En
la soledad de la casilla, el próximo domingo, los ciudadanos emitiremos nuestro
voto. Lo haremos más determinados de lo que creemos y quisiéramos por diversos
factores, desde nuestras instituciones mismas que nos hacen por ejemplo votar a
la vez presidente, legisladores y algunos gobernadores, nuestra concepción que
tenemos de la historia política de México, sus necesidades, nuestra opinión
sobre sus gobernantes pasados y presentes, la fuerza que tienen los partidos,
el impacto que han tenido en nosotros las campañas, nuestra opinión de los
candidatos, lo buenos y malos que nos parecen, lo que creemos que representan,
hacia donde pensamos que podrían llevar al país.
Cuando
se den a conocer los resultados los estudiosos en temas electorales, en lugar
de predecir para lo que somos bastante malos, trataremos de explicar lo
sucedido. Se avecina más fácil de interpretar la contienda presidencial que las
demás, en las que se cruzarán diversos factores. Apartemente la presidencial se
jugará en esencia entre el nivel del agotamiento y decepción que puedan haber
producido los gobiernos panistas, la inevitabilidad del regreso al poder del
candidato priista que llegó a unir a su partido con toda su fuerza regional y
contó con el apoyo de indudables poderes fácticos, el sentido que para muchos y
sorpresivamente para bastantes jóvenes todavía tiene la aversión a un partido
que nos gobernó por décadas en condiciones de hegemonía, y nuestra capacidad de
confiar en la existencia y viabilidad de un proyecto realmente alternativo a
los márgenes en los que se ha movido la política nacional durante los últimos
treinta años.
Por
mucho tiempo se creyó que el voto era menos cognitivo de lo que es, que la
gente votaba como sus padres, esposos y vecinos, como sus colegas y amigos. En
muy buen grado no lo es, sobre todo en la medida en la que el nivel de estudios
es mayor. Es decir hay mayor tendencia de la que se creía a decidir conscientemente
la orientación partidista, pero ello no quiere decir que no seamos presas de
contextos y sobre todo de emociones.
De
las múltiples razones que explican el desarrollo de la política y del ejercicio
electoral, una de las que me más me fascina es el amor. Las carreras políticas,
la constitución de camarillas, las escisiones partidistas están plagadas de
historias de familias, parejas y traiciones. Los electores también responden a
ellas según sus propias vivencias. Para no interferir para nada en la decisión
que tomen sobre nuestro propio destino nacional, voy a referirme a un ejemplo
que está en el centro de la actual conducción de la Asamblea Nacional en
Francia para cerrar mi ciclo de comentarios de este proceso electoral.
El
pasado domingo 17 se llevó a cabo en
este país la segunda vuelta de la elección parlamentaria. Fue, como se veía
venir, una gran victoria para los socialistas porque ganaron la mayoría
absoluta necesaria para sacar adelante su proyecto de menos austeridad y más
crecimiento en una economía en recesión. Su bancada contará con al menos 291
diputados, 280 socialistas más once de diversas izquierdas inscritas al grupo.
Como previsto, el partido antes gobernante el UMP tendrá alrededor de 217
diputados y enfrentará una gran lucha por su liderazgo.
Las
sorpresas fueron otras. Por una parte tanto Marine le Pen como Francois
Mélenchon que la desafió, dirigentes del Frente Nacional y del Frente de Izquierda respectivamente,
perdieron su lucha por llegar a la Asamblea. Aquí también se impusieron los
socialistas. Sin embargo la extrema derecha tendrá dos asientos en la misma.
Mas
el mayor fracaso de los socialistas fue en la región de La Rochelle el de
Segolene Royal, excandidata presidencial por su partido en 2007, excompañera
del actual presidente y madre de sus cuatro hijos. Habiendo compartido codo a
codo con él una carrera paralela, no llegó a su lado al Eliseo porque hace unos
siete años la pareja se deshizo y Francois Hollande emprendió una nueva vida
con la periodista Valérie Trierweiler. Sin embargo, después de haber apoyado a
Hollande con energía, tras no haber obtenido otra vez para ella misma la
candidatura presidencial, la esperanza política de Segolene Royal era la
presidencia de la Asamblea. Para ello tenía que ganar esa diputación que no
pudo, por una parte por la indisciplina del que se suponía su compañero de
partido, Olivier Falorni, quien se opuso a su nominación, promovida por el
mismo Hollande y supuestamente basada en las cuotas de género, y se postuló
también; y por otra parte, por el apoyo que recibió éste a través de un ahora
famoso twitter de Valérie Trierweiler.
Habrá
ganado Falorni, pero los socialistas no lo quieren con ellos. Habrá ganada
Hollande la mayoría absoluta que deseaba en la Asamblea, pero tendrá que poner
orden en casa.
Esta
historia demuestra que las elecciones y la política están mucho más permeadas
de los que se quisiera por los asuntos privados, y que conllevan consecuencias.
En
suma, el presidente francés podrá legislar sin ayuda ni de los radicales, ni de
los verdes. En efecto los socialistas no requieren que se integren a ellos ni
los 13 diputados de extrema izquierda ni
los alrededor de 20 ecologistas. No obstante todos se preguntan adonde quedó su
pretendida presidencial normal que dejaría atrás los problemas sentimentales
que enturbiaron el periodo del expresidente Nicolás Sarkosy.
Entre
tanto Bruno Le Roux fue electo presidente de la bancada por aclamación, pues no
tuvo contrincante. Para la presidencia de la Asamblea el plan A era Segolene
Royal. Con su derrota se desarrolla un plan B. En la misma tónica de la
igualdad hombres-mujeres en la distribución de los puestos de responsabilidad,
la primera idea de Le Roux fue tratar de convencer a la ministra de la Reforma
del Estado, Marylise Lebranchu que se lanzara, mas frente al rechazo de la
misma se aceptaron cuatro candidaturas de las cuales sobresalió la de un varón Claude
Bartolone por lo que no parece que vaya a tener contrincante en la segunda
vuelta del día 26.
La
paridad de género se espera lograr a través de otros cargos de responsabilidad.
Esperemos que no sean más las mujeres las que ridiculicen el quehacer político
con historias de pasiones, celos y odios.