo Sol
identificado con Amalia García. En la Cámara de Diputados quedó de coordinador
Silvano Aureoles, excandidato a gobernador en Michoacán e identificado con esta
última. De vicecoordinador quedó Miguel Alonso de Nueva Izquierda, mientras Miguel
Barbosa del mismo grupo quedó de coordinador en el Senado y de vicecoordinadora
Dolores Padierna, de Izquierda Unida y esposa de Bejarano. Este grupo conservó
además con Alejandro Sánchez la secretaria general del PRD que dejó
precisamente Padierna.
El
equilibrio no es fácil pero ahí están nuevamente los perredistas conscientes de
la oportunidad que les ofreció López Obrador. Por eso, a mi parecer, lo reconocen
e incluso detienen a su contrincante natural hasta ahora que es Marcelo Ebrard
el cual perdió el control parlamentario que quería, pero lo hacen sin correr el
peligro de aislarse y enfrentando el reto de participar de forma constructiva
en la nueva coyuntura política.
Tan
saben los perredistas que la construcción de una izquierda moderna es su gran
desafío para llegar lo más pronto al poder federal, que también se han dado los
primeros pasos para la conformación de un frente de gobernadores emanados del
PRD en el que naturalmente caben Gabino Cué de Oaxaca y Mario López Valdés de
Sinaloa, ambos llegados a sus gobiernos a través de las ya mencionadas alianzas
PAN-PRD de 2010. Este frente pide correctamente no echar por la borda lo que se
ha alcanzado.