miércoles, 8 de febrero de 2012

Francia y México, semejanzas y diferencias

Explicar nuestra sistema político a extranjeros ajenos a nuestra realidad nos permite apreciar mejor nuestras particularidades, compararlas con las de otros países e incluso entender también mejor estas otras realidades.

En Francia donde me encuentro desde hace cinco meses van a tener una contienda presidencial próximamente como nosotros, en mayo, en condiciones que recuerdan las nuestras en tanto ha habido un desgaste del partido en el gobierno desde hace diez años, la Unión de Movimientos Populares (UMP), un partido de derecha que como el PAN es posible que pierda el poder por el disgusto de la mayoría de los ciudadanos con el manejo de los asuntos públicos. El desgaste del PAN tiene doce años.

Aquí, como en México, no ha habido la mejora prometida de las condiciones económicas sino por el contrario el país se encuentra en una de sus mayores crisis. Sea o no culpa de Nicolás Sarkosy pareciera que se le hará pagar la factura. Sin embargo como hay reelección, es el propio Presidente quien nadie duda que se presentará como candidato quien asumirá la derrota. Felipe Calderón al menos no tendrá que pasar ese mal momento, pero tendrá que rendirle cuentas a su partido si los panistas se van de Los Pinos.

Aquí, como en México, son cada vez más las personas que se abstienen de votar por desinterés. Sin embargo el desinterés de los franceses se encuentra más concentrado en los grupos de población marginados. Incluso, se tiene el dato que 25% de los potenciales electores de esos grupos ni siquiera se encuentra inscrito en el padrón. Cabe precisar que el carnet para votar aquí no es documento de identificación, como en México. Los problemas de nuestro padrón por el contario son dos: uno, el que se encuentra inflado e incluye a cientos de miles de gente fallecida o emigrada y que no va a votar en el extranjero, y dos el que cientos de miles no han actualizado su credencial para votar.

Aquí, como en México, ha aumentado el voto en blanco a pesar de que a diferencia de en México hay mucho más opciones políticas en tanto serán posiblemente diez los candidatos que se presenten. Además el voto en blanco no se confunde con los votos anulados por error, como sucede con nuestro sistema electoral.

Aquí, como en México, son dos los competidores de la derecha en el poder. En Francia la UMP se enfrentará principalmente a la izquierda a través del Partido Socialista y a la ultraderecha a través del Frente Nacional, si su candidata Marine Le Pen logra su registro en contra del cual hay por cierto una campaña en estos momentos. En México el PAN enfrentará principalmente una coalición de centro PRI-PVEM y otra de izquierda PRD-PT-Movimiento Ciudadano. De tal corrimiento a la derecha del sistema político francés y de una mayor extensión de nuestro sistema político en el espectro izquierda-derecha, uno pudiera esperar que los programas políticos que se presentan aquí fueran menos diferenciados que en México. Sin embargo, no es así. Los partidos políticos mexicanos si bien difieren en historia, valores, grupos de apoyo y prácticas, se parecen más entre sí que los franceses: en los hechos no han gobernado de manera contundentemente distinta y son igualmente pragmáticos.

Como ejemplo tenemos el programa presentado hace unos días por Francois Hollande en oposición a las recientes medidas oficiales, programa claramente de izquierda a pesar de que quien lo suscribe tiene una trayectoria más de centro que incluye propuestas alternativas concretas basadas en estudios económicos serios. No se puede comparar con las ideas sueltas y pasionales que expresa Andrés Manuel López Obrador contra la política gubernamental.

Sin embargo, cabe entender que AMLO no quiere cometer los mismos errores que produjeron los resultados de 2006 marcados por la reacción empresarial a su radicalismo de entonces. Hollande en tanto representante de los socialistas, en un sistema electoral de dos vueltas que no hay en México y dada la fragmentación partidista en Francia, juega por ahora a mi entender a atrapar al máximo de electores disponibles que están por la izquierda y a aquellos que a falta de un discurso suficientemente crítico a Sarkosy simpatizan con la ultraderecha. Debe pensar que, en el supuesto de que la UMP pase a la segunda vuelta, ya habrá tiempo de moderar su discurso en busca de la alianza con todas las fuerzas posibles.

De hecho son más las diferencias que las semejanzas entre ambos sistemas políticos. Este sistema a diferencia del nuestro es semipresidencial. Hay un primer ministro que emana de las elecciones legislativas que no son paralelas como las nuestras a la presidencial sino que serán hasta septiembre, así como tampoco hay elecciones directas de los senadores quienes son electos por los cientos de alcaldes y consejeros del país, como pasó hace algunos meses.

¿Difícil de entender, no es cierto? A los franceses también les cuesta comprender que pueda posiblemente reconquistar el poder federal en México un partido como el PRI que había gobernado por 70 años luego de los cuales perdió la Presidencia. No entienden que éste no regresaría, sino que siempre se mantuvo ahí, que siempre siguió siendo la principal fuerza regional además de un partido parlamentario indispensable para gobernar.

Me extraña que me pregunten si en tal caso volveremos a lo mismo, si aprenderá el PRI a convivir con la democracia, como si no lo hubiera hecho los pasados doce años, como si no fuera el partido que promovió la democracia en el país, como si fuera el único partido responsable de la democracia gris que tenemos.

Les digo que todos los partidos gobiernan en México a uno u otro nivel, les digo que todos son responsables de nuestra principal limitante a saber la tenue línea entre los gobiernos y los partidos en el gobierno, característica que hoy produce aún procesos políticos de legitimación dudosa, como si no tuviéramos bastante con la falta de eficacia gubernamental y la debilidad estatal.