martes, 9 de agosto de 2011

La izquierda hacia el 2012

Contra quienes piensan que las elecciones presidenciales de 2012 ya están escritas y que difícilmente se puede construir una opción competitiva frente a la de Enrique Peña Nieto por el PRI, pienso que en esta coyuntura puede haber sorpresas sobre todo de parte de la izquierda, si nos atenemos al análisis de sus debilidades pero también de sus fortalezas.

La gran debilidad de la izquierda en México ha sido su divisionismo interno que la lleva hoy por hoy a expresarse en tres partidos, el PRD, Convergencia recientemente rebautizado como Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo, en el interior de los cuales en mayor o menor grado a su vez se enfrentan corrientes y grupos cuya falta de acuerdos repetidamente ha amenazado con escindirlos. El fenómeno es viejo. Ya desde 1977 cuando se impulsó la reforma que dio pie a la apertura política del país, la izquierda empezó a vivir sus primeras divisiones, entre por un lado los que consideraban irrelevante entrar al juego electoral mientras no se modificaran las condiciones económicas y sociales del país, y por otro lado los que veían en las nuevas reglas del juego político una oportunidad para ocupar espacios que a largo plazo condujeran a cambios más profundos. Las dos líneas han tenido diversas expresiones a lo largo de los últimos 30 años, dando origen a dos formas de entender la lucha electoral en el seno de la izquierda, una más frontal, más movilizadora y radical, y otra más moderada y negociadora.

Como producto de este divisionismo, pero sobre todo por tener concentrada su votación en pocos estados, el rendimiento electoral del PRD en particular ha tenido altibajos en sus resultados. Por ejemplo en el mejor de sus años cuando casi ganó la Presidencia Andrés Manuel López Obrador el PRD sólo llegó a ganar diputaciones por mayoría en 14 entidades que ya para 2009 bajaron a ocho. Ello se tradujo en 127 curules en 2006 (ni siquiera el tercio de las curules cuando había obtenido el tercio de la votación), contra 71 en 2009. Ciertamente el que el PRD haya deshecho ese año su alianza con el PT y Convergencia y el que su dirigente entonces, Jesús Ortega, estuviera en pugna con AMLO ciertamente lo afectó, mientras esa misma situación salvó el registro de los partidos chicos a los que éste apoyó.

En este contexto los resultados de la izquierda en el 2012 dependerán, como casi todos lo saben, de si se presenta unida a las elecciones y si es López Obrador, representante de su ala más radical, o Marcelo Ebrard, representante de su ala más moderada, su candidato. Los dos están en precampaña decidida. El primero, lo cual es una gran fortaleza, desde el momento en que consideró hace cinco años que se le robó la Presidencia; hoy se organiza a través del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA) con un proyecto de nación muy parecido al del Partido Movimiento Ciudadano. De hecho ambos promueven un modelo económico para combatir la pobreza con intervención estatal pero racionalidad del gasto y apertura de medios de comunicación, además de un cambio en la vida pública de abajo a arriba de tal suerte que haya más participación y se controle la corrupción en la impartición de justicia.

Ebrard, por su parte, ha ido cuidadosamente consolidando sus aspiraciones las cuales hoy legitima con base en su gestión de gobierno en la Ciudad de México la cual sus seguidores califican de vanguardia. Así hace casi diez días echó a andar el movimiento Demócratas de Izquierda (DI) con el apoyo de la corriente mayoritaria del PRD Nueva Izquierda, que mantuvo la Presidencia del partido con Jesús Zambrano y a la cual pertenece el líder del senado Carlos Navarrete, aunado a Foro Nuevo Sol del cual es líder Amalia García, exgobernadora de Zacatecas, Izquierda Renovadora y Unidad y Renovación.

Los dos precandidatos han reiterado su voluntad de declinar en su momento a favor de quien se encuentre mejor posicionado. Al respecto se están definiendo las formas que puede adquirir dicha medición. Zambrano ha señalado la posibilidad de hacer sondeos y entrevistas tras que se lleve a cabo un debate entre ellos. Queda mucho por definir y sobre todo importa qué población será consultada, es decir si serán únicamente perredistas o si el mecanismo estará abierto.

Así las cosas, la gran interrogante es si López Obrador estaría dispuesto a ceder si el mecanismo elegido favorece a Ebrard. Al respecto yo opino, como muchos, que el que López Obrador vaya a ceder es remoto. Prueba de ello fue la tenacidad con la que se opuso a una candidatura común PRD-PAN para la contienda del Estado de México. Una coalición de este género era la única posibilidad que tenía su partido de vencer al PRI en la entidad. Sin embargo el proyecto que había ido acercando al PRD al PAN era un proyecto encabezado por el ala moderada, representada en su momento por su dirigente Jesús Ortega y Manuel Camacho, líder del DIA (Diálogo para la Reconstrucción de México). López Obrador no quiso que siguieran avanzando como lo hicieron desde el 2010.

Sin embargo también es cierto que las dos alas habían logrado ponerse de acuerdo para la renovación de la dirigencia nacional con el resultado que la Presidencia del partido permaneció en manos de los “chuchos”, mientras la Secretaría General la tomó Dolores Padierna afín a López Obrador.

A mi juicio, las posibilidades que el PRD crezca en la contienda presidencial próxima con la fuerza de sus liderazgos depende por una parte del apoyo que reciba AMLO de la maquinaria perredista más afín a Ebrard, en caso de que ganara la candidatura del partido, cuando la experiencia del 2006 demostró que todos los perredistas se benefician del avance de su candidato presidencial por el efecto del arrastre del voto con lo que puede esperarse que sí se de dicho apoyo, pero no creo que si fuera el caso en esta ocasión se repita la correlación de fuerzas que entonces lo favoreció y él desperdició por su radicalismo.

Por otra parte, lo que pueda suceder también depende de la actitud que tome AMLO si no logra imponerse al PRD. Si se va sólo con los partidos chicos que hoy están con él y seguramente lo apoyarían, dividiría el voto de la izquierda en su perjuicio. Pero si por el contrario apoya a Ebrard, podrían dar una sorpresa.

En efecto Marcelo Ebrard es la alternativa que más posibilidades ofrece de conquistar el voto de los ciudadanos indecisos cansados de los gobiernos panistas pero dudosos de que el regreso de los priistas a los Pinos sea la solución, ciudadanos que a su vez se oponen a la opción AMLO.

Asimismo López Obrador le puede aportar a Ebrard incluso todo su capital político si así lo quiere, mientras que Ebrard no puede hacer lo inverso, porque de no ser él el candidato algunos de sus simpatizantes dejarían de votar por la izquierda. Por eso Ebrard, sin López Obrador en las boletas y de su parte, representa una opción que le podría hacer la competencia a Peña Nieto, más si Felipe Calderón no gana en el proceso de selección del candidato del PAN y recibe informalmente su apoyo con tal de que el PRI no recupere la Presidencia de la República.

Claro que puede haber sorpresas.